Cuando se mira un mapa de la Amazonia con sus impactos, ese es un mapa rojo, no verde. Las zonas rojas son las que ya se transformaron, se convirtieron en sabana o que esencialmente ya no son bosque. En casi todos los nueve países que conforman una de las selvas más biodiversas del planeta, que según estudios es responsable de la regulación de 1,5 °C del clima, hay algún porcentaje de degradación. Pero el nivel ya ha llegado a tal punto que el 20 por ciento de la Amazonia ya está transformado, ya no es selva.
Entre los hallazgos del documento que estudió las 847 millones de hectáreas que conforman la Amazonia, resalta que Brasil y Bolivia concentran el 90 por ciento de la deforestación y degradación combinada; además, el 66 por ciento de toda la Amazonia está bajo alguna presión que tumba árboles y bosque y que genera algún impacto, y la Guayana sa es el único país que no tiene hectáreas ni transformadas ni con alto nivel de degradación.
El texto fue presentado ayer durante la V Cumbre Amazónica de Pueblos Indígenas, que reúne en Lima a más de 500 pueblos originarios de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica). En el evento los indígenas propusieron otro de los temas clave del documento: que en menos de tres años se logre proteger el 80 por ciento del territorio amazónico, algo que ya habían pedido al mundo en septiembre de 2021 en el marco del Congreso Mundial de la Naturaleza, en Marsella (Francia).
Los indígenas también piden estar a cargo de esa protección, pues, según señala el informe, las áreas amazónicas a su cargo tienen menor nivel de degradación.
Según Carmen Josse, directora ejecutiva de EcoCiencia, una de las personas que trabajó en el estudio que analizó datos de 1985 a 2020, la Amazonia funciona como un bloque, por lo que los altos niveles de degradación y transformación que está padeciendo la llevan a un punto de no retorno, lo que exige una acción inmediata del mundo, pero sobre todo de los países que conforman el bioma.
Josse, señala que ya hoy son claramente visibles los efectos que la deforestación, la minería y las quemas, entre otros, están teniendo sobre el territorio amazónico, como, por ejemplo, una disminución de las lluvias, aumento en las sequías, desaparición de especies y subida de las temperaturas.
Entre los datos que encontró el informe están que en los últimos 20 años en la selva amazónica boliviana, la segunda con mayor porcentaje de transformación, han disminuido un 17 por ciento las lluvias. En cuanto a las especies, el documento enfatiza que 5 de los 9 países que conforman la Amazonia son países megadiversos, eso quiere decir que tienen al menos 5.000 especies de plantas del mundo como endémicas, sin embargo, según detalla la investigación, 137 especies vivas se extinguen cada día en la Amazonia debido a la pérdida de hábitat.
Para ella, detener el impacto que hoy está teniendo la Amazonia no es un tema solo de interés ambiental, sino del futuro, pues de la supervivencia y buen estado de los bosques inmensos, centenarios y de toda la vida que allí habita, dependen las lluvias que reciben las grandes ciudades del continente y el agua de la cual bebe mucha de la población de la región.
Josse agrega además que si bien el mundo se ha propuesto convertir el 30 por ciento de sus áreas naturales en zonas protegidas, eso en la Amazonia no es suficiente porque la pérdida de conectividad ecosistémica y de especies hace imposible que el bioma pueda funcionar.
“Una meta de proteger el 30 por ciento del mundo al 2030 es insuficiente, no va a resolver algo en la Amazonía. Para entonces ya habremos pasado el punto de no retorno en muchas áreas o en muchos países”, destaca la experta.
El caso de la amazonia colombiana
La Amazonia colombiana está en el informe como la cuarta, en cuanto a porcentaje de territorio impactado, después de Ecuador. En total, 12 por ciento del territorio amazónico del país ha sido transformado y 2 por ciento más tiene un alto nivel de degradación.
Según explica Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), un reflejo de eso en el país son los cientos de “parches” que se ven desde el cielo cuando se sobrevuela la región, y que son grandes extensiones de selva que han convertido en potreros para realizar ganadería, agricultura, siembra de cultivos ilícitos o sencillamente para acaparar, como si cualquiera pudiese ir a tumbar la selva y convertirla en finca.
Para Botero, la institucionalidad dejó abandonada a la Amazonia en Colombia y es la falta de la presencia del Estado la que está permitiendo que cada vez más la selva arda en llamas y el verde desaparezca. Pero aún peor, tampoco hay un impulso regional por proteger esta zona de la que dependen millones de personas.
“Una cosa es la voluntad de la cooperación internacional, que está bien, pero, por otro lado, hacen falta aún más esfuerzos y aún más recursos. Y peor, lo que más me duele es la poca voluntad de los gobiernos nacionales y la dificultad para rehacer un proceso que ha llevado varias décadas”, finalizó el experto.
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