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Análisis
S.O.S. ¡hay que salvar los océanos ya! Costa Rica llamó a actuar a 30 países en cumbre ambiental
El resultado fue proponer una “declaración de paz al océano” en medio del foro auspiciado por la ONU. El plástico no es la única amenaza para la vida marina.
Plásticos, macroalgas, gases de efecto invernadero y el calentamiento global son algunos de los problemas que afectan el ecosistema. Foto: iStock
Los días 7 y 8 de junio tuvo lugar ‘Immersed in Change’, una cumbre ambiental organizada por Costa Rica en colaboración con el Gobierno francés. Buscaba que políticos, científicos y participantes de la sociedad civil compartieran buenas prácticas y experiencias exitosas sobre la gobernanza y salud de los mares. El evento surgió como preparación a la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano, que Costa Rica y Francia también coorganizarán en Niza en junio de 2025. Y concluyó con una Declaratoria de Paz para el Océano, avalada por 26 países.
Entre los firmantes estaban Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay. El documento contiene 12 enunciados, vinculados con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 de la ONU, para conservar y utilizar sosteniblemente los recursos marinos del planeta. Esta Declaratoria de Paz muestra el “convencimiento profundo de que debemos mover nuestras acciones hacia una economía azul sostenible y soluciones basadas en la naturaleza, tomando como punto de partida la información científica para la toma de decisiones”.
Sin embargo se trata de una exposición de buenas intenciones, pero sin carácter obligatorio para los firmantes ni acciones concretas a seguir. Por eso algunos expresaron algo de escepticismo, como Damián Martínez Fernández, director de Conservación y Política Pública de la Federación Costarricense de Pesca.
“Nosotros, como ONG, exigiríamos que los países que lo firmaron y, sobre todo, los de la región latinoamericana, lleguen a Niza el próximo año y cuenten qué están haciendo para reducir las amenazas y continuar con la paz a los océanos”, dice.
Martínez hace esa advertencia porque la situación de los océanos es muy crítica en diversos aspectos. Por ejemplo, en 2023 se registró uno de los mayores aumentos en temperatura, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), aunque este calentamiento se ha venido acelerando constantemente en las últimas dos décadas.
Policía ambiental intenta limpiar basuras en Mount Lavinia, Colombo, Sri-Lanka. Foto:LAKRUWAN WANNIARACHCHI. AFP
En un estudio en el que participaron más de 100 científicos de 30 países, la Unesco demuestra que dicha temperatura aumentó en comparación con los niveles preindustriales un promedio de 1,45 grados centígrados, aunque hay puntos en el mar Mediterráneo, en el océano Atlántico Tropical y en el Meridional en los que dicho aumento rebasa los 2 grados centígrados, justo por encima de una de las metas del Acuerdo de París.
Dicho calentamiento ya ha aumentado el nivel del mar en el planeta, en una tasa que se ha duplicado en los últimos 30 años, hasta los nueve centímetros. El problema es que este fenómeno se sigue acelerando de tal manera que, antes de que termine el siglo, islas como Cuba podrían perder 10 % de su territorio por la subida de las aguas oceánicas. El país caribeño, de hecho, será una de las naciones más castigadas, a pesar de ser responsable solo del 0,08 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Océanos sin dueño
“El océano es un recordatorio constante de que todos estamos conectados. Su salud es nuestra salud. Su bienestar es nuestro bienestar”, dice la periodista Katiana Murillo, especializada en cambio climático. Los mares están sufriendo los efectos de la acción humana de manera muy alarmante. Según comparte Murillo, estos han absorbido el 90 % del calor del calentamiento global. Y la mayoría de las políticas globales están enfocadas en proteger los recursos terrestres, no los marinos. Mucho se debe a que hay extensas zonas marinas que no pertenecen a ninguna nación, así que nadie quiere hacerse responsable por ellas.
Asimismo, la Unesco informa que se han identificado alrededor de 500 zonas muertas oceánicas, donde “casi no queda vida marina debido a la disminución del contenido de oxígeno en el agua”. La entidad señala que existe una gran preocupación debido al aumento de la acidez del agua, “derivada del exceso de CO2 proveniente de las emisiones de combustibles fósiles”. Dicha acidez ya ha aumentado un 30 % con respecto a los niveles preindustriales, pero “se proyecta que la subida alcanzará un 170 % para 2100”.
Otros de los grandes problemas son la pesca indiscriminada y la concentración de basura. “Hay una preocupación con los plásticos en el océano, porque es una de las amenazas más grandes”, explica Murillo. De hecho, la mayor masa flotante del mundo está en el Pacífico Norte. Cubre una superficie de más de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a un poco menos que México. En el Atlántico norte se encuentra otra concentración importante con más de 200.000 fragmentos de plásticos por kilómetro cuadrado.
Una de las recomendaciones de los expertos para evitar este tipo de situaciones es depositar las basuras solo en los sitios dispuestos para ello. Foto:iStock
“El océano es un recordatorio constante de que todos estamos conectados. Su salud es nuestra salud. Su bienestar es nuestro bienestar”.
Aunque no son las únicas islas de basura, “ambas se gestaron como resultado de decisiones multinacionales desafortunadas acerca del manejo de desechos y desde una economía lineal compuesta por procesos consecutivos de extracción-producción-distribución-consumo-desecho”, explican en un artículo académico Rosenda Aguilar y Salvador García, investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Los ecosistemas marinos cumplen un papel muy relevante para el equilibrio climático del planeta. Son “verdaderas bombas de carbono”, como señala el Atlas América Latina y el Caribe, editado por la Agence Française de Développement (AFD) y SciencesPo. Es que ellos absorben entre el 25 % y el 30 % de las emisiones de CO2 del planeta, “lo que limita enormemente las emisiones a la atmósfera y la producción de calor”.
Es necesario darles un “respiro” a los océanos y que los dejemos de saquear y contaminar, “porque todo lo que pasa en los continentes repercute en el mar. Los esfuerzos que se puedan hacer a nivel regional son muy valiosos porque se pueden replicar en otras partes del mundo. Llegó el momento de tratar de proteger los espacios marinos”, afirma Gina Cuza, directora del Área de Conservación Marina Cocos en Costa Rica.
Pero entre todo este desastre, hay una buena noticia: América Latina se ha convertido en una de las zonas más significativas para la preservación de los océanos. A pesar de la escasez de sus recursos para invertir en este tema e investigar los efectos del cambio climático, como señala Murillo, en los foros internacionales se destaca por la alta participación de los gobiernos. “Es una región que colabora, que es muy buena para establecer alianzas y eso es algo que hay que fomentar cada vez más. Si algo tiene la región de positivo es que le es muy fácil unirse, es una región de empuje, muy de iniciativas y muy de colaboración. Y eso es clave”.
Un dato importante a manera de ejemplo: en 2010, los firmantes del Convenio sobre la Diversidad Biológica se propusieron el objetivo de salvaguardar el 10 % de las zonas marítimas y costeras para 2020 a escala global. Latinoamérica rebasó la meta en un 24,44 %, al pasar de menos de un millón a más de cinco millones de kilómetros cuadrados de superficie marina protegida. “Este margen de progreso, que coloca a la región en una posición bastante buena a nivel mundial, también refleja los importantes esfuerzos realizados por los gobiernos nacionales”, apunta el Atlas de la AFD.
Costa Rica, México, Brasil y Chile lideran la protección de sus aguas marítimas. En este último país, por ejemplo, ya tienen protegidas el 41,53 % de las zonas marinas y costeras, de acuerdo con información de la ONG Protected Planet. Asimismo, en enero de 2023, el gobierno de Gabriel Boric creó la zona de protección en la Bahía de Pisagua, gracias a la movilización de investigadores de la Universidad Arturo Prat y expertos de Oceana –la mayor organización internacional de defensa de los océanos— quienes habían revelado la riqueza de esta zona en términos de biodiversidad.
Ya no hay agua en algunos países y muchos tienen enfermedades constantes por el tema ambiental.
Una de las iniciativas más relevantes en la región es el Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical, creado hace más de dos décadas por iniciativa de los gobiernos de Costa Rica y Ecuador, aunque hoy también participan Panamá y Colombia, con apoyo de la Unión Europea, el principado de Mónaco y la Unesco, entre otras organizaciones. Busca la adecuada gestión de los recursos marinos y costeros, además de la biodiversidad, a través de estrategias regionales gubernamentales conjuntas. “Es un espacio que invita a otros gobiernos a ampliar sus áreas de conservación, pero también a llevar a cabo una gestión articulada porque las especies marinas no tienen fronteras, no tienen limitaciones”, asegura Cuzo.
“Muchas de las especies de importancia turística, por decir ballenas y tortugas marinas, no conocen límites geográficos. Entonces, hay un intercambio de especies. Las mismas ballenas que se ven en Costa Rica, migran hasta Chile o a México”, agrega Damián Martínez. Y señala que existen otros esfuerzos a nivel regional, como en el Pacífico Sur y el Pacífico Este, donde se tratan de hacer propuestas de manejo conjunto de recursos marinos.
La Unesco señala a los bosques marinos como la barrera más importante contra la acelerada degradación que enfrentan los océanos. Se trata de conjuntos de macroalgas que alcanzan hasta 30 metros y absorben cinco veces más carbono que los bosques de tierra. Por eso, “además de ser refugios de biodiversidad, representan uno de los mejores baluartes contra el calentamiento global”. Sin embargo, solo alrededor de 40 % de los países del mundo tienen políticas para restaurarlos y conservarlos.
Gina Cuzo se mantiene optimista sobre el futuro de los océanos, siempre y cuando los países realicen acciones conjuntas para conservar los recursos marítimos. “Todavía hay esperanza si se hacen foros internacionales y los gobiernos entienden la necesidad de invertir recursos. Estamos a tiempo de poder revertir de alguna manera el daño que hemos venido generando durante años”. Reconoce que muchos gobiernos sí están haciendo esfuerzos por mitigar los impactos humanos en los océanos, que ya son evidentes: “Ya no hay agua en algunos países y muchos tienen enfermedades constantes por el tema ambiental”.
Así pues, como dice el documento de Costa Rica, es hora de declararles la paz a los océanos. Los expertos coinciden en la necesidad de que la sociedad completa se involucre en este asunto, a partir de dos principios básicos: la educación en temas ambientales y la toma de decisiones políticas basadas en datos científicos. Porque ello dará garantía de continuidad a las acciones del presente, por el bien del futuro del planeta.
CARLOS GUTIÉRREZ*
CONNECTAS**
(*) Periodista mexicano, miembro de la Mesa Editorial de ‘Connectas’, Doctor en Lenguajes y Manifestaciones Artísticas y Literarias, y Máster en Pensamiento Español e Iberoamericano por la Universidad Autónoma de Madrid y profesional en Ciencias de la Comunicación por la UNAM.
(**) Es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas. Este artículo fue editado por cuestiones de espacio.