No más niñas madres / Sexo con Esther

Hay que ir a la cama cuando toca y no cuando las hormonas o los impulsos lo empujan.

Un embarazo no deseado y cómo contarle a la familia que viene en camino un hijo. Foto: 123RF

PeriodistaActualizado:
La sexualidad es buena y, como parte de las funciones vitales del organismo, debe defenderse y prodigarse en condiciones sanas y a favor de la satisfacción plena de quienes la ejercen al tenor de sus principios.
Pero esto tiene límites, y algunos de ellos están definidos por el tiempo y la madurez integral de las personas. En otras palabras, hay que ir a la cama cuando toca y no cuando las hormonas, los impulsos o la irresponsabilidad lo empujan.
Y aunque estos preceptos deben aplicarse de manera rigurosa en todas las edades, me detengo, específicamente, en las relaciones sexuales en edades tempranas que, si bien forman parte del llamado libre desarrollo de la personalidad, muchas veces se deslizan por toboganes inciertos que conectan con la desventura.
Me refiero al embarazo en adolescentes, al riesgo mortal de un aborto ilegal, al contagio de enfermedades de transmisión sexual, al abandono escolar y al recicle de la pobreza que deja el inicio precoz de una sexualidad mal orientada, con el agravante de que se puede prevenir si formara parte de las agendas públicas.
Con unas cifras que dicen que una de cada cinco menores de 18 años han estado embarazadas al menos una vez en su vida y que la mayoría de los embarazos no son deseados, las autoridades no pueden dar la espalda y dejar el problema en manos de familias destruidas y menos de estas madres prematuras.
La sexualidad plena es necesaria, insisto, y ya es hora de dejar la mojigatería y empezar a hablar de ella con naturalidad, con el concurso de los padres y de una comunidad consciente de ilustrar a sus menores con seriedad en estos temas.
Los jóvenes deben recibir la educación sexual de personas expertas con respeto por su lenguaje, sus aspiraciones y sus especificidades. Esto no es un juego. Materias como sexo seguro, medidas de protección, anticoncepción, riesgos derivados y normas que amparan los derechos en este sentido deben ser materias obligadas en todos los currículos desde la primaria. De igual forma, el a consultas médicas, consejerías sexuales y métodos gratuitos de anticoncepción deben formar parte ineludible de los planes de beneficios para adolescentes tempranos y jóvenes de ambos sexos, brindados por el sistema de salud.
Pensar que con conferencias descontextualizadas y amañadas sobre preceptos atávicos y moralistas se puede enfrentar este grave problema de salud pública es la forma más tonta de incrementarlo. Aquí no hay excusas. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO
@SaludET

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