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Historias del Cosmos: ¿Hay un agujero sin estrellas en el cielo?
Las densas nubes de gas y polvo cósmico actúan como un velo que impide que observemos su brillo.
El objeto denominado NGC1999 está ubicado en la nebulosa de Orión. Foto: NASA/ESA Hubble Space Telescope
Cuál no sería la sorpresa del astrónomo William Herschel, cuando empezó a notar que en las noches despejadas y plagadas de estrellas, encontraba agujeros en el cielo en donde no brillaba ninguna.
Herschel, reconocido como uno de los mejores observadores del cielo de todos los tiempos, descubrió en 1774 con su telescopio una región en la constelación de Escorpión con una de esas extrañas calvas, lo que lo llevó a enunciar la frase “aquí hay verdaderamente un agujero en el cielo”.
Tiempo después se descubrió que el agujero era en realidad el resultado de tener una especie de cortina bloqueando la luz que hay detrás, generada por innumerables estrellas.
Las densas nubes de gas y polvo cósmico son el lugar de nacimiento de estrellas, y actúan como un velo que impide que observemos su brillo, a menos que lo hagamos en un tipo de luz diferente a la luz visible.
En particular, si observamos en radiación infrarroja, una luz menos energética que la visible, podremos detectar el resplandor del calor que emana del polvo, y ya no veríamos el intrigante agujero oscuro que sorprendió a Herschel.
Fue justamente el propio Herschel, quien en 1800 descubrió la región infrarroja del espectro electromagnético; es decir de la luz. Lo hizo a través del efecto que tiene esta luz incide sobre un termómetro, al notar un aumento en la temperatura, consiguiendo entonces relacionar la luz y el calor. La forma en que Herschel lo denominó fue calor radiante, y solo hasta casi finales del siglo XIX se usaría el término infrarrojo, más de medio siglo después de la muerte del astrónomo.
El infrarrojo reveló los lugares ocultos donde se están formando nuevas estrellas, pero para poder hacerlo bien, había que sacar los telescopios fuera de la Tierra. La razón es que la atmósfera terrestre no es transparente al infrarrojo, lo que significa que absorbe una gran parte de la radiación infrarroja que proviene de diversos objetos en el universo, y que ha viajado enormes distancias hasta llegar a nuestros telescopios.
Retrato de Webb de los Pilares de la Creación (MIRI) Foto:NASA/ESA/CSA
Hace poco el telescopio espacial JWST, que está especialmente diseñado para observar el infrarrojo, reveló una nueva imagen de los pilares de la creación, la llamativa región a unos 7.000 años luz de nuestro planeta con grandes columnas formadas por nubes de hidrógeno donde nacen estrellas. Me imagino la cara que pondría William Herschel si pudiera ver semejante espectáculo del cosmos en el tipo de luz que descubrió.
Aunque muchos de los misteriosos agujeros en el cielo salieron a la luz, literalmente, a la luz infrarroja que mostraba lo que se ocultaba tras el oscuro velo, alguno siguió siendo sombrío. Una región que observada con telescopios infrarrojos se sigue manteniendo oscura, hace parte del objeto denominado NGC1999 y está ubicada en la nebulosa de Orión. Esta famosa nebulosa es la región de formación de estrellas masivas más cercana a la Tierra, a 1.500 años luz.
La oscuridad en NGC199 es real y parece ser causada por chorros de material que expulsa una joven estrella cercana, los cuales van excavando una cavidad en el gas que rodea la estrella y generando un verdadero agujero. A fin de cuentas, Herschel no estaba tan equivocado al pensar que podían existir verdaderos agujeros en el cielo.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional