Una página en blanco. Un café humeante. Una ventana entreabierta. Observo cómo los primeros rayos de la primavera se cuelan entre las cortinas. Tecleo lo que veo y siento. En la calle, los cerezos en flor contrastan con el arcén gris de Manhattan. En Central Park, los magnolios han punteado de blanco el verde de sus praderas. A pocas calles de mi casa veo cómo la Frick Collection abre sus puertas después de una larga renovación capitaneada por la arquitecta Annabelle Selldorf. No puedo esperar para volver a encontrarme con el San Francisco en el desierto, de Bellini, una de mis pinturas favoritas de todos los tiempos.
Palais se rindió a la extravagancia y la fabulosidad (palabra que encaja a la perfección para definir a este dúo de diseñadores italianos) de Dolce & Gabbana con una exposición titulada ‘From the Heart to the Hands’. El museo Quay Branly, centrado en el arte etnológico, acoge ‘Au Fil de L’Or. El arte de vestir de Oriente al Sol Naciente’; el museo Delacroix hace lo mismo con otra muestra, ‘States of (Un)Dress. Delacroix y la ropa’, que busca paralelismos entre la obra pictórica del artista francés y la moda. En unas semanas el Petit Palais inaugurará ‘El Nacimiento de la Alta Costura’, que estará dedicada al couturier Charles Frederick Worth (1825-1895).
Es el gran Museo del Louvre, el más visitado del mundo, el que debe llevarse la medalla por haber organizado la exposición más espectacular: “Louvre Couture”, que acoge en los 9.000 metros cuadrados de las galerías y las salas del Departamento de Artes Decorativas 100 piezas (entre vestidos y complementos) que dialogan a la perfección con los artefactos históricos allí preservados. En la que es la primera muestra dedicada al mundo de la moda en los 231 años de historia del Louvre, observo con gran emoción una de las últimas creaciones de Karl Lagerfeld para Chanel, que se inspira en una cajonera azul y blanca del siglo XVIII. Leo en el catálogo cómo el alemán era un asiduo de estas salas, que ahora se han rendido a su genio creativo. En uno de los apartamentos del Emperador Napoleón III, un vestido de John Galliano para Dior utiliza el mismo estampado que recubre los sillones de terciopelo rojo. En la sala de las armaduras, un vestido metálico de Paco Rabanne, una chaqueta de cuero (pero que realmente es de metal) de Jonathan Anderson para Loewe se convierten en la antesala de un vestido de alta costura metálico de Demna Gvasalia para Balenciaga que llenará todas las pantallas de Instagram del mundo.
La lista es infinita. Alaïa, Versace, Fendi, Yves Saint Laurent, Dries Van Noten, Jacquemus, Alexander McQueen, Jean Paul Gaultier... Una tela, infinidad de posibilidades. Este es el gran poder de la moda. Seguir sus hilos es una invitación a comprobar el poder transformador de la creatividad. La moda nos habla y escucha. Entre sus costuras se guarda el zeitgeist de un momento histórico. ¿Están preparados para escucharlo?
'Louvre Couture', que acoge en los 9.000 metros cuadrados de las galerías y las salas del Departamento de Artes Decorativas 100 piezas
Escribir me ayuda a pausar mi presente. En las últimas semanas, mi agenda se ha llenado más de lo habitual con las grabaciones de una nueva edición del programa de televisión Project Runway. Es increíble pensar que llegará ya a las 21 temporadas. El show, que se emitirá por las plataformas Freeform, Disney+ y Hulu en el próximo verano, me ha regalado el reencontrarme con gente a la que quiero y iro. Compartir momentos con la supermodelo Heidi Klum, siempre con una energía y una bondad que se transmiten en una sonrisa pegadiza, hace realmente imposible que tenga días grises. Reencontrarme con mi amigo, y ex concursante del show, Christian Siriano también es algo que me emociona. Como también lo es llegar a conocer y compartir asiento de juez con el talentoso estilista Law Roach (director creativo y arquitecto de imagen de la actriz Zendaya). Con él, las risas están más que garantizadas.
Si hay algo que he aprendido de Project Runway es a comprobar cómo la creatividad y el talento son inagotables. De igual manera que un lienzo en blanco permite infinidad de posibilidades pictóricas a un pintor: del cubismo cartesiano de Mondrian al realismo estricto del español Antonio López, un trozo de tela ofrece la misma libertad. De allí puede surgir un vestido cortado al bies de Calvin Klein o una ensoñación barroca del mejor John Galliano para Dior.
Pienso en el poder de la moda y en el interés que la mayoría de los museos han mostrado organizando exposiciones centradas en la industria del corte y la confección. Solamente en París en las últimas semanas han convivido varias muestras. El Grand
Nina García
Para BOCAS