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Flor de Inírida: todo lo que debe saber sobre la flor 'eterna' que será símbolo de la COP16
La Flor de Inírida tiene la capacidad de soportar intensas inundaciones y sequías.
Flor de Inírida de invierno (Guacamaya superba) durante su pico de floración que normalmente se da en la temporada de lluvias. Foto: Mateo Fernández Lucero

PERIODISTA DE MEDIOAMBIENTE Y SALUDActualizado:
En la Amazonia colombiana, un par de flores de tonalidad rojiza se despliegan a lo largo de los cerros de Mavecure, en el departamento de Guainía. Desafiando las condiciones climáticas extremas de su entorno, crecen entre los pajonales y suelos con bajos nutrientes, sin importar si hay intensas sequías o inundaciones. Son flores curiosas: sus cabezuelas en forma de estrella, aún cuando mueren y pierden su color vibrante, tienen la capacidad de mantener su estructura original. Esa característica hace que algunos las conozcan como “flores eternas”.
Inflorescencia de la flor de Inírida de invierno (Guacamaya superba) en estado natural, es decir, sin haber removido las brácteas involucrales de color café que protejen la inflorescencia cuando está joven. Estas estructuras son naturalmente perforadas por las brácteas florales de color rojizo-blanco, como se puede ver en la foto. Foto:Mateo Fernández Lucero
La COP16 es el espacio de discusión y negociación más importante del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas, en donde se espera que los países dialoguen no solamente sobre conservación de la biodiversidad, sino también sobre el uso sostenible de sus componentes y el reparto justo y equitativo de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos, con el objetivo común de detener y revertir la pérdida de naturaleza rumbo al 2030.
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible argumentó que la elección de la flor de Inírida implicó un proceso en el que se analizaron opciones de representación de flora y fauna, así como la importancia del sol en la cosmogonía indígena y los pictogramas de la serranía de Chiribiquete. De allí surgió la idea de ilustrar a esta flor con 36 pétalos de colores que representan las 23 metas de biodiversidad de las Naciones Unidas y las trece ecorregiones de Colombia —como la Amazonía, la Región Insular, los Páramos y el Macizo colombiano, entre otras— priorizadas en el Plan Nacional de Desarrollo.
Pero, ¿cómo es esta flor? ¿Qué la hace tan especial? Mongabay Latam conversó con dos colombianos especialistas en botánica que la han estudiado a profundidad.
Tres principales variedades naturales de coloración en la flor de Inírida de verano (Schoenocephalium teretifolium). Foto:Mateo Fernández Lucero
Su hábitat y sus amenazas
“La flor de Inírida de invierno tiene una inflorescencia bastante particular y muy vistosa. En su época de floración adorna de colores rojizos las sabanas, puede llegar a medir hasta 1,7 metros de altura y en su parte final tiene una cabezuela roja”, describe el botánico Nicolás Castaño, líder del grupo de flora del Programa de Ecosistemas e investigador del Herbario Amazónico Colombiano del Instituto Sinchi.
Flor de Inírida de verano (Schoenocephalium teretifolium) durante su pico de floración, que normalmente se da en la temporada seca. Foto:Mateo Fernández Lucero
“Es un ambiente que dura inundado la mitad del año y, la otra mitad, se seca radicalmente, incluso llegando a incendiarse. Esto hace que las plantas que habitan acá —no sólo la flor de Inírida, porque en estos ecosistemas se han descrito más de 300 especies— hayan logrado adaptaciones muy particulares durante millones de años, para poder sobrellevar estas condiciones del medio y del clima que es tan variable, por ejemplo, la formación de un tanque para almacenar agua y nutrientes a partir de las vainas de las hojas ya muertas, parecido al de las bromelias”, describe Fernández Lucero.
La particularidad y delicadeza de los ecosistemas donde crece esta flor hacen que su recuperación y restauración sean sumamente lentas frente a las amenazas derivadas del cambio de uso del suelo, refiere el experto. En ambos países, actividades como la minería de oro, la urbanización, el tránsito de vehículos motorizados y las de carácter agropecuario, ponen en riesgo la supervivencia de la flor de Inírida en las sabanas.
Mateo Fernández Lucero, botánico colombiano que ha estudiado las flores de Inírida desde el 2009 y ha publicado los artículos científicos que existen sobre estas especies. También es el director científico de Liwi. Foto:Soraya Kishtwari
En el pasado, esta flor también fue extraída del ecosistema sin control. Fernández Lucero investigó que, alrededor de 30 años atrás, en el municipio de Inírida, la gente solía llenar aviones con las inflorescencias de ambas especies, afectando las plantas completas al arrancarlas. Esto provocó el aislamiento de las especies, alejándolas cada vez más del pueblo.
Las resoluciones y vedas implementadas desde 1998 por la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) —autoridad ambiental regional— ayudaron a evitar que una de las últimas poblaciones vulnerables desapareciera del área municipal de Inírida. Con este remanente fue que el botánico comenzó a colaborar, desde el 2009, con la asociación ambiental Akayú —que ya trabajaba en la zona con las comunidades indígenas y rurales desde el 2002 y que, posteriormente, se transformaría en la organización Liwi—, para recuperar y fortalecer la población local de flor de Inírida.
Flor de Inírida de invierno (Guacamaya superba). Foto:Frank Chavéz
El futuro de la flor eterna
“Desde el punto de vista botánico, siento la ilusión de que haya un poco más de atención, por un lado, sobre las especies amenazadas, pero también que se reivindiquen los conocimientos tradicionales y esa posibilidad de uso sostenible de la biodiversidad. La flor de Inírida es un ejemplo de ello, porque hay alternativas, hay formas de usar esa biodiversidad, por eso necesitamos sumar esfuerzos para que suceda”, afirma el botánico Castaño.
En eso coincide Mateo Fernández Lucero. Ahora que Colombia y la Amazonía ganarán visibilidad, el botánico espera que la atención del mundo trascienda en hechos tangibles para la conservación de múltiples especies, ecosistemas y regiones, así como para el bienestar de las comunidades locales, que finalmente son los actores más importantes de la conservación.
“La flor de Inírida hoy es la protagonista, pero lo bonito de la iniciativa que abandera es que protege a todo un ecosistema”, concluye Fernández Lucero. “Queremos que pueda seguir siendo esa especie sombrilla que permite conservar a muchas otras”.
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