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Noticia
Regalar placer / Columna Sexo con Esther
Regalar placer con armonía, respeto y complicidad es siempre una apuesta ganadora.
Conocer las intenciones de la pareja ayuda a tener una exploración sexual más efectiva. Foto: iStock
Llega otra fecha especial: aniversario, San Valentín, cumpleaños de la pareja o simplemente un jueves en el que el calendario dicta que toca sorprender. Se revisan opciones: perfume (demasiado predecible), cena con velas (bonita, pero en dos horas ya pasó), joyas (depende del presupuesto) o algo personalizado (lindo, pero si ya han pasado varios años juntos, se agotan las ideas). ¿Y si este año el regalo no se queda en el cajón, sino que va directamente a la planta baja y eleva la temperatura en el departamento inferior?
Antes de que alguien levante una ceja, conviene aclarar: no se trata de obsequiar a la ligera instrumentos de alto voltaje sin previo aviso, ni de desempolvar artículos de dudosa procedencia con la esperanza de que se entiendan sin instrucciones. Como en todo, la clave está en el diálogo, la confianza y el arte de elegir bien.
Por ejemplo, un kit de aceites de masaje bien aromatizados puede ser el preámbulo perfecto para abrir la puerta a experiencias sensoriales. Nada agresivo, nada que requiera entrenamiento previo, solo un gesto que comunica: “Vamos a dedicarnos tiempo”. Ahora bien, si la relación tiene kilómetros recorridos y el departamento inferior ya tiene cierta experiencia en gestión de sorpresas, los estimuladores discretos son una excelente opción. No se necesita iniciar con un artefacto que parezca sacado de una película de ciencia ficción; hay opciones sutiles, elegantes y, lo más importante, efectivas.
Para quienes aún sienten un poco de pudor con la idea de comprar este tipo de artículos, siempre está la opción del juego. Desde dados con sugerencias hasta cartas con retos graduales, cualquier propuesta que invite a la exploración sin presión es un acierto. Lo importante es que el regalo no sea un “aquí tienes, úsalo”, sino un “mira lo que encontré para los dos”.
Y claro, hay reglas. Primero, el consentimiento y la comodidad son fundamentales. Si uno de los dos se siente incómodo, el propósito se pierde. Segundo, hay que elegir con sentido común: si nunca han hablado del tema, tal vez no sea buena idea aparecer con un arsenal de alto calibre; empezar con lo sencillo siempre es mejor. Tercero, y no menos importante, el humor es bienvenido. Nada baja más la tensión que reírse juntos de la novedad antes de ponerla a prueba.
Porque, al final, lo importante de un regalo no es el objeto en sí, sino la experiencia que genera. Y en temas del aquello, regalar placer con armonía, respeto y complicidad es siempre una apuesta ganadora. Hasta luego.