La experimentación en animales es un tema que ha causado controversia no solo desde una perspectiva ética, sino también porque varias organizaciones afirman que este tipo de pruebas no siempre es efectivo. Por estas razones, los científicos han desarrollado e implementado diversas alternativas, como la reconstrucción de tejidos humanos y el cultivo de células.
Humane Society International, una de las organizaciones de protección animal más grandes a nivel mundial, estima que alrededor de 500.000 animales, incluyendo conejos, conejillos de indias y hámsteres, son usados anualmente para el testeo de cosméticos.
Por su parte, Cruelty Free, que busca acabar con los experimentos con animales en todo el mundo, estima que al menos 192,1 millones de animales fueron usados por propósitos científicos en 2015.
Además, la organización afirma que el top 10 de los países que más realizan experimentos con animales son China (20,5 millones), Japón (15 millones), Estados Unidos (15,6 millones), Canadá (3,6 millones), Australia (3,2 millones), Corea del Sur (3,1 millones), Reino Unido (2,6 millones), Brasil (2,2 millones), Alemania (2 millones) y Francia (1,9 millones).
En la actualidad hay más de 40 países que han prohibido la experimentación con cosméticos como Colombia, Australia, Brasil, Canadá, Corea del Sur, Chile y Ecuador. Sin embargo, Cruelty Free explica que la implementación de nuevos métodos sin animales enfrenta diversos obstáculos burocráticos que dificultan su aplicación efectiva.
En el caso de Colombia, la Ley 2047 de 2020, que entró en vigor en agosto de este año, prohíbe el uso de animales para la experimentación en la producción, investigación, elaboración y comercialización de productos cosméticos, de aseo y absorbentes. Esta legislación muestra una tendencia mundial hacia la protección de los derechos de los animales.
Además, hace unas semanas se realizó en Bogotá el V Congreso Latinoamericano de Métodos Alternativos del Uso de Animales de Experimentación (V Colama), en el que compañías y científicos expusieron iniciativas claves para la erradicación de estas pruebas.
En el evento se abordaron las alternativas desde las tres ‘R’: reemplazo, reducción y refinamiento. En conversación con EL TIEMPO, la profesora María Constanza Lozano Álvarez, del departamento de Farmacia en el área de Toxicología de la Universidad Nacional, explicó que la reducción se refiere a la disminución del uso de animales en la experimentación. El refinamiento, por otro lado, aborda cómo se usan estos seres en diversas industrias desde una perspectiva bioética y, por último, el reemplazo se centra en la erradicación de estas pruebas y las alternativas que existen.
“En la actualidad, hay una gran cantidad de posibilidades tecnológicas en las que los animales pueden dejar de emplearse. No solo se trata de los cuestionamientos éticos por el uso de estos seres vivos, sino también de la extracción de información que proviene de otra especie y que vamos a aplicar en un ser humano. Es muy posible que la respuesta no sea la misma, mientras que las nuevas tecnologías usan células y tejidos humanos que pueden dar una respuesta un poco más compatible con la biología humana”, señala Lozano.
Según Cruelty Free, las pruebas de alergia cutánea en conejillos de indias y ratones solo predicen las reacciones humanas en un 72 por ciento, mientras que las iniciativas que combinan métodos alternativos basados en la química y el uso de células humanas tienen una precisión hasta de un 86 por ciento.
Asimismo, el test Draize de irritación cutánea en el que se inmoviliza al animal y se aplica la sustancia en su piel afeitada solo predice el efecto un 60 por ciento de las veces, mientras que los métodos que reconstruyen la epidermis humana tienen una precisión de hasta 80 por ciento.
Reconstrucción de tejidos
Desde hace mucho, se han popularizado varias alternativas en el mercado de belleza para el testeo de productos cosméticos en animales. De hecho, Cruelty Free señala que reemplazar a los animales no significa que se ponga en riesgo la vida de los humanos ni que tampoco se detenga el avance de la medicina.
“El desarrollo de métodos de testeo sin animales está creciendo rápidamente. Gracias a las innovaciones científicas, se han encontrado alternativas en áreas como testeo de toxicidad, neurociencia y desarrollo de medicamentos. Sin embargo, aún falta mucho por hacer”, explica el portal de la organización.
Algunas alternativas incluyen: estudios voluntarios, modelos computacionales, cultivos celulares y tejidos humanos. En este último, se usan tejidos donados por voluntarios mediante cirugías como biopsias, trasplantes u operaciones estéticas.
Este es el caso de Episkin, la filial de L’Oréal, que trabaja en ingeniería de tejidos y ofrece alternativas avanzadas para la evaluación de la seguridad de productos cosméticos.
La compañía se dedica a la reconstrucción de tejidos humanos, incluyendo la epidermis y la córnea, replicando las funciones naturales de la piel y los ojos. El proceso de reconstrucción comienza con fragmentos de piel donados durante cirugías plásticas, que son sometidos a controles de seguridad. Los queratinocitos, las principales células de la epidermis, son extraídos y cultivados en el laboratorio.
“Con el consentimiento de los donadores, extraemos las células de ese pedazo de piel, las multiplicamos. Después, estas forman una epidermis equivalente a la que tenemos. La córnea funciona de la misma forma”, explica Cristina García a EL TIEMPO, directora de investigación y comunicación científica para L’Oréal Latinoamérica.
Episkin ha desarrollado un modelo de córnea humana reconstruida, que se utiliza para evaluar la seguridad ocular de productos que entran en o con los ojos. Este avance ha sido validado por el Test de Irritación Ocular (OECD TG 492), ofreciendo una alternativa confiable y ética que reduce las pruebas en animales.
El resultado de este proceso es un modelo que permite testear la seguridad de diversos productos e ingredientes en su interacción con la piel. “Contamos con un riguroso control de calidad. Cada lote de piel o córnea que sale de Episkin incluye una carpeta de calidad. Hemos desarrollado esta metodología para garantizar su reproducibilidad, la cual ha sido validada por un comité científico internacional en Estados Unidos y ahora es reconocida por todas las entidades regulatorias”, agrega García.
Estos tejidos se pueden usar para el testeo de cualquier producto o ingrediente que pueda tener o con la piel o los ojos. Episkin además de trabajar con marcas cosméticas como L’Oréal, también es aliado de industrias farmacéuticas y agroquímicas.
La sede principal de la empresa se encuentra en Lyon, Francia, pero desde 2019, Episkin ha comenzado a realizar reconstrucción de tejidos en su sede en Brasil, y desde 2022, ha implementado la producción de córneas artificiales.
“L’Oréal decidió establecer la producción de tejidos en Latinoamérica porque si se traían desde Francia, el proceso no era lo suficientemente rápido para usarlos a tiempo”, explica García. Desde la inauguración de la sede de Brasil, se han realizado muchas capacitaciones en este país y en otros lugares como Colombia, Argentina, Chile y México para preparar a los médicos que los van a usar.
Respecto a los desafíos que enfrentan las alternativas al testeo de productos en animales, García señala que el principal obstáculo es el a los tejidos, que, al ser biológicos, tienen una vida útil muy limitada (diez días). El segundo reto es contar con suficiente personal capacitado para realizar las pruebas en laboratorios que cuenten con los equipos adecuados.
Aunque aún hay mucho trabajo por hacer, Lozano enfatiza que Colombia no está ajena al movimiento global que promueve la prohibición de pruebas en animales para productos cosméticos. “En Colombia la ley ya existe, pero necesitamos una implementación efectiva de esa regulación”, concluye.
REDACCIÓN VIDA