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Sevilla, seis momentos para vivirla
Es un buen año para recorrer la ciudad española que celebra 500 años de la primera vuelta al mundo.
Este es el gran abrazo con el que recibe la Plaza de España a sus visitantes. Foto: Adriana Garzón
Llegué a Sevilla la primera semana de abril, justo cuando comenzaron las celebraciones de los 500 años de la primera circunnavegación de la tierra o Primera Vuelta al Mundo de Magallanes. Esa coyuntura me abrió las puertas de esta ciudad, dueña de un enorme patrimonio histórico y monumental, que desde siempre ha sido pujante y abierta al desarrollo, y que hoy se posiciona con mucha fuerza en las guías de los viajeros.
Y es que Sevilla tiene una ubicación privilegiada en el sur de la península ibérica y la atraviesa al occidente el río Guadalquivir, el único navegable de España, que conecta su puerto con el océano Atlántico a solo 70 kilómetros de allí. Esa característica fue la que hizo que desde allí partiera el portugués Fernando de Magallanes con sus marineros el 10 de agosto de 1519.
Este puerto, que también fue el punto de llegada de esa expedición, pero esta vez al mando de Juan Sebastián Elcano, luego de que el navegante portugués perdiera la vida en su hazaña, fue el centro de operaciones de esas campañas patrocinadas por la corona española.
Así que al recorrerla siempre escuchará de los sitios que fueron lugar de reunión y planeación de estrategias navieras como el Real Alcázar, donde vivió Magallanes, o la Casa de Contratación, donde se concretó la expedición.
Y como si rememorar la Vuelta al Mundo fuera poco, en mi plan de viajes, y por cuenta de la euforia que despierta la serie 'Game of thrones', planeaba recorrer esos lugares que han sido parte de sus escenarios: las ruinas de la antigua ciudad romana, y en el Real Alcázar de Sevilla, los jardines, la Fuente de Mercurio, los Baños de María de Padilla y el Palacio de Pedro I.
Sitios que solo son la punta de un inmenso iceberg que cautiva cada año a más de 3 millones de viajeros que pisan estas tierras.
No en vano Sevilla fue este año sede de la Cumbre Mundial de Turismo, que reunió allí a los líderes mundiales de esta industria para darle a la ciudad (y a toda España) un espaldarazo de 3.000 millones de euros en inversiones que garantizarán que siga escalando posiciones como uno de los destinos más tentadores del planeta.
Y fue justo este evento el que me llevó durante una semana a descubrirla en sus múltiples facetas, desde el muy moderno y tecnológico Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, Fibes, hasta los patrimonios que comprueban la letra de la canción Sevilla tiene un color especial… Pero también tiene un sabor especial, una historia especial, una arquitectura especial, pero, sobre todo, gente muy especial.
El Real Alcázar, sus jardines y su arquitectura, que hablan de las diferentes etapas de esta importante ciudad española. Foto:Adriana Garzón
Sin duda, es el lugar por donde se debe empezar. Así lo decidió, y por sobradas razones, María Teresa Buzo (@sevilletetours), la guía que acompañó mis pasos por esta ciudad. Nos detuvimos en el patio central donde se abren las puertas del Real Alcázar. Y desde allí, María Teresa me señala “palacios de distintas épocas, construidos por distintos reyes cristianos. El primero construido por Alfonso X, el Sabio, en el siglo XIII, y reconstruido después del terremoto del 1755; en el medio, el palacio Mudéjar, el más llamativo, de estilo árabe, construido por Pedro I; y la Casa de la Contratación, mandada a construir por Isabel I la Católica, y en donde se dieron las reuniones con Cristóbal Colón y otros descubridores”.
Con esa introducción nos internamos para conocer las riquezas que las murallas atesoran. Espacios rodeados de habitaciones que esconden tapices, azulejos y columnas talladas. Nos detenemos en el Patio de las Muñecas, en donde María Teresa me reta a encontrar 14 caritas escondidas en sus arcos de arte mudéjar andaluz.
Pasamos a la Sala de los Reyes y sus tapices; el Salón del Emperador, con azulejos del siglo XV. Y nos detenemos bajo la cúpula dorada del Salón de Embajadores, para detallar los arabescos dorados, el trabajo en yesería y los arcos de herradura de esta joya del Alcázar.
Los pasos siguen hacia los Jardines del Alcázar, sus fuentes y sus terrazas de palmeras, naranjos y vegetación frondosa, que invitan a perderse en un laberinto. Y allí, en un pasaje escondido, los Baños de María Padilla, en una cámara subterránea. “Dice la leyenda que allí se bañaban Pedro I, el Cruel, y su amante... Gozaban de un buen baño, verdad?”, comenta mi guía con picardía. Finalizamos la visita en el estanque de Mercurio, con su estatua renacentista, mientras pequeños estudiantes de un colegio juegan a darles comida a los peces.
2. La Catedral y su Giralda
Vista panorámica de la ciudad. Foto:Adriana Garzón
María Teresa se detiene en la plaza de la Virgen de los Reyes, justo al frente de la Catedral de Santa María de la Sede. Eleva la mirada a la gran torre para señalarme “la Giralda, es la parte más llamativa dentro de la construcción y era el antiguo minarete de lo que fue la Mezquita Mayor”. Y es que esta, la catedral gótica más grande del mundo, fue construida sobre la mezquita almohade, de la que se conservan el Patio de los Naranjos y la Puerta del Perdón.
Ya adentro, descubrimos muros, paredes y pilares cubiertos de retablos y pinturas que relatan historias de los más de 500 años que se tardó la construcción de la catedral. Nos detenemos en el mausoleo de Cristóbal Colón, obra de Arturo Mélida, y la guía me cuenta las versiones que hay sobre los restos del navegante. Ahora leo en registros de prensa que “un equipo de investigación del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada confirmó que los restos de Cristóbal Colón se hallan en la catedral de Sevilla” (Europa Press, 2006).
Cúpulas, vitrales, pinturas del sevillano Bartolomé Murillo, órganos, salones y capillas ameritan una visita pausada.
Y llega otro reto. “Adriana, ¿quieres subir las 35 rampas de La Giralda?”. ¡A lo que vinimos!, respondo, y sin pensarlo dos veces comenzamos el ascenso a la torre campanario de la Catedral, que en su momento fue la más alta del mundo con 97,5 m de altura.
Vale la pena. Desde allí se tiene la vista más espléndida de Sevilla, sus tejados, sus calles retorcidas y sus vericuetos. Solo el fuerte viento puede hacer que los visitantes circulen y desciendan. De otra manera nos quedaríamos allí parados por horas.
La Giralda tiene dos cuerpos, el musulmán, que es el más antiguo alminar de la mezquita almohade. Y el actual campanario, que se añadió en el siglo XVI.
3. Un barrio de ensueño
Algunas calles de la ciudad invitan a perderse en el pasado. Foto:Adriana Garzón
Saliendo de los Alcázares, no pueden faltar unos buenos pasos por el tradicional barrio Santa Cruz con sus calles, plazas y pasajes que lo llevan al pasado. Aquí se asentaba la antigua Judería de Sevilla.
Entre paso y paso se encontrará con la calle más estrecha, llamada de los Besos; con una joya mundial del barroco, el Convento de Los Venerables, y con la Plaza de Alfaro, que desemboca en el Callejón del Agua que va pegada a la muralla de la ciudad. “Este tramo de la muralla llevaba en su interior dos tubos que conducían el agua de los Caños de Carmona hasta los jardines de los Reales Alcázares”, dice María Teresa.
Este vecindario fue escenario del amor imposible del mítico personaje de Don Juan Tenorio hacia doña Inés. Hoy, encuentra allí muchas alternativas de alojamiento muy acogedoras, y algo de la vida gitana y el ambiente flamenco de la ciudad.
4. La plaza de España, la mejor
Plaza de España, uno de los sitios emblemáticos de Sevilla. Foto:Adriana Garzón
A la Plaza de España llegué en el bus de turismo (www.city-sightseeing.com). Es la primera parada y una sorpresa monumental. Tal y como lo describen en las guías de turismo, este edificio construido en 1929 es similar a un enorme abrazo, y uno lo siente... Son dos gigantescos edificios semicirculares que invitan a pasear entre arcos y galerías, a sentarse en los bancos de azulejos que representan a las provincias de España, a recorrer el Parque de María Luisa, a transportarse a otras épocas montando en coche de caballos, y a quedarse horas y horas irando la obra del arquitecto sevillano Aníbal González, que la erigió como espacio emblemático de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Esta plaza-palacio, única en el mundo y catalogada por muchos viajeros como el monumento más espectacular de Europa (TripAdvisor), tiene una superficie de 50.000 metros cuadrados, lo que la hace la más imponente de España.
La atraviesa un canal de 515 metros de longitud, con cuatro puentes que representan los antiguos reinos de España. El plan es recorrer el canal a bordo de una barca, y desde allí tomar esas fotos inolvidables para Instagram.
El malecón del Guadalquivir y su hermoso atardecer. Foto:Adriana Garzón
Buena parte de la vida de Sevilla pasa por el Guadalquivir. Así que tendrá múltiples ocasiones para pasear por sus canales y por sus aguas, y enterarse de por qué este río ha sido protagonista en muchos momentos de la historia. Asedios, defensas y conquistas, proezas y travesías han partido desde sus orillas. Si dispone de tiempo, tome un crucero desde los muelles del casco histórico, en embarcaciones que ofrecen vistas panorámicas y al aire libre, mientras recorre la ciudad clásica y la moderna.
La Torre de Oro es otro punto de partida. Allí está el Museo Naval, y sin duda es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. El río también se puede disfrutar practicando remo y piragüismo. Pero solo caminar por su malecón es un placer, sentarse a mirar cómo cae la noche y se reflejan las luces en las tranquilas aguas del Guadalquivir.
6. El sabor de Sevilla
Sabores de Sevilla. Foto:Adriana Garzón
Sevilla, ¡ummm, qué delicia! Los olores y los sabores de esas mesas cundidas de tapas, vinos y cervezas. Para todos los gustos y bolsillos, bocados que recogen los platos más tradicionales y encierran todo el sabor de la región… y del país.
Recuerde poner en su lista los garbanzos con espinaca, los pescaditos fritos, tortilla de papa, paella, quesos y jamones.
Cada calle tiene múltiples ofertas, pero recomiendo, a la hora de lo tradicional, el más sabroso es El Rinconcillo, el restaurante más antiguo de la ciudad. El sitio es encantador, con sus mesas y sillas de madera, las baldosas dibujadas, los barriles haciendo de mesas y los carteles típicos en las paredes. Y lo mejor, sus platos: pescaditos fritos, arroz en tinta de calamar, paellas, jamones de la mejor calidad, espinacas con garbanzos, bacalao con tomate, carrillada de cerdo ibérico en salsa, bacalao a la roteña, almejas a la marinera. (C/ Gerona, 40 | C/Alhóndiga, 2, Tel. 954 223 183).
Cuando de innovar y pasar una noche con buena vista del centro de Sevilla se trata: El Seis Tapas Bar. Ubicado en el Hotel Inglaterra, corazón de la ciudad, y mirando a Plaza Nueva. El restaurante ofrece una carta innovadora que logra un perfecto equilibrio en sus propuestas. La carta de cocteles contiene muchas opciones originales; vale la pena probar alguna.
Recomiendo: Tacos de cangrejo, ensaladilla con carpaccio de gambón, pulpo a la parrilla, los ceviches, patatas bravas, fideuá. Y para finalizar, subir a la terraza del hotel, con la mejor vista nocturna de Sevilla.
A la hora de dormir
El Hotel NH Plaza de Armas: ideal por su ubicación, en el centro de Sevilla, junto al centro de la Exposición Universal de 1992 y cerca a la calle Sierpes, principal distrito de compras. Moderno y de vanguardia, cuenta con piscina en la terraza y Solárium, restaurante. Muy recomendado su desayuno bufé.