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Pequeños negocios: grandes perdedores en la pandemia
La ausencia de su clientela habitual, como oficinistas o estudiantes, ha causado pérdidas.
En las calles por donde frecuentemente transitaban clientes ahora se ve un panorama desolador: andenes solitarios y varios negocios que se han visto obligados a cerrar desde tempranas horas. Foto: Santiago Buenaventura. EL TIEMPO
Un panorama desalentador sufren aquellos negocios locales, pequeños establecimientos, que desde el inicio de la pandemia han vivido las consecuencias más delicadas. Poca clientela, endeudamiento, cierres temporales y definitivos son las principales problemáticas que viven los dueños de los locales.
Según cifras de la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), en 2020 fueron alrededor de 53.291 empresas de todo tipo las que se vieron forzadas a cerrar debido a las difíciles condiciones para trabajar. Producto de esto, la tasa de desempleo en estos negocios se estableció en un 20,1 por ciento entre los meses de enero y marzo del presente año.
Además, a través de la encuesta mensual de reactivación productiva que realizó la CCB a algunas micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) de la ciudad y la región, se evidenció que, entre octubre del 2020 y marzo de este año, las empresas cerradas pasaron de un 8 a un 14 por ciento, respectivamente. En este mismo periodo, el porcentaje de ventas de las mipymes cayó de un 72 a un 64 por ciento.
Esto se refleja en las calles más desoladas que ahora se ven en estos sectores y con más negocios con sus puertas cerradas y en algunos casos con letreros de ‘Se vende’ o ‘Se arrienda’, y aquellos que siguen abiertos, con mucha menos clientela.
Preocupados, muchos de los dueños de los negocios no ven una salida pronta ante su difícil situación. Sumado a ello, consideran que las cuarentenas los afectan cada vez más, pues aparte de recibir cada vez menos clientes, el no operar causa que pasen de unos bajos ingresos al día a que estos sean nulos.
“Por acá es muy solo el trabajo. Yo creo que los negocios que estamos al lado de las universidades y las oficinas hemos sido los más perjudicados por la pandemia, porque ya no viene nadie”, comentaba la dueña de una tienda en el sector de negocios y finanzas de la calle 72.
Son aquellos comercios cercanos a universidades o a populares puestos de trabajo de los oficinistas que hacían parte de la cotidianidad de los ciudadanos, y quienes les guardan un aprecio y sienten nostalgia cuando se da una mirada al pasado y se piensa en esos días antes de la ‘nueva normalidad’: las cafeterías en donde se servía el desayuno a primera hora para empezar la jornada; las papelerías reconocidas en los alrededores de las universidades y en las cuales los estudiantes imprimían las lecturas para sus clases; restaurantes donde los oficinistas pedían su almuerzo ejecutivo y descansaban antes de regresar a sus actividades laborales; o esos pequeños bares en los que algunos se tomaban sus cervezas tras una extensa semana de estudio o trabajo.
Cotidianidades que significaban ingresos importantes para los dueños que con esfuerzo formaron estos pequeños negocios. Los hay en el sector universitario y de oficinas jurídicas del centro, por los lados de la carrera 13 entre calles 40 y 45 (cerca de la Universidad Javeriana), cerca de los imponentes edificios que albergan los centros de negocios en la calle 72 con carrera 7.ª, y así una larga lista de los establecimientos a lo largo y ancho de la ciudad.
Una lista que lamentablemente se ha reducido de manera considerable. Desde que la pandemia obligó a tener que trabajar y estudiar desde casa para mitigar el impacto de contagios de covid-19, estas cotidianidades ya descritas se fueron, y con ellas la clientela de la que estos establecimientos en Bogotá dependían.
Comerciantes cuentan que han acumulado grandes deudas desde la pandemia. Foto:Santiago Buenaventura
Una situación así vive Clara Giraldo, dueña de una papelería cerca de las universidades el Rosario y la Gran Colombia, en el centro de Bogotá. Ha tenido su negocio en la esquina de la calle 12C con carrera 5.ª bis por más de 20 años, por lo que sus clientes, estudiantes y abogados de la zona reconocen su local como ‘donde Clarita’. Angustiada, cuenta que antes de la pandemia podía ganar en un día hasta 600.000 pesos según la época del año, y cuando los estudiantes estaban en vacaciones, ella sin ningún problema ahorraba las ausencias de ingresos en esas fechas, aunque con los ingresos por parte de los juristas suplía los ingresos.
Normalmente, antes de la pandemia Clarita solía tener su negocio abarrotado de clientes que, buscando las impresiones para sus actividades, ocupaban el negocio hasta el andén de al frente. Ahora, con la ausencia de estos, cuenta que normalmente gana en promedio 50.000 pesos diarios, situación que la ha obligado a cerrar más temprano de lo que era habitual, recortar personal y a acumular deudas para pagar el arriendo de su local. “Seguimos aquí porque tenemos unos compromisos que habíamos adquirido ya, pues nadie esperaba esto. Nos ha tocado endeudarnos bastante porque estamos atrasados en el arriendo del local”, añade Clarita.
La mujer teme que la situación actual que viven los negocios como el de ella la obligue a cerrar el suyo y que las deudas que ya acumula empeoren. Por esto, en más de una ocasión, estudiantes de la Universidad del Rosario le han ayudado con colectas para cubrir sus gastos por el local. “Es un cambio terrible. Sé que no vamos a volver a una normalidad completa, pero espero que todo mejore para establecernos y salir de estas deudas”, cuenta Clarita.
Aunque muchos pequeños comerciantes tratan de sobrevivir ante el sombrío panorama, ya hay varios (como lo han mostrado las cifras de la CCB) que han perdido esa batalla.
Tal es el caso de don Luis, cuyo negocio estaba en los alrededores de la Universidad Javeriana y que, al igual que Clarita, era un habitual establecimiento a donde los jóvenes estudiantes iban a imprimir sus trabajos o a departir un rato en su cafetería.
La dependencia de este tipo de clientes también le generó grandes deudas que don Lucho no pudo cubrir con este hueco financiero que tenía, y esto provocó que cerrara su negocio en septiembre del año pasado. “No me daba para pagar arriendo, además de que me lo habían subido. Me pusieron entre la espada y la pared: o pagaba el precio del arriendo o tenía que dejarlo”, explicó Luis. Y cuenta que jamás pensó que la pandemia llegase a ser tan grave en Colombia, pero a medida que paso el tiempo notó que su negocio cada vez se iba más a pique, por lo que para él fue triste pasar de tener un negocio que generaba ingresos a ser dueño de uno que ya no costaba nada.