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Sector salud representaría un 4,6 % de las emisiones de carbono a nivel global
Un reciente informe de la Unitaid hace un análisis de toda la cadena de suministro de 10 productos.
Algunos médicos son escépticos respecto a la efectividad de estos medicamentos. Foto: iStock
Se estima que al menos 3,9 millones de personas en 61 países en vías de desarrollo tienen al antirretroviral dolutegravir (DTG), uno de los medicamentos más eficaces en el tratamiento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH). No obstante, una dosis diaria del principio activo de este fármaco, expresada en miligramos, podría contribuir con 2,7 megatoneladas de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global para 2030.
A esta conclusión llegó Unitaid, una iniciativa internacional que promueve el al tratamiento de enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis. El informe, en el que participaron más de 23 expertos, revela que el sector sanitario a nivel global representa el 4,6 por ciento de las emisiones netas de carbono, una condición que se agudiza por la creciente demanda de productos farmacéuticos.
“El principal factor suele ser la presencia de un material o ingrediente con alto contenido en carbono en cantidades relativamente grandes, y creemos que este simple hecho puede orientar muchos esfuerzos de descarbonización en el futuro para distintos productos sanitarios”, afirmó Vincent Bretin, director del estudio titulado De miligramos a megatoneladas: evaluación del impacto en la naturaleza de 10 productos de la salud.
En efecto, la fabricación de ingredientes activos constituye un punto crucial en el impacto ambiental, ya que los procesos químicos intensivos requeridos para producir estas materias primas consumen cantidades significativas de energía y emiten gases nocivos para el ambiente.
Ahora bien, en lo que parece una paradoja, la situación también pone en potencial riesgo la disponibilidad de múltiples productos sanitarios que son vitales debido a impactos relacionados con el cambio climático que generan interrupciones en las cadenas de suministro, como, por ejemplo, la degradación de ciertos compuestos en los medicamentos cuando se exponen a temperaturas severas.
Además, aunque las huellas de carbono que emiten estos productos no son siquiera equiparables a las emisiones netas que producen otras industrias (como la de alimentos), analistas aseguran que es necesario encontrar soluciones –así sean pequeñas– para disminuir el impacto del sector sanitario en la naturaleza e, irónicamente, en la salud de las personas.
Por este motivo, el informe evalúa toda la cadena de suministro de 10 productos de la salud (cinco medicamentos, varios tipos de diagnósticos y tecnologías como mosquiteros e instalaciones de producción de oxígeno médico) que no solo son intensivos en carbono, sino que también son vulnerables al cambio climático.
De acuerdo con el farmacólogo Ricardo Peña, médico, profesor y coordinador del Laboratorio de Farmacología de la Universidad de los Andes, la lista de productos que analiza la entidad no necesariamente son potenciales contaminantes, pero ayudan a ejemplificar cómo en cada peldaño del proceso de suministro se pueden abordar estrategias que sean más amigables con el medio ambiente.
“Con ciertas técnicas, se puede lograr que los productos sean más resistentes al cambio climático y que las emisiones de carbono se reduzcan en un 70 por ciento sin que se eleven los costos”, explicó.
Las soluciones
El primer peldaño del ciclo de producción se centra en el embalaje de los productos que desempeña un papel significativo en la huella de carbono de la industria farmacéutica. La producción de envases y embalajes, particularmente aquellos que utilizan materiales no biodegradables o plásticos de un solo uso, añade una carga considerable al impacto ambiental.
“Es consecuencia de la vida moderna donde, lastimosamente, el plástico tiene un costo muy bajo y una gran utilidad. Podríamos tratar de empaquetar medicamentos en elementos como papel, que es biodegradable, el problema es que el papel es muy poroso, entonces los microorganismos podrían pasar a través del material y contaminar una vacuna o una sustancia, por eso no es una estrategia deseable”, indica Peña.
Ahora bien, si bien es cierto que es difícil evitar el uso de plásticos, el documento plantea que se puede tratar de utilizar el mismo material en modalidades más amigables con el ambiente y que tengan características de degradación óptimas.
No solo existen plásticos biodegradables, sino también compostables, lo que significa que pueden descomponerse en compuestos orgánicos bajo condiciones de compostaje industrial.
Otro aspecto de la cadena que resulta problemático es el transporte de materias primas y productos terminados, sea por medios terrestres, marítimos o aéreos. El uso de combustibles fósiles durante estos procesos de transporte contribuye significativamente a las emisiones totales.
Las superbacterias son motivo de investigación entre los científicos que buscan alternativas a los antibióticos. Foto:iStock
Basta recordar que las vacunas contra el covid-19 llegaron de forma rápida y efectiva a cada rincón del mundo a través del transporte aéreo, aunque sin duda se trataba de uno los mecanismos más contaminantes.
“Un vuelo de carga trasatlántico puede producir una cantidad enorme de dióxido de carbono que requeriría miles de árboles para que pueda absorberse en un año. Es un impacto ambiental inmenso. Por eso el informe sugiere que algunos procesos sean eficientes tanto en los reactivos que se utilizan, como en la fabricación, el embalaje y que ojalá toda la cadena pudiera ocurrir en un área geográfica reducida”, explica el experto.
Aunque parece un acierto, el planteamiento es limitado porque no todos los países tienen cadenas de producción y suministro para lograr reducir el proceso a ciertas zonas geográficas.
Pero el informe no se limita en esta propuesta. Asegura que la consolidación de envíos y rutas de transporte más eficientes permite reducir la cantidad de viajes necesarios para mover los productos, minimizando así la huella ambiental. Además, plantea estrategias como el uso de sistemas de seguimiento y monitoreo en tiempo real que pueden ayudar a optimizar las rutas, disminuyendo los tiempos de transporte y evitando los envíos innecesarios.
Por otro lado, la gestión eficiente de inventarios también podría jugar un papel importante. Según el documento, mantener niveles óptimos de la existencia de los productos reduce el exceso de producción y minimiza el desperdicio, lo que a su vez disminuye la necesidad de transporte y almacenamiento adicional, reduciendo así las emisiones asociadas.
Finalmente, el documento de la Unitaid rescata que la cadena de producción en el sector está expuesta a interrupciones y otros riesgos extremos como inundaciones o incendios forestales debido a que muchos de estos circuitos se han asentado alrededor de clusters regionales, por lo que existe el riesgo de que un solo evento extremo pueda interrumpir una parte sustancial del suministro.
A esto habría que añadir que desde hace años los desechos que se producen en las fábricas se concentran en determinados territorios y pueden llegar a producir daños en los animales o la vegetación, además de aumentar la resistencia antimicrobiana. Por este motivo, en última instancia el informe concluye que es necesario mejorar en aspectos como el diseño de envases y productos y generar mejoras en la circularidad de la fabricación y transición a energías renovables.
“Necesitamos productos de salud que sean climáticamente inteligentes, productos que no dañen el medio ambiente, que sean resistentes a los impactos, que puedan almacenarse a altas temperaturas. Requerimos de cadenas de suministro que no sean vulnerables a riesgos climáticos como tormentas e inundaciones. Si no nos adaptamos a esta nueva realidad, no continuaremos progresando hacia los objetivos de salud global”, aseguró Bretin durante el análisis de los resultados.
La propuesta parece demasiado obvia y sencilla, pero expertos destacan que si se pone en práctica podría impactar de manera significativa la huella de carbono para 2030. En consecuencia, el estudio parece estar dirigido especialmente a gobiernos, instituciones de investigación y a los principales compradores de productos farmacéuticos para que garanticen que los productos sanitarios sean resistentes al cambio climático.
Los expertos investigaron las reacciones químicas que podrían haber tenido lugar en los hielos interestelares. Foto:iStock
“Se trata de generar conciencia global sobre la importancia que tiene mantener una cadena de producción de medicamentos en todo el ciclo y que sea amigable y sostenible con el ambiente. No solo se trata del impacto ambiental a nivel de dióxido de carbono, sino en el uso de energía, en la necesidad de utilizar reacciones químicas que sean favorables con el ambiente y de que los desechos se puedan disponer de la mejor manera”, comenta Peña.
Herve Verhoosel, vocero de Unitaid, ha dicho que la organización ya ha empezado a impulsar estas soluciones con el objetivo de introducir 30 productos sanitarios clave que son “climáticamente inteligentes” de aquí al año 2030. Desde el 3 de diciembre de 2023, la organización ha puesto en marcha esta nueva estrategia que involucra a la salud y el clima.