Es usual escuchar que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. Pero llevar el optimismo al extremo también puede poner en riesgo nuestra salud mental. Esto es lo que se conoce como felicidad o positividad tóxica, un término acuñado en los últimos tiempos para hacer referencia a la disposición de algunas personas de mostrarse siempre felices y alegres, desconociendo emociones que pueden no resultar placenteras.
Así lo explicó David Bonilla, psicólogo de la Universidad El Bosque, quien asegura que esta actitud puede resultar problemática porque se niegan las posibilidades humanas de sentir tristeza, frustración, ira u otras emociones negativas. “Las consecuencias principales son que las personas tienen sentimientos de culpa por no estar en esa actitud de positivismo extremo”, le dijo el especialista a EL TIEMPO.
Esto se ha empezado a evidenciar en su consulta con personas que retardan procesos de aceptar esas emociones, que no pueden catalogarse como buenas ni males, sino como necesarias para enfrentar el día a día de una manera más saludable, para procesar situaciones que pueden ser dolorosas y para conectar con la realidad.
Un punto que también resalta Lucia Gil, psicóloga y especialista en neuropsicología infantil. “Hay que entender que no hay emociones buenas y malas. Todos nos enojamos, estamos tristes en algún momento o podemos no ver la vida tan feliz. Las personas que todo el tiempo se muestran positivas en ocasiones tratan de invalidar a aquellas que viven otras emociones”, señaló.
Para ella, aunque las personas se muestran positivas en exceso, es un estado imposible porque ni somos ni vivimos en un mundo perfecto. Una creencia a la que han aportado las redes sociales, en donde se suelen compartir solo aspectos positivos.
Otro efecto que señala Bonilla en niños y adolescentes es que se les niega la posibilidad de lidiar con el displacer que produce no hacer nada, obligándolos a estar todo el tiempo ocupados, siendo productivos y mostrando buena cara, lo que puede afectar su salud y llevar a consecuencias como el no reconocimiento emocional cuando sean adultos.
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