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Entrevista

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¿Quién es Andrés Camacho, el Ministro de Minas y Energía? Esta es su historia personal en Revista BOCAS

El Ministro de Minas y Energía le contó a BOCAS cómo se rebeló contra su papá para trazar su camino.

Andrés Camacho es el Ministro de Minas y Energía.

Andrés Camacho es el Ministro de Minas y Energía. Foto: Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

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Reemplazó a Irene Vélez en el Ministerio de Minas y Energía. Fue activista estudiantil y es el primer ministro graduado de la Universidad Distrital de Bogotá. Fue candidato con las Farc a la Cámara por Bogotá. Y en contra de la voluntad de su papá, que quería que siguiera sus pasos como taxista, decidió estudiar y se graduó en dos carreras: Ingeniería Eléctrica y Física. Tiene tres tatuajes que significan mucho para él y es un convencido de la transición energética. Esta es la entrevista de Andrés Camacho Morales con la Revista BOCAS
En un país donde muchos sueñan con llegar a la Presidencia de la República, el joven Andrés Camacho Morales anhelaba ser ministro de Minas y Energía, una aspiración que les resultaba descabellada a sus compañeros de la facultad de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Distrital, de Bogotá.
Su plan resultaba aún más temerario si se tiene en cuenta que se trataba de un muchacho de origen modesto, hijo de Guillermo, un hombre que desde niño se dedicó al rebusque y que empezó trabajando en un circo y a viajar de pueblo en pueblo. Al comienzo limpiaba los animales, pero terminó actuando como payaso, trapecista, mago y acróbata. Después se volvió comerciante y luego conductor de taxi, oficio que no quiso ejercer ninguno de los tres hijos que tuvo con Claudia, a quien conoció en sus correrías circenses.
La negativa de Andrés, el mayor de los Camacho Morales, fue contundente: “No, papá; yo no voy a manejar taxi. Yo voy a estudiar”, le dijo a Guillermo, quien no terminó la primaria y no entendía por qué su hijo insistía con ese embeleco de la universidad en vez de ponerse a trabajar, como lo había hecho él desde los nueve años. Y aunque terminó aceptando la decisión del joven rebelde, también le advirtió que no contara con él para sus estudios.
Camacho se graduó de dos carreras: Física e Ingeniería e Ingeniería Eléctrica.

Camacho se graduó de dos carreras: Física e Ingeniería e Ingeniería Eléctrica. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

La reacción del jefe de la casa contrastaba con la de la mamá, quien, a pesar de no entender del todo la situación, resolvió apoyarlo y le regaló ‘el plante’ para unos dulces y unas galletas, que Andrés empezó a vender para costearse los gastos de transporte y útiles de la universidad hasta cuarto semestre, cuando imprimió una hoja en la que ofrecía clases de física y matemáticas, y la puso en la panadería del barrio. A partir de entonces sus finanzas empezaron a mejorar, hasta que un día llegó a la casa con un mercado, y su papá se convenció por fin de que su hijo no se había vuelto un ‘Che Guevara’ ni un mariguanero, como él temía. Por el contrario, estudió Ingeniería Eléctrica; es licenciado en Física, con una maestría en Energías Renovables, y cursa un doctorado en Ingeniería.
El día de esta entrevista, el ministro acababa de regresar de una moción de censura en el Congreso, de la cual salió airoso. Es difícil imaginar que debajo de su pinta de traje y corbata este funcionario de 43 años tenga tres grandes tatuajes que decidió hacerse “después de viejo”, como le decía el papá. Uno es de un ave fénix, “del contexto de donde yo vengo, es como surgir de las cenizas”, dice. En otro tiene un mensaje con tinte galanista: “Ni un paso atrás”. Y el más grande, que va desde el hombro derecho hasta la muñeca, es un samurái, porque le gusta el código de honor de los guerreros orientales. “En este me demoré un año, en sesiones mensuales de diez horas cada una”.
Su papá insistía en que no estudiara y se pusiera al volante de un taxi; ir a la Universidad fue su gran acto de rebeldía.

Su papá insistía en que no estudiara y se pusiera al volante de un taxi; ir a la Universidad fue su gran acto de rebeldía. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

Después de sus años de activismo universitario y de quemarse como candidato a edil y a la Cámara de Representantes, tras el triunfo de Gustavo Petro, Andrés coordinó el empalme en el Ministerio de Minas y Energía, entidad por la que tuvo luego un paso fugaz, como asesor de Irene Vélez, y de la que se distanció porque se sentía un poco desperdiciado, porque él quería hacer más, que lo tuvieran más en cuenta, y sintió que no encajaba en ese momento.
Y razón no le faltaba, luego de un frustrado nombramiento en la Agencia Nacional de Hidrocarburos, este irador de Nikola Tesla, de Einstein y del mariscal Sucre regresó a su antiguo despacho, pero como titular, a pesar de la incredulidad de sus compañeros de universidad.
A propósito de uno de sus tatuajes, el del guerrero samurái, cuando usted piensa en guerrear, ¿a qué le teme?, ¿qué lo frena?
Yo creo que el poder lastimar a otros, ¿no? Es que no es batallar por batallar, guerrear por guerrear, sino, primero, que sea por cosas justas, y segundo, que en esa intención uno no se lleve a la gente por delante. Eso hace parte del honor en la batalla.
¿En qué momento lo picó la actividad política?
Desde que estaba en el colegio.
¿Qué le decía su familia cuando veían su activismo?, ¿o ellos no se enteraban?
Pues como ellos no sabían ni qué era una universidad, no entendían mucho, pero sí se daban cuenta de que tenía más actividades y luego empezamos también a salir en televisión, en manifestaciones, a hablar en público. Mi mamá lo único que me decía, como todas las mamás, era: “Mijo, no se meta en eso. Están matando gente; mire todo lo que pasa en este país…”. Y yo, con la terquedad.
Y, por el otro lado, su papá diciéndole que aprendiera a hacer algo en vez de perder el tiempo estudiando…
Él, hoy en día, está agradecido por mi terquedad, y en varios momentos me ha dicho: “No, mijo; usted tenía la razón. Menos mal me llevó la contraria”.
Andrés Camacho generalmente esconde sus tatuajes, pero los mostró para BOCAS.

Andrés Camacho generalmente esconde sus tatuajes, pero los mostró para BOCAS. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

Usted y sus hermanos, todos, le llevaron la contraria al papá…
Yo soy el mayor y abrí un poco el camino. Me enfrenté a mi papá, que manejaba el taxi y ya tenía las cuentas: “Yo trabajo en la noche y usted en el día. Los dos trabajamos en el taxi y listo, 24/7”, me decía. Entonces yo le dije: “No, papá; yo no voy a manejar taxi. Yo voy a estudiar”. Fue terrible, pasó de todo, hasta que al final terminó aceptándolo un poco, pero me dijo: “Yo no le voy a dar nada para estudiar; lo único que le doy es techo y comida”.
¿Y qué hacía su mamá en medio de esa disputa familiar, viendo pelear a su hijo mayor con su marido?
Mi mamá tampoco entendía mucho, pues mis papás nunca habían conocido una universidad. Mi papá no terminó primaria, y mi mamá no había terminado bachillerato. Entonces no sabían qué era una universidad, no entendían mucho. Yo le decía a mi mamá que iba a estudiar, y ella me dijo: “Bueno, pues yo no entiendo, pero yo lo apoyo”, y como mi papá no me daba nada, me regaló “el plante” para unos dulces y unas galletas para que los vendiera, y así me fui mi primer día a la universidad, vendiendo galletas y dulces.
¿Y cuándo se interesó por la política partidista?
Siempre. La primera campaña en la que trabajé fue en la de Wilson Borja a la Cámara; yo era estudiante en la Distrital, era representante estudiantil y hacía política en la universidad. Estuve en ese combo y ayudé en esas campañas. La primera campaña a la que me lancé fue como candidato a edil por el Polo. Tenía como veintipico de años, casi gano; pero menos mal no gané porque de pronto no estaría acá.
Y en esas épocas de rebeldía, ¿pensaba en la revolución, en el poder por las armas, o siempre por la vía política?
Cuando estábamos en la universidad, especialmente en los dos periodos de Uribe, vivimos una persecución brutal. Yo era dirigente estudiantil, amenazado, tuve que salir del país tres veces. En ese momento muchos amigos míos dijeron: “No, no, no, yo no me voy a dejar matar…”.
¿… y se fueron para el monte?
Sí, asumieron esas vías, porque era un momento muy duro de recrudecimiento de la guerra…
Y llega Santos…
Apenas llega él, uno dice, es la continuación de esto, cuánto tiempo más vamos a vivir… Incluso son cosas que todavía el país no ha contado, porque la gente cree que esos tiempos de la guerra eran de los 80, pero yo vengo de una universidad mucho más cercana y vivimos una represión muy dura; muchos amigos fueron desplazados, otros se fueron del país, gente que tomó otras decisiones, y, bueno, llega Santos y empieza a cambiar un poco el panorama.
¿Y en qué momento de su vida se cruza con Petro?
En varios momentos. Primero, en el acuerdo de paz, con Santos, cuando empiezan los diálogos; Petro estaba en la Alcaldía y llegaron las primeras manifestaciones por la paz, y Petro ayudó a convocar unas movilizaciones para respaldar la paz. Yo estuve reunido con el presidente Santos, a nombre del movimiento social bogotano y juvenil, respaldando a la alcaldía de Petro, pero también el proceso de paz.
Ser amigo de Petro es difícil, ¿usted era amigo de él?
No, él era el alcalde y yo, un líder social; pero estuvimos en el despacho del entonces alcalde y nos cruzamos. Luego viene el acuerdo de paz en el 2016 y los excombatientes nos buscaron para que ayudáramos a consolidar la paz, y en el 2018 yo fui candidato con las Farc a la Cámara por Bogotá. Esa fue mi segunda candidatura.
Andrés Camacho fue candidato a la Cámara por el partido de las Farc.

Andrés Camacho fue candidato a la Cámara por el partido de las Farc. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

Segunda quemada; usted es experto en quemadas…
Eso es terquedad. Tras el acuerdo de paz, viene en el 2018 la campaña presidencial de Petro, y ahí nos volvimos a cruzar.
¿Y ahí ya estaba metido en los temas programáticos, ya estaba hablando usted del tema de energía?
Yo trabajaba sobre todo en temas de ciudad y cambio climático. Él ya había sido alcalde y teníamos en ese momento un cúmulo de cosas que se habían hecho y construido desde la Alcaldía. Ahí comencé a construir un liderazgo en la ciudad, me metí en la campaña del 2018 y ahí acuñé todo lo que pude y terminé trabajando en el Congreso de la República. Yo era el coordinador de la UTL de María José Pizarro, cuando era representante a la Cámara. Ahí trabajé como cuatro años, y llegó la campaña del 22 y dije: “esta es”.
¿Y cómo aterrizó ahí? ¿Lo llamó Petro o usted se ofreció?
Yo me ofrecí, porque ya teníamos manejo de algunos temas y empezamos a armar todo el equipo programático. Yo ya había desarrollado mi carrera, en Ingeniería y Física, ya había terminado la maestría en Energías Renovables y resolví trabajar el tema de transición energética, y ahí vino la campaña del 2022. Renuncié al trabajo en el Congreso y me fui a hacer campaña, a recorrer el país, entregando periódicos, calle a calle, para ganar, y después nos quedamos en el equipo programático y me llamaron para el empalme.
Luego, usted llega al gobierno, tiene ciertas diferencias con Irene Vélez y se va…
Hombre, yo no tuve diferencias con Irene.
Bueno, decide hacerse a un lado, ¿y para dónde se va?
Yo era asesor y cuando salí dije “bueno, hay muchos escenarios donde hay que defender el cambio”, y resolví lanzarme al Concejo de Bogotá. Estaba preparando mi campaña, el año pasado, cuando me llamó Irene, siendo ministra, y me dijo que la acompañara como presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos. Nos sentamos a hablar, conversamos acerca de todo lo que hay que hacer en este sector, la transformación, todo lo que en esa vía era necesario cambiar, y yo le dije que listo; entregué mis papeles, hice todo y duré como dos meses sin que me nombraran.
Tan raro en este gobierno que se demore algo así…
Era por la cuota de género. Cuando me iban a nombrar, en otras agencias nombraron un hombre, entonces ya no podían nombrar otro en esta. Y esperando eso, un día me llamaron de Presidencia y yo pensé que era por lo de la Agencia. Pasó el presidente y me dijo: “¿Qué pasó con su nombramiento en la ANH?”, “Pues estoy esperando”, le respondí, y le conté en qué iba todo. Entonces me dijo: “Deje eso así; ahora lo necesito de ministro”.
Y usted quedó ¡plop! ¿Con quién estaba?
Con mi mamá en la casa, y le dije susurrando… “Mamá, es el presidente”, y yo, en un momento en silencio, piense, piense rápido… Lo único que le dije fue: “Presidente, yo voy a estar donde se necesite”.
Respuesta de político…
Y me dijo: “Listo, en dos días conversamos. Lo van a llamar, nos ponemos una cita y conversamos”. A los dos días me llamaron, me reuní con él y hablamos sobre transición energética, sobre lo que yo había visto, el empalme con la ANH, y me dijo: “Bienvenido; cójase duro de la silla”. Le dije “listo, ¿y ahora qué?” Él dijo que lo anunciaba, y pasó un día, dos días, tres días, imagínese, y uno esperando…
¿Y su mamá?
Mi mamá decía: “Tranquilo, mijo, que si el presidente le dijo es por algo”. Pasó el fin de semana y llegó el lunes, y dije, “no me aguanto más esto”. Una semana aguantando y yo sin decirle a nadie, es que yo soy ministro, pero nadie lo sabe, nadie me cree… Entonces decidí ir a verme con unos amigos y nos pusimos una cita para almorzar. Yo iba en una bicicleta pública cuando empieza a sonar el teléfono, pero muchísimo. Entonces paré en una esquina, cuando empieza todo el mundo a felicitarme. Yo sin saber nada y me mandan un trino de María Jimena Duzán: “Tengo en primicia el nuevo ministro de Minas y Energía. Escúchelo hoy, a las ocho de la noche en mi programa”. ¡Miércoles! Ella había entrevistado al presidente y en la entrevista él le contó, pero ella dijo esta noche les digo. Ahí todo se descontroló.
“Nosotros nunca habíamos gobernado y nos ganamos el derecho a gobernar con nuestra gente", dice Camacho.

“Nosotros nunca habíamos gobernado y nos ganamos el derecho a gobernar con nuestra gente", dice Camacho. Foto:Ricardo Pinzón / Revista BOCAS

¿Cuántas veces se ha reunido con el presidente?
Semanalmente; por lo menos en este sector tenemos muchas cosas por hacer, muchos retos. Ayer estuve reunido con él como cinco horas, porque hay muchos temas: hidrocarburos, minería, temas de transición energética…
Hablando de la transición energética, ¿no se crean unas expectativas exageradas cuando se habla, por ejemplo, de la disponibilidad del gas? Como si la transición energética fuera de un día para otro…
Ese es un campo que precisamente estamos recorriendo. El país ha dependido de los hidrocarburos y ahí hay un camino que se está recorriendo, casi que de inercia. Ahí se sabe todo lo que hay que hacer, año tras año, hay que hacer esto, esta es la técnica. Pero lo que no se ha hecho de manera acelerada es lo otro: producir las nuevas energías. Lo que tengo que hacer es acelerar el camino de las energías limpias. A diferencia de ese otro camino, que tiene períodos muy largos, las energías renovables se pueden desarrollar mucho más rápidamente. Hoy con la tecnología –por ejemplo, con es solares– yo puedo hacer una instalación en dos meses; si es mucha más cantidad, en seis meses o un año, pero no son proyectos tan largos.
¿Y hay un plan agresivo de ización solar?
Sí, tenemos en marcha un programa que se llama Seis Gigavatios, 6G, que busca que construyamos todos los parques. Ya hay muchos proyectos que estaban andando, pero que tenían problemas de licencias ambientales, con comunidades… hicimos un plan para que todos esos proyectos que ya venían andando se materialicen.
Construir sobre lo construido…
Hay que construir sobre lo construido en unas cosas, y no sobre otras; pero lo importante desde nuestro punto de vista es consolidar esa velocidad de la transición con esos proyectos y, por supuesto, dejar hechos unos programas que son fundamentales para nosotros: las comunidades energéticas.
¿Y qué garantiza que eso funcione y no se quede en un hervor?
Primero, eso necesita algo fundamental, y no es una tecnología, sino que se pueda asegurar que hay unas condiciones de gobernanza que permitan ejecutar un proyecto de ese tipo, y en el país hay mucha gobernanza. Nosotros tenemos juntas de acción comunal que istran el conjunto, que istran el centro comunal, que istran el parqueadero, que istran incluso acueductos comunitarios, y una comunidad energética es como un acueducto comunitario, pero de energía. Tenemos cientos, miles de organizaciones en el país.
¿Y tienen referentes internacionales para poner a andar esas propuestas?
Esto ya se ha desarrollado en el mundo. Alemania es pionera, y también España, donde se llaman comunidades energéticas ciudadanas. También hay directivas de la Unión Europea para desarrollar estas comunidades.
Muy interesante la posibilidad de llevar a cabo la transición energética, pero ¿no ha sido muy apresurado cerrar todos los contratos petroleros y carboníferos antes de tener asegurada una capacidad energética de nuevas alternativas?
Puede sonar terco y apresurado, pero cuando usted mira las cifras… Colombia tiene 18,8 millones de hectáreas en exploración, eso es mucho más que la tierra cultivable, y tenemos, sólo para exploración, 16 millones de hectáreas que están hoy habilitadas con contratos de exploración.
¿Y a los que tienen esos contratos de exploración no se les va a impedir que exploren? Y si encuentran petróleo, ¿lo pueden explotar?
Lo que estamos haciendo es al revés: todo el que tenga un área entregada para eso, que haga la tarea, porque en eso consiste la transición; ya no tengo que seguir entregando hectáreas por entregar hectáreas, sino que hay que ponerlas a producir. Nuestro objetivo es hacer más eficiente la exploración. Uno de los fenómenos que nos encontramos es la especulación con esos contratos. Aquí lo que hacían era que conseguían un área y la revendían y la revendían… y nosotros lo que necesitamos no es que revendan el área, que es soberanía nacional, sino que exploren el recurso. Lo que estamos haciendo es apretando la tuerca y garantizando que la exploración se haga. Si garantizamos esto, con lo que tenemos, tendremos gas y petróleo para veinte años, mientras hacemos la transición energética.
La entrevista con Andrés Camacho está en la nueva edición de BOCAS.

La entrevista con Andrés Camacho está en la nueva edición de BOCAS. Foto:Revista BOCAS

Yo sé que usted es un hombre muy joven, es evidente, pero ha habido una barrida fuerte de personal técnico, conocedor, veterano, en empresas como Ecopetrol y en Hocol, que se ha acentuado en días recientes. ¿No es preocupante salir de tanto talento humano que conoce, para empezar a capacitar gente nueva? ¿No hubiera sido deseable una gradualidad?
Pues uno puede tener diferentes miradas sobre el asunto. Nosotros nunca habíamos gobernado y nos ganamos el derecho a gobernar con nuestra gente. Yo necesito poner gente, incluso de universidades que nunca han tenido la posibilidad de acceder a esos espacios, en altos cargos que han estado ocupados por cierta clase política, por ciertos sectores; incluso por ciertas familias. Si llega un gobierno de cambio tiene que abrir la puerta para que entre otra gente, y esa es una mirada política de cómo renovamos. En eso consiste también el cambio, que implica además transformaciones culturales, en la política, en la manera como estamos viendo el país.
¿Podríamos decir que la transición energética debe ir acompañada de una transición cultural y política?
Claro, porque parte de lo que ha ocurrido, incluso en las profesiones, en todo, es que venimos de una mentalidad extractivista, y hay que cambiar la mentalidad, incluso en las carreras. La exministra sufrió bullying y ataques feroces por ser filósofa, y aquí hay un sesgo de las carreras, así haya que tener unas condiciones técnicas para atender el sector. Yo iba a ser presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, pero si hubiera sido asesor, un ingeniero como yo no tendría cabida, porque los cambios estaban pensados no en clave de transición energética, sino únicamente para ciertas disciplinas.
Pero para un cargo como el suyo, ministro de Minas, suena raro una filósofa; porque por más que haya unas convicciones políticas y deseos de cambio, también se necesitan unas capacidades técnicas para que un asesor o un viceministro no venga y le meta un cuento o un embuchado…
Mire, ¿sabe quiénes han ocupado mayoritariamente cargos en este sector? Abogados, y los otros que han tenido mayor participación han sido economistas. En toda la historia, en el Ministerio de Minas y Energía, creo que hemos sido como cuatro ingenieros.
En este plan de transición energética, ¿cómo hacer que este país sea atractivo, sobre todo para las empresas extranjeras, que alquilan equipos, que entrenan personal o que hacen instalaciones para que vengan a trabajar acá y no las saque corriendo la burocracia o las trabas istrativas?
Es que hacer la transición energética implica adecuar la institucionalidad a la transición, y ahí se tienen que hacer cambios. Necesitamos acelerar trámites para proyectos de energías renovables. Ya se emitió un decreto para garantizar que esos proyectos tengan menores tiempos de inspección, porque tienen un propósito climático. No es lo mismo analizar el licenciamiento ambiental de una perforación para gas o petróleo que para poner es. Estamos adecuando todo eso; incluso otras cosas pequeñas. Por ejemplo, en La Guajira nos fuimos a ver Corpoguajira y tenía cinco funcionarios para analizar todas las licencias ambientales de unos megaproyectos. Con el Ministerio de Ambiente tuvimos que poner 15 profesionales y con el Ministerio de Minas y Energía otros cinco, porque todavía nos falta arquitectura institucional. Comprender lo que es la transición, y todo eso implica cambios, transformaciones, regulación, medidas…
Cómo cambiar la mentalidad en ciertas comunidades donde usted llega como empresario o como agente del Estado, negocia con una comunidad y cuando ya va a empezar el proyecto le sale otro y dice “es que conmigo no han negociado”. ¿Cómo hacer para unificar esas cosas y que unos intereses particulares no interfieran en esos desarrollos?
Eso no tiene una fórmula mágica, pero sí creo que hay unas cosas que hay que ir poniendo en su sitio. Yo esto lo he trabajado mucho con los gremios y con las empresas con las que estamos trabajando, y yo le llamo a esto el discurso de la confianza. Necesitamos que los gobiernos hagan lo que tienen que hacer, porque si usted va a ver, muchos territorios no tienen agua ni escuelas ni puestos de salud… Entonces, cuando llega una empresa, para la gente se apareció la Virgen; para la gente el Estado es esa empresa, porque nunca ha tenido nada. Pero si las empresas hacen lo que tienen que hacer, pagan los impuestos que tienen que pagar y el Estado local y nacional hace lo que tiene que hacer (que es la inversión en esos territorios, que no se roben la plata, que se haga la tarea), la gente pone cada cosa en su lugar. Las empresas tienen que arreglárselas con los gobiernos para que tengan los trámites, las licencias, todas las cosas en su lugar; ese es el discurso de la confianza. Lo que ha ocurrido históricamente es que se imponen por la fuerza los proyectos, y nosotros no somos de esa idea. Así nos demoremos un poquito más, tenemos que llevarles unas soluciones, unas inversiones y algo muy importante en este tema de transición: las comunidades energéticas. Les decimos vayan y hagan un proyecto, pero ustedes también pueden ser dueños de la energía. Les damos participación, les damos una solución para que la istren, y eso habilita otros diálogos. Abre puertas.
Y en el tema de la transición energética y la movilidad, ¿qué ha pensado el gobierno para incentivar esa transición de los vehículos de combustibles fósiles a los amigables con el ambiente? Porque los carros eléctricos o híbridos son costosísimos…
Con el Ministerio de Transporte estamos trabajando con unos proyectos de incentivos, de acompañamiento, e incluso programas para ir sustituyendo. Por ejemplo, hay un fondo de ascenso tecnológico donde estamos empezando a trabajar en la sustitución de taxis de gas, incluso taxis diésel, por taxis eléctricos, y hay que pensar en incentivar también con inversión pública el desarrollo de esas tecnologías. Pero también hay que mejorar otras cosas. Desde mi sector, lo que más me corresponde es la infraestructura. Se requiere, por ejemplo, infraestructura de carga, que usted pueda comprarse un vehículo e ir por cualquier lugar de la ciudad y que tenga dónde cargar su vehículo. Ya estamos logrando varias cosas, como un mecanismo de interoperabilidad de cargador, unos acuerdos para que las estaciones de gasolina también sean estaciones de energía.
Hay que adecuar la infraestructura…
Ya hemos logrado unos acuerdos. De hecho, en la COP16 voy a lanzar una ruta de cargadores eléctricos, y es parte de la tarea que hay que desarrollar: mejorar la infraestructura. Pero también debemos mejorar los costos de la tecnología, que cada vez están disminuyendo más. Hoy entro a Instagram y me llega publicidad de vehículos económicos, muchos asiáticos, porque han mejorado mucho su producción. Ahora el reto es adecuar las condiciones para que se puedan usar sin límites, y que tengamos carga y que sea cómodo de usar y que usted no extrañe ningún otro vehículo.
Lo veo muy convencido del proyecto Petro. ¿Qué no le gusta del presidente?
Yo creo que parte de lo que a él lo ha traído hasta acá, de lo que él es, es que siempre genera contradicciones, siempre genera debate, y creo que eso ha sido muy importante; es algo que ha permitido crecer este proyecto político, pero creo que a veces también hay que tender algo de puentes, y creo que es más tarea nuestra, de los ministros. Nosotros también tenemos que dar esas batallas desde los ministerios y tender puentes, porque solas, solos, no podemos. Creo que esa es la tarea de materializar el acuerdo nacional, que se tiene que hacer sector por sector. Y yo tengo la tarea de construir un acuerdo nacional para la transición energética.
¿Y está trabajando con algunas entidades, con algunos grupos empresariales en proyectos para ir de la mano y sacar adelante ese tipo de acuerdos?
Sí, con la mayoría hablamos, y lo que les he dicho desde el primer día es que hay dos políticas: primero, como en la pirinola, todos ponen.
Muy mockusiano…
Y lo segundo es, listemos los disensos, probablemente no son tantos, y discutámoslos, miremos en dónde no estamos de acuerdo. Trabajemos en lo que nos une e identifiquemos lo que nos separa. Seguramente no lo vamos a resolver, pero que no sea un obstáculo.
Si usted tuviera que escoger un solo proyecto para mostrar y dejar listo en el 2026, ¿a qué le apostaría?
Creo que si somos capaces de desarrollar la cantidad de comunidades energéticas con el reto de que cada una se gobierne, sería el plan de electrificación más ambicioso que hemos tenido. Llevar la energía y que la gente la pueda istrar y usar y hacer la transición energética, para mí, es el proyecto más importante y el legado con el cual yo quisiera que nos recuerden.

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