La Linterna: de avisos callejeros a referente de la gráfica popular

Un taller de impresión en Cali convirtió sus dos máquinas centenarias en un imán para los artistas.

Olmedo Franco, Héctor Otálvaro y Jaime García, los tres maestros y socios del taller gráfico La Linterna. Foto: La Linterna

Periodista culturalActualizado:
Hay unas letras rojas y azules que dicen “Cali es Cali, señoras, señores. Lo demás es loma”. Al final del coro de este himno de Niche –sobre un pliego de papel– rematan: “Impreso en La Linterna, Cali”. Y ese sello es toda una denominación de origen.
La Linterna, un taller de impresión en el barrio San Antonio, se ha convertido en una institución en Cali y en un epicentro de la gráfica popular colombiana y latinoamericana.
Su historia comenzó en los años treinta del siglo XX. Estuvo al borde de la quiebra, pero en 2017 renació y desató un movimiento cultural que ha contagiado a artistas colombianos, mexicanos, alemanes, ses, lituanos y de todos los que tienen noticia de su existencia.

Taller gráfico La Linterna, en San Antonio, en Cali. Foto:La Linterna

Es un taller de impresión donde en el presente no se habla en lenguaje digital ni sobre pantallas led, sino con palabras de chibaletes de madera. Tiene dos animales mitológicos del tamaño de un elefante, una máquina Marinoni, de 1870, y una Reliance, de 1890, que se usan para imprimir textos con tipos móviles de madera y plomo –formando sus palabras letra por letra–, y para reproducir imágenes con grabados en linóleo hechos a mano sobre papeles de 70 x 100 centímetros.
Un golpe de ojo a su feed de Instagram es ver un panteón de ídolos pop caleños y colombianos, como el escritor Andrés Caicedo, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Jairo Varela y el Joe Arroyo, en el formato de los carteles callejeros.
El taller se convirtió en una institución que conserva activa una técnica de impresión en vías de extinción en todo el mundo, y pasó de imprimir carteles publicitarios de eventos y ferias, a ser un patrimonio de la gráfica popular.
En la década de los años 90, La Linterna imprimió a borbotones carteles para conciertos, ligas de fútbol, temporadas de circo, conferencias universitarias, obras de teatros y ferias. Tuvo una bonanza apabullante. Imprimió miles de carteles, entre ellos los del concierto de Guns N’ Roses en Bogotá, en 1992; el concierto de Elton John, en 1995, y el de Kiss, en 2009. Pero al pasar los primeros años del siglo XXI, el taller era un lunar medieval de un mundo descrestado por la velocidad de la vida digital.
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Lo de La Linterna es increíble porque ha reunido a personas de todo tipo, no solo artistas. Ha logrado un movimiento
“Los carteles ya no eran necesarios y las redes sociales nos desplazaron, eso también acabó con el negocio de pegar carteles en los muros”, explica Héctor Otálvaro, uno de los empleados más antiguos de La Linterna y uno de sus tres socios actuales.
El taller entró en crisis. El dueño estuvo a punto de mandar a fundir las dos máquinas en una medida desesperada para pagar sus cuentas pendientes. “Se luchó por todos lados y nada –cuenta Héctor–. Solamente un museo en Japón hizo una oferta de compra, pero cuando cotizaron el transporte vieron que valía más la llevada que las máquinas. Y el negocio se cayó”.
Todo iba a ser “masacrado” o arrojado a la basura. La historia llegó a oídos de Patricia Prado y Fabián Villa, dos artistas que fueron a imprimir un cartel un día a mediados de 2017. No lo podían creer. En ese momento se encendió la resistencia. El taller, que hasta entonces había agonizado huérfano, comenzó a encontrar padrinos y socios creativos.
Patricia y Fabián les sugirieron llegar a un acuerdo con el dueño del taller para recibir las máquinas como indemnización por sus años de trabajo. Héctor, Jaime García y Olmedo Franco, los tres empleados, llevaron la propuesta a su jefe y se convirtieron en los ‘maestros socios’ que hoy istran el taller. Desde ese momento comenzaron a confiar en la voluntad de decenas de artistas y diseñadores que se acercan al taller para revitalizar sus obras con la técnica centenaria de La Linterna y levantar, de paso, al taller de la crisis.

Taller gráfico La Linterna, en San Antonio, en Cali. Foto:La Linterna

“La Linterna antigua estaba enfocada en los avisos callejeros y la publicidad. Ahora ya no nos ven solo como eso, sino que somos un referente y un centro de la gráfica popular”, dice Héctor. Los tres ‘maestros socios’ desocuparon la oficina de istración e inauguraron una tienda en la que hacen muestras gráficas con carteles que hablan de salsa, rock o del cine ochentero de Cali. Durante las muestras ponen música. Hay comida, cerveza y carteles entre los asistentes. El más famoso, Váyalo, acaba de celebrar su tercera edición en la pasada Feria de Cali.
“Lo de La Linterna es increíble porque ha reunido a personas de todo tipo, no solo artistas. Ha logrado un movimiento”, señala la artista Lina Hincapié. “Ellos hacen algo accesible para todos. Ponen salsa, invitan a melómanos y artistas. Se salen de la rigurosidad de una sala de exposiciones o de un evento especializado de arte”.
La Linterna también ha promovido residencias de impresión y por su taller han pasado Toxicómano, Zecarrillo, Erre, Emptboy y Vlocke, entre otros.
Héctor habla orgulloso de la luz actual de La Linterna, pero también de los años en que eran solo impresores industriales de carteles para conciertos o eventos masivos. “Ese cartelito se imprimió aquí”, recuerda sobre el del concierto de Guns N’ Roses de 1992. “Estábamos muy novatos y apenas incursionando en los grabados en linóleos. Nos dio hasta la una de la mañana imprimiéndolo”, agrega.
El cartel está pegado en una bodega tapizada con otras piezas de 70 x 100 centímetros y es testigo de todo lo que ahora gira en torno a sus dos viejas máquinas: carteles, muestras y ferias gráficas, artistas y aprendices de impresión y grabado, curiosos y coleccionistas. “La Linterna. Una luz en la pared”, dice uno de ellos. Porque La Linterna está viva. Su luz ofrece una estética atrevida y refrescante. Está en Cali, señoras, señores...
Karen Parrado
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @Piedemosca

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