En 1942, el Hospital General de Medellín (HGM) se fundó como respuesta a una necesidad sentida de la comunidad. La ciudad carecía de un sitio adecuado para la atención de las mujeres a la hora de sus partos. Hoy, después de 76 años de existencia en dos modernas torres y con una amplia oferta de servicios, en el hospital se celebra el nacimiento de la vida humana, así como de ideas innovadoras.
En medio de cuartos de hospitalización y aislamiento, urgencias, quirófanos, laboratorios y bancos de sangre y de leche, hay un espacio para el Laboratorio de Cocreación en Salud. Sebastián Torres Montoya, ingeniero de innovación del HGM, permanece allí. Sentado frente a su escritorio manipula un software de modelado 3D y contempla la impresora del mismo formato que lo acompaña. Su trabajo como ingeniero biomédico lo convirtió en uno de los tres innovadores del continente.
Con el deseo de que las instituciones prestadoras de salud pudieran desarrollar sus propios dispositivos y disminuir la brecha tecnológica que ha caracterizado al país en términos de fabricación nacional, las universidades CES y EIA, junto con el HGM, pactaron una relación interinstitucional y dieron vida a un laboratorio que mitigue necesidades en salud. Y contaron con el respaldo de la Universidad de Massachusetts.
Para Álvaro Quintero Posada, líder de los procesos de innovación del HGM, innovar en salud permite trascender de las soluciones de rutina que ya no son suficientes. “Las entidades deben innovar para que no queden rezagadas con el resto del sector y, lo más importante, para brindar nuevas alternativas a los pacientes”, aseguró.
La realización de dispositivos y equipos resulta más fácil de lo imaginado. Con el Laboratorio de Cocreación en Salud se despertó el interés del personal del HGM, que con frecuencia se planteaban preguntas; por ejemplo, cómo mejorar lo existente. Es un trabajo conjunto en el que, según su gerente Eugenio Bustamante Cano, participan desde el equipo de servicios generales hasta el de especialistas y subespecialistas.
Las entidades deben innovar para que no queden rezagadas con el resto del sector y, lo más importante, para brindar nuevas alternativas a los pacientes
“Para rastrear las necesidades es fundamental la participación de todos. Hemos identificado problemáticas en la prestación de algunos servicios. Tenemos en cuenta también a los estudiantes y docentes que frecuentan el hospital y, por supuesto, al paciente y su familia”, detalló Bustamante, quien agregó que hasta el momento se han registrado más de 100 necesidades, de las cuales cuatro están bastante adelantadas y hace poco se priorizaron nueve más con vigencia 2019.
Un contenedor rígido que contribuye al proceso de esterilización de materiales que van a ser utilizados en procedimientos quirúrgicos, un dispensador de guantes que revisa el proceso de higienización de las manos, un protector de flujómetro y un soporte para contenedores biológicos son las ideas que se gestaron. Estos procesos estuvieron en incubación por meses y ahora gozan de vida en el HGM, gracias a este laboratorio surgido de un trabajo de investigación del que Torres fue puente.
Durante la Cumbre Anual de Concordia, Innovadores de América les entregó un reconocimiento como los tres innovadores del continente a la mexicana Martha Isabel Ruiz, por su innovación ‘Canasta de productos y servicios de la reserva de la biosfera Sierra Gorda, en la categoría desarrollo social; al costarricense Christian Marín Müller por su propuesta ‘Speratum: innovando contra el cáncer de páncreas’, en la categoría ciencia y tecnología, y al ingeniero de innovación del HGM con el proyecto Laboratorio de Cocreación en Salud, en la categoría de empresa e industria .
Esta condecoración, que se entrega cada dos años, se convirtió en un reto para las tres instituciones que ejecutaron el proyecto y para el colombiano innovador, quien considera que además de una exaltación a su perseverancia y disciplina, es una invitación para que las entidades prestadoras de salud innoven en sus procesos.
Galardonado en EE. UU.
El talento del joven Sebastián Torres Montoya, de 29 años, fue reconocido este año en Nueva York (EE. UU.). Durante la Cumbre Anual de la Concordia se llevó a cabo la cuarta edición del premio Innovadores de América, el cual tuvo al colombiano entre los tres ganadores de un total de 364 propuestas.
El antioqueño, quien es ingeniero biomédico de la Universidad EIA y de la CES, se graduó en 2011 y desde entonces no ha parado en su carrera por la innovación, al punto de que ese mismo año fue el ganador de la sexta edición de Antójate de Antioquia, en la categoría apuestas innovadoras.
La iniciativa de Torres se ganó el reconocimiento por generar espacios en donde las ideas, basadas en problemas del medioambiente hospitalario, se materializan en la forma de soluciones con tecnología adecuada.
La iniciativa de Torres se ganó el reconocimiento por generar espacios en donde las ideas se materializan en la forma de soluciones con tecnología adecuada
Torres asegura que se motivó a estudiar ingeniería biomédica por la curiosidad de descubrir un área tan nueva y se dejó seducir por el desarrollo de tecnologías.
Para Torres, en Colombia se debe optimizar más la inversión que hacen las empresas y conseguir resultados tempranos, en los cuales el ecosistema entienda que la innovación no solo es el superproducto raro y que no se limita a eso. “Lo que hacemos en el laboratorio es coger problemas muy específicos para darles soluciones sencillas”, explica.
Por ejemplo, el ingeniero señala que se debe empezar con ganarse espacios con cosas sencillas. “Con la impresión 3D, cuando la gente entiende que tiene mucho sentido, se empieza a hacer cultura de que se pueden hacer cosas, y una vez ganado eso, el superproyecto complicado se vuelve alcanzable”, indica.
Torres manifiesta que cuando se inicia un proyecto de innovación es como casarse. El ingeniero asegura que hay momentos difíciles en los cuales se quiere incluso mandar todo al “carajo”, pero debe prevalecer la perseverancia y hacer las cosas con el corazón.
“No hay que dejarse vencer por la primera barrera o el primer no. A veces lo queremos todo ya y el primer no nos cuesta asimilarlo, pero se aprende más de ese obstáculo que del sí”, dice Torres, que sigue trabajando en nuevas ideas desde el laboratorio, el cual ve como una oportunidad para reducir costos y proveer soluciones a otros centros hospitalarios.
HANIER ANTURI RAMÍREZ
Para EL TIEMPO