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Granos de polen para reconstruir el pasado de nuestros páramos
Son una evidencia que puede revelar cómo han cambiado estos ecosistemas a través de miles de años.
Escenario del parque nacional chingaza Foto: iStock
Mucho se ha dicho sobre la importancia de los páramos. Este ecosistema, relativamente escaso en el mundo, es una importante fuente de agua que surte los ríos de nuestro país gracias a sus altos niveles de humedad, tiene una vegetación que le permite almacenar gases responsables del efecto invernadero, como el CO2, y concentra una gran diversidad biológica. Características a las que hay que sumarles que son el ambiente ideal para preservar información histórica de cómo se ha transformado el territorio.
Como una especie de biblioteca, en los páramos del país se encuentra guardada información importante para los palinólogos, investigadores que se encargan de reconstruir las transformaciones que se han producido en los ecosistemas durante miles de años, todo a través del análisis de diminutas muestras de polen fosilizado que se han preservado a lo largo del tiempo, gracias a la humedad de los páramos.
Según explica la palinóloga y paleoecóloga Ivonne Castañeda Riascos, magíster en Geomorfología y Suelos de la Universidad Nacional sede Medellín, las condiciones que brindan estos ecosistemas permiten adelantar investigaciones más certeras porque el polen se encuentra mejor preservado en comparación con zonas bajas.
Esto se debe a que en estas áreas, donde no hay tanta presencia de humedad como la que permiten las turberas y lagunas de los páramos, los agentes oxidantes están más presentes y pueden secar los sedimentos donde se encuentra el polen. Lo que también puede ocurrir en un páramo, pero solo si hablamos de una sequía prolongada e inusual para estos ecosistemas.
Los secretos del polen
Muestra de polen de Drymis granadensis. Foto:Ivonne Castañeda
Más allá de ser el temor de los alérgicos, este polvillo que producen las plantas con semilla se caracteriza por tener unas paredes con esporopolenina, polímeros duros, impermeables y resistentes a la oxidación y a condiciones fuertes como un pH muy ácido o muy básico. La cantidad de este compuesto que posea determinada especie de polen hace que sea capaz de perdurar a lo largo de días, años e incluso milenios, en ambientes anóxicos o sin oxígeno, como las capas de sedimentos en las turberas de los páramos.
Por eso los estudios de los palinólogos consisten en tomar muestras perforando la tierra para extraer una columna de sedimento de diferentes longitudes que denominan núcleo, para analizar centímetro a centímetro su composición y reconstruir de esta manera la historia de páramos como el de Belmira, en Antioquia, donde ha trabajado la investigadora Castañeda.
“Al perdurar este polen en unos ambientes me puede indicar en una columna de sedimento o de suelo los cambios que hubo en el ecosistema a lo largo del tiempo tomando diferentes muestras a lo largo de ese perfil. El polen me registra los cambios climáticos asociados a la vegetación que hay en el área”, detalla.
Investigaciones de este tipo en los páramos del país se adelantan desde hace 45 años con palinólogos tan reconocidos como los holandeses Thomas van der Hammen y Henry Hooghiemstra, así como el profesor César Augusto Velásquez Ruiz, quien fue el director de trabajos como el de Ivonne Castañeda y del Laboratorio de Paleoecología de la Universidad Nacional en Medellín, donde reposa una colección de más de 900 tipos de polen y esporas con las que los investigadores estudian la dinámica del clima y la vegetación en algunos sectores del país en los pasados 20.000 años.
Conocer el pasado y predecir el futuro
Para la investigadora Castañeda, la importancia de este tipo de trabajos radica en que permiten conocer los eventos drásticos que pudieron ocurrir en el pasado cambiando el clima y la vegetación, información que puede ser útil para el manejo de los ecosistemas al momento de tomar decisiones de reforestación, marcar lineamientos para la explotación de los recursos y límites para los asentamientos humanos.
La palinóloga Ivonne Castañeda durante la recolección de muestras en el páramo de Belmira, Antioquia. Foto:Archivo particular
Al reconstruir los últimos 11.000 años en el páramo de Belmira, ella encontró que, por ejemplo, a inicios del Holoceno, como es conocida esta era geológica estudiada, alrededor de la laguna crecía un bosque andino dominado por plantas como Morella y Podocarpus y en menor grado por Quercus, que a mediados de ese periodo dio paso a un robledal y en los últimos tres milenios se redujo considerablemente, dejando solo vegetación paramuna mezclada con parches de bosque, que es lo que se ve hoy.
Conocer a qué se debieron estas transformaciones, si al cambio climático o a la intervención del hombre, es importante para Castañeda, pero también considera que hay que llevar estos hallazgos más allá de la comunidad científica para generar conciencia sobre la importancia de la palinología y del polen, lo que para ella puede empezar desde la educación escolar tan solo con observar las abejas.