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Klaus Bo: el fotógrafo de la muerte
Este fotógrafo danés lleva más de una década trabajando en el Dead and Alive Project.
Dead And Alive Project - NO USAR ESTA FOTO. SOLO ESTÁ AUTORIZADA PARA UN ARTÍCULO. Foto: Klaus Bo
La muerte ha posado para Klaus Bo desde 2002, cuando documentó un funeral en una mezquita en Dinamarca. Hoy, casi 20 años después de esa primera fotografía que marcó su carrera, este fotógrafo danés ha viajado por una decena de países del mundo -Haití, India, Dinamarca, Rumania, Nepal, Ghana, Guatemala, Madgascar, Filipinas e Indonesia- fotografiando rituales mortuorios de las cinco grandes religiones: cristianismo, budismo, judaísmo, hinduismo e islam.
Esa peregrinación tras la muerte se convirtió en un proyecto profesional y de vida: el Dead and Alive Project en el que Klaus calcula que ha invertido más de 75.000 dólares. “Es una pasión costosa”, ite entre risas y confiesa, “Todo lo he pagado yo. Vendí mi casa de verano, mi carro e incluso mi equipo más costoso de fotografía”.
“La gente celebra la muerte alrededor del mundo. Celebran sus ancestros, bailan con ellos, los sacan, se toman fotos. Hay cosas fantásticas que parecen fuera de este mundo. Es fantástico y lo amo”, dice y agrega, “cuando empecé este proyecto le tenía miedo a la muerte, al tiempo que pasa. Ya no tengo miedo de eso”.
La gente celebra la muerte alrededor del mundo. Celebran sus ancestros, bailan con ellos, los sacan, se toman fotos. Hay cosas fantásticas que parecen fuera de este mundo
Aunque la muerte es su musa, Klaus solo ha tenido un encuentro personal con ella. Hace 22 años, murió Linda, su novia, por un tumor cerebral. “Después de su entierro, estaba en mi apartamento y mi mamá me llamó. Le pregunté ‘¿por qué no me llamas más seguido?’, yo estaba triste porque Linda estaba muerta. Ella me dijo ‘no soy tu psicóloga’. Yo le respondí ‘no, pero eres mi mamá’”, relata y agrega, “eso muestra que en Dinamarca la muerte es un tabú. Un funeral es media hora en la iglesia, quizá un par de horas con café y pastel y eso fue todo”.
Según cifras del Pew Research Center, consolidadas a partir de una investigación hecha entre 2015 y 2017, 46 por ciento de los encuestados de Dinamarca aseguró no creer en ningún Dios y apenas un 8 por ciento consideró la religión como algo importante en su vida.
“Vengo de un país ateo. Fui criado bajo la idea de que no hay nada después de la muerte; pero ahora que he viajado he visto que la gente cree que sí. No podemos probar que hay algo después de la muerte, así cómo tampoco podemos probar que no lo hay. Eso me da mucha curiosidad, esa posibilidad”, comenta Klaus.
Quizá por eso, aquella escena en la mezquita, que vio en 2002, lo impactó tanto y fue la semilla de una obsesión por fotografiar la muerte en todas sus formas.
“El difunto era un hombre que iba a ser llevado de regreso a Pakistán para ser enterrado en suelo sagrado. Cuando estaba haciendo mis fotos, vi un niño entre miles de personas, de unos ocho años, y él estaba mirando dentro del ataúd. Miraba al difunto con curiosidad. No estaba asustado, era pura y simple curiosidad. Me puso a pensar en mi país. (Allí la muerte) genera algo de rechazo y es ridículo, porque la muerte es parte de nuestra vida. Creo que podemos prepararnos para vivir esta vida abrazando la muerte, en vez de repudiarla, de enviarla lejos”.
Desde ese día, Klaus empezó a pensar en la muerte como un tema fotógráfico: sin embargo, el comienzo del proyecto no fue inmediato. . “Estuve pensándolo por algunos años. Pero mis colegas dijeron ‘no hay fotos en ese proyecto’, ‘no es interesante’, ‘olvídalo y ya’. Pero yo soy un poco terco”, dice Klaus, entre risas. Ese poco respaldo que recibió en su país hizo que la idea quedara quieta por algunos años. Hasta 2009, cuando la muerte volvió a posar para él.
“Fui a Groenlandia para unas fotos de la reina. Ella iba en el avión, pero no pudo aterrizar. Quise aprovechar el tiempo y fui al cementerio, a mirar cómo lucía. Y di con una vista hermosa”. Klaus obturó. En esa foto quedó retratada una montaña envuelta entre la niebla y cubierta por cientos de tumbas blancas, cada una con su cruz y un tapete de flores.
“Cuando tomé esa foto y la vi en casa dije ‘wow, aquí hay algo’. Y supe que tenía que trabajar en eso. Empecé con otro fotógrafo, dos periodistas y un etnólogo, juntos quisimos recaudar fondos. Pero es difícil cuando tratas de hacerlo en un país donde la muerte es un tabú. Nadie quería apoyarnos. Después de un año de intentarlo dije ‘Ah, lo voy a hacer yo mismo’.
Hizo una primera inversión y, en 2011, hizo el primer viaje: Haití. Allí, documentó el Dessounin, un ritual vudú -que mezcla tradiciones africanas y católicas- en el que el espíritu es separado del cuerpo del difunto. Si este proceso no se surte, se cree que el espíritu puede quedar en pena como un fantasma. Esa preparación, que incluye cantos y riego de licores sobre el cadáver.
“Me tomó cerca de dos meses y medio fotografiar y acercarme a lo que quería. Nadie podía hacerlo, es un ritual muy secreto, pero ahora yo tengo fotos de eso. Después de ese ritual, supe que el proyecto era interesante y posible; y que era posible hacerlo en una forma digna, sin que asustara. No quiero asustar a la gente con mis fotos, pero no quiero esconder nada, sino mostrar las cosas como son”, dice Klaus y anota que cada fotografía se obtura con un principio: “Pienso en cómo me gustaría ser fotografiado si ese muerto yo. Es cuestión de respeto”.
Con eso en mente, viajó también en 2012 a Varanasi (India) a documentar las cremaciones y el arrojo de los cadáveres al río Ganges; en 2013 y 2014 a Timal (Nepal) para aprender el ritual de los Tamang, un proceso que incluye cantos, ofrendas, un recorrido con el cadáver, una cremación y la conservación en casa de la calavera y algunas prendas hasta que la persona reencarna; en 2015 en Madagascar para ver el Famadihana, un ritual que se repite cada siete años y que consiste en sacar los cadáveres de sus tumbas para ser honrados con rezos, bailes y la renovación de la seda que los cubre y, finalmente, ser devueltos a su morada; y, en 2017 y 2018 a Indonesia a retratar su proceso favorito: el Ma’nene de los Tana Toraja.
“Siempre sueño con volver a Tana Toraja”, dice y explica el ritual que los fascina: “Si tienes alguien en casa que murió, lo llamas ‘makula’, y lo consideras una persona enferma, porque no mueres hasta que se haga una ceremonia de sacrificio de búfalos. Ellos creen que tu espíritu necesita del espíritu del búfalo para terminar el camino al paraíso”. Sin embargo, el funeral es tan costoso que los ‘makula’ pueden tardar años sin su funeral, por lo que son mantenidos en casa hasta que las familias ahorran el dinero suficiente. Un artículo de El Mundo explica que los cadáveres son amortajados y preparados con formol y ungüentos naturales para evitar olores.
Dead And Alive Project - NO UTILIZAR. SOLO AUTORIZADAS PARA UN ARTÍCULO Foto:Klaus Bo
“Cuando tienes un macula en tu casa, pones una bandera afuera. Cuando estuve allí, vi una de las señales, toqué la puerta y pregunté si tenían una macula. Me dijeron que sí y me dejaron entrar. Y la persona yace allí, en una habitación, en un sofá. Y a veces los mantienen así por años: una vez vi a una mujer que había fallecido hace 7 años, su esposo falleció cuando yo llegué y los pusieron a ambos en el sofá, uno junto a otro. Aprovecharon para hacer los dos funerales”, cuenta Klaus. Pero la cosa no termina allí: cada año, las familias sacan a sus difuntos de sus tumbas, los limpian, les cambian la ropa y los ponen a secar al sol. Y, antes de regresarlos a la tierra, se toman fotos con ellos.
De esa tradición, quedaron algunas de las fotos más impresionantes del Dead And Alive Project. Viudos, hijos, hermanos, madres posan junto a sus muertos: los cargan, los toman por la cintura y los sostienen con delicadeza. No hay temor y no se acostumbra llorar; al contrario, para los Toraja esa reunión familiar es motivo de alegría.
Un alto en el camino
Lo curioso es que cuando más rondó la muerte en el mundo, Klaus no pudo fotografiarla. En 2020, cuando inició la pandemia, se quedó sin fondos. “Cuando la pandemia empezó, estaba en Dinamarca trabajando como fotógrafo, ahorrando para lo que se suponía sería el último viaje de la primera mitad del proyecto. Se supone que estaría unos 6 u 8 meses en un viaje por Estados Unidos, Suramérica y China. Pero, con el virus, todas mis charlas y trabajos se cancelaron, de la noche a la mañana. Básicamente todo desapareció”, cuenta.
Para sobrevivir, tuvo que trabajar en una unidad de rastreo de contagios de covid-19 en Dinamarca e, incluso, llegó a trabajar en un centro de vacunación. Los viajes, por supuesto, quedaron aplazados.
“Dinamarca está reactivándose y estaba planeando hacer algo en Europa, pero encontré que es muy difícil viajar por ahora. Además, uno de los rituales que quería fotografiar en España fue cancelado… espero poderlo hacer el próximo año”, comenta.
Mis pilares son las 5 grandes religiones. La mayoría de gente en el mundo tiene una relación con una; entonces la gente puede mirarse a sí misma en un espejo en los rituales a los que tomo fotos
Sin embargo, la pausa en el proyecto tiene también una razón estética. “Para mí no es interesante fotografiar rituales donde todos usan tapabocas azules. Creo que es importante ver la boca, algo pasa ahí, es expresivo. Además, esto rompe visualmente lo que venía haciendo y, de alguna manera, el virus sería el tema y no la muerte”.
Por ahora, ha dedicado su tiempo a editar las cerca de 150.000 fotos que ya había hecho. “Todos los días encuentro fotos que no recordaba que había tomado. Estoy escogiendo fotos con un criterio artístico, pero también con una visión histórica: pensando qué imágenes pueden ser de interés en el futuro”, dice. El resto del tiempo lo emplea mejorando la página web www.deadandaliveproject.com, donde ya ha publicado imágenes, y planeando el resto de la travesía.
Tiene 38 destinos en lista. Quiere ir a Estados Unidos, a Rusia, a China, a Japón, a Bolivia y, de hecho, considera la posibilidad de venir a Colombia.
Aunque no cree que el Dead and Alive Project tenga “un producto final” sí espera hacer un libro, consolidar una página web con información de los rituales y, algún día, hacer un documental.