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Análisis
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El planeta superó el 1,5 °C, el peligroso límite de aumento de las temperaturas: ¿qué va a suceder?
Desastres naturales, crisis energéticas y millones en pérdidas están entre las posibilidades.
Océanos más cálidos generan huracanes más fuertes. Bradenton Beach, Florida, tras el huracán Helene. Foto: Zack Wittman para The New York Times
En una oficina, la diferencia entre tener el aire acondicionado en 18,5 °C y tenerlo en 20 °C es apenas notable. Si bien hace ligeramente más calor, la sensación sigue siendo la de un espacio fresco. Para el planeta, sin embargo, esa diferencia es dramática. Un aumento promedio de 1,5 °C en la temperatura se traduce en huracanes más devastadores, sequías más intensas, inundaciones más frecuentes e incendios más voraces, como hemos observado en los últimos meses
En 2015, en el Acuerdo de París, el mundo se comprometió a realizar todos los esfuerzos posibles para evitar superar los 1,5 °C de aumento de las temperaturas respecto a épocas preindustriales (cuando no se emitían inmensas cantidades de gases contaminantes que son, en esencia, los culpables del calentamiento global). No obstante, el año pasado el mundo comenzó a incumplir ese compromiso. De acuerdo con Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea, en 2016 el planeta superó el umbral y llegó a 1,6 °C de aumento.
El aumento de las temperaturas genera incendios más voraces. Foto:gettyimages
Y aunque todavía no incumplimos totalmente el Acuerdo (porque ese aumento tendría que mantenerse durante varios años), lo que se evidenció en 2024 es un reflejo del clima incierto que nos espera a futuro mientras se sigan acrecentando las temperaturas. El año pasado el planeta presenció la destrucción mortal que dejaron a su paso los huracanes Milton, Beryl y Helene en México, el Caribe y el sur de Estados Unidos; las anegadas calles de Emiratos Árabes Unidos donde en un día cayó el equivalente a dos años de lluvia; los inmensos incendios forestales en el oeste de Estados Unidos y Canadá; y las canículas que causaron la muerte de al menos 1.300 peregrinos musulmanes en junio cuando realizaban su tradicional peregrinación a La Meca, en Arabia Saudita.
Los fenómenos climáticos no solo han causado miles de muertes, sino que también han empobrecido aún más a muchas poblaciones. Estas catástrofes naturales generaron pérdidas por 310.000 millones de dólares en todo el mundo, según estimaciones de la aseguradora Swiss Re. Las regiones más pobres del planeta han sido las más afectadas, como por ejemplo los países del sur de África, donde unos 26 millones de personas están amenazados por la inseguridad alimentaria, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.
Daños tras el paso del huracán Helene por Horseshoe Beach, Florida. Foto:AFP
No todo está perdido en la lucha climática
La percepción mundial, sin embargo, es que la situación empeoraría. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (el segundo mayor emisor de gases contaminantes a nivel global) y su política para impulsar el sector de los hidrocarburos aumenta la presión sobre el planeta, más aún en un año en el que los países del mundo tienen “como tarea” llevar compromisos más ambiciosos para la disminución de emisiones a la COP30, que se realizará en Brasil en noviembre.
Ahora, bajo el mando de Trump, la mayor economía del mundo no solo buscará salirse del Acuerdo de París (para no estar atado a los compromisos de disminución de emisiones) sino que impulsará la extracción de petróleo y gas, pese al consenso científico de que es el camino incorrecto. “Con mis acciones de hoy, pondremos fin al ‘Green New Deal’, y revocaremos el mandato del vehículo eléctrico, salvando nuestra industria automovilística”, dijo el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su posesión el 20 de enero.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto:AFP
Un análisis desarrollado por Carbon Brief señala que las políticas en contra del sector ambiental de Trump pueden llevar a que Estados Unidos emita un total de 4.000 millones de toneladas de CO2 extra de aquí a 2030. Básicamente habría un extra de todas las emisiones anuales combinadas de la Unión Europa y Japón. “Un segundo mandato de Trump anularía –dos veces– todos los ahorros obtenidos con la implementación de energía eólica, solar y otras tecnologías limpias en todo el mundo durante los últimos cinco años”, resalta Carbon Brief.
No obstante, para los expertos, aunque la situación resulta desalentadora, eso no significa que no haya esperanzas. Según Alejandro Duarte, country mánager para Colombia de ERM, la firma consultora en sostenibilidad más grande del mundo, si bien la visión de Trump, centrada en la explotación de hidrocarburos y la maximización de ingresos económicos a través de estos recursos, podría generar una ralentización en las iniciativas climáticas de su país, muchas industrias ya han adoptado compromisos independientes en términos de sostenibilidad y descarbonización.
“Estos compromisos tienen implicaciones tanto económicas como reputacionales, y forman parte del valor estratégico de las empresas. Además, existe una creciente presión de mercados internacionales, y un compromiso moral por parte de algunos directivos, para seguir avanzando en la transición climática. En otros mercados, como Europa y Asia, los compromisos de descarbonización se mantienen sólidos. Sí, aún hay esperanza, pero el tiempo apremia. Si no se logran redirigir los esfuerzos globales hacia la meta de 1,5 °C y nos acercamos a un calentamiento de 2 °C, los riesgos y la severidad de los eventos climáticos aumentarán, lo que afectará más gravemente a los países en vías de desarrollo”, señala Duarte.
Mayores emisores de gases contaminantes a nivel global. Foto:AFP - Adaptación Infografía ETCE
Aunque el límite de 1,5 °C plantea riesgos para el mundo, estas amenazas en teoría “se conocen”. El ‘Informe Especial sobre Calentamiento Global de 1,5 °C’, desarrollado por 91 autores de 40 países que hacen parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), planteó en 2018 un panorama de lo que nos espera si lo superamos.
Los científicos advirtieron en ese entonces que superar ese umbral crecería los riesgos hacia la “salud, bienes materiales necesarios a la subsistencia, seguridad alimentaria, suministro de agua, seguridad humana, y crecimiento económico”. El ganado sería también afectado al aumentar temperaturas a través de “cambios en calidad alimenticia, expansión de enfermedades y disponibilidad de recurso del agua” y los “riesgos de algunas enfermedades transmitidas por vectores, como malaria y dengue, están proyectadas para aumentar”.
Este año se ha presentado un récord histórico de casos de dengue en Latinoamérica, según la OPS. Foto:Archivo EL TIEMPO
Sin embargo, el panorama actual parece encaminado a ir más allá, hacia el umbral ‘desconocido’ de los 2 °C. En el Acuerdo de París, se estableció que el planeta debía mantenerse ‘muy por debajo’ de un aumento de 2 °C en las temperaturas. Esto se debe a que superar ese límite implica adentrarse en escenarios inciertos, donde se exacerban los fenómenos hidrometeorológicos, aumentan los niveles del mar, disminuye el hielo en el Ártico, los corales sufren blanqueamiento y se produce una pérdida masiva de ecosistemas
Benjamín Quesada, climatólogo y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, explica que si bien es cierto que durante lo que queda de esta década veremos a Estados Unidos quemando petróleo como nunca antes, eso no significa que aún no tengamos posibilidades para alejarnos del aterrador umbral de los 2 °C, sobre todo en países como China (principal emisor de gases a nivel global) que pueden ver este momento como una oportunidad para impulsar sus transiciones energéticas.
“Llegar a dos grados todavía es posible, sí. Pero no es seguro que la llegada de Donald Trump cause un efecto dominó. China va a poder adoptar justamente compromisos climáticos mayores, impulsando aún más las energías renovables para ser un líder sin competidores importantes. Entonces también pueden aparecer buenas noticias. Vamos a ver desde la sociedad civil mundial cómo reaccionan frente a tantos extremos, a tantas afectaciones. La misma economía se va a ver afectada. Sabemos que el costo de la inacción en materia climática es mucho mayor al costo de las inversiones que hay que hacer en mitigación y adaptación al cambio climático. Y todavía hay espacio para reducir mucho las emisiones de gases de efecto invernadero”, asegura Quesada.
Adaptarnos, un tema urgente
La fórmula es simple: más calor traerá más desastres climáticos, pero por añadidura, también acarreará riesgos para los países y pérdidas para las economías, sobre todo las que están en vías de desarrollo y no se han adaptado. Una investigación de Adrien Bilal, economista de Harvard y Diego Känzig de la Universidad Northwestern, encontró que por cada 1 °C de aumento en la temperatura global se genera una disminución del 12 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) mundial.
Para países en vías de desarrollo, como es el caso de Colombia, los riesgos son claros: afectaciones a la infraestructura, pérdida de cultivos, riesgos para la salud de las personas y una amenaza a la soberanía energética, como se vio el año pasado en Ecuador que durante varios meses sufrió por apagones, debido a que su energía se produce gracias a hidroeléctricas, afectadas por las sequías históricas del año pasado.
Al respecto, según explica la presidenta ejecutiva de la Asociación de Energías Renovables de Colombia (SER Colombia), Alexandra Hernández, el mundo debe enfocarse en seguir disminuyendo las emisiones a partir de energías alternativas (como la solar o la eólica), pero en esa carrera países como el nuestro (que emiten poco, pero dependen mucho del clima) no deben quedarse atrás.
Colombia genera gran parte de su energía eléctrica a partir de embalses. Foto:Acueducto de Bogotá
“Todos los países necesitan adaptarse a la crisis climática. Colombia es uno de los más expuestos, además necesita atender su demanda creciente de energía. La crisis climática inevitablemente traerá veranos más frecuentes e intensos. En un país como Colombia, cuya generación de energía depende en gran medida del agua concentrada en unas pocas regiones, será fundamental complementar con energías renovables. Estas, además de ser competitivas en tarifas, aprovechan que, cuando hay menos lluvia, suelen aumentar el sol y el viento”, agrega Hernández.