Contar las historias que transcurren día a día en Bogotá pareciera una tarea que requiere de muchas palabras y páginas; sin embargo, en la última versión del concurso ‘Bogotá en 100 palabras’, de la Secretaría Distrital de Cultura, fueron 9.095 ciudadanos de todas las edades -en las cinco ediciones suman 55.000- y residentes de las 20 localidades, los que se atrevieron a plasmar en muy pocas letras su visión de ciudad.
En esta quinta edición del reconocido libro de microrelatos hay de todo: desde la inocente historia de una niña que le cortó el cabello a su hermana en medio de un juego de peluquería hasta el relato de quien dijo, en medio de la pandemia, que el color rojo de la bandera de la capital representaba el hambre, esto, haciendo alusión a los trapos rojos que colgaron en las ventanas y fachadas de los más vulnerables en la primera fase de los confinamientos de 2020.
Para Nicolás Montero, secretario de Cultura, “a través de la palabra nos permitimos la creación de realidades que pueden expandir nuestra comprensión, ofreciéndonos perspectivas y miradas que de otra forma quizá no habríamos alcanzado”.
En los relatos galardonados, es posible percibir, desde los ojos ajenos, cómo se vivió la Bogotá silenciosa de 2020 y el frenesí de una ciudad que empezó a despertar en 2021.
EL TIEMPO reproduce seis de estas historias.
Solo un dulce recuerdo
Como siempre, mamá me dejó con mi tía en su peluquería, pasé la mayor parte del tiempo solo viéndola cortarles el cabello a sus clientes, después me recogieron y seguimos para la casa; al llegar fui corriendo a jugar con mi hermana menor y de un momento a otro mamá abrió la puerta, se quedó congelada, vio a mi hermana sin un mechón de cabello y con una sonrisa inocente; después su mirada se fijó en mí, con las tijeras en una de mis manos y en la otra el mechón de pelo de mi hermana.
*Paula Fúquene / 13 años
¡Un minuto de silencio, por favor!
Se oyen fuertes disparos en la calle 13 de la capital, cristales caen fuertemente al suelo, gritos suplican sin aliento paz y justicia, llantos con anhelo de esperanza, y yo desde mi cuarto medio aturdida del escándalo solo quiero entender el teorema de Pitágoras.
*Valentina Judex/ 17 años
Trapos al aire
Habíamos vuelto al colegio después de las cuarentenas. En clase de Competencias Ciudadanas, la profesora preguntó si alguien sabía qué significaba el color rojo en la bandera de la ciudad. Después de un momento de silencio, desde el fondo del salón, una voz destemplada respondió: “Hambre”.
* Jorge Trujillo/ 38 años
Coronar
Si alguien ha contemplado el cambio de la ciudad es Joaquín, relojero del Centro desde hace veinte años. Su vista encapsulada lo lleva siempre a hacer el mismo recorrido, cuadras diagonales, el viejo callejón en ‘L’, la plaza embaldosada que rememora los escaques del tablero de ajedrez. Como fiel caballo levanta su mirada y ahí está ella, la majestuosa iglesia de Las Nieves; se persigna pidiendo la bendición de la reina para guiar sus movimientos. Al encontrarse con sus amigos contrincantes lo apuesta todo. Tres juegos, dos victorias. Y así es como a diario el abuelo asciende de peón a rey.
*Juan Sebastián Páez /17 años
Te recordaré en la ciudad
Tengo grabada en mi memoria tu radiante sonrisa la primera vez que nos subimos al TransMiCable, cómo tus dedos señalaban los barrios donde jugabas de niña, mientras te reías y les hablabas a los otros pasajeros de lo hermosa que se ve la ciudad desde arriba; eras tan alegre y nostálgica, tu felicidad siempre fue contagiosa y hasta el hombre callado que iba con nosotros comenzó a reír. Ahora que te has ido, solo me queda recordarte en cada calle, avenida y carrera, en cada subida a Monserrate y en cada caminata por la séptima. Te amaré siempre, mamá.
*Sergio Arturo Ramos/ 16 años
El Concierto
La fila era larga, pero afortunadamente pude estar al frente del artista. Había personas de todo tipo, por suerte el concierto que presenciaríamos era para todos los gustos. La primera presentación fue un rapero, que cautivó al público más joven. Luego, al escenario subió un cantante de salsa, que logró que todos los presentes sintiéramos ganas de bailar. Después de divertirnos un poco, nos relajamos con un dúo que interpretaba uno de mis géneros favoritos, ópera. Estaba tan encantada con el concierto, que si no fuera por esa voz robotizada, no me habría bajado en la estación Marly.
*Chiara Castillo/ 17 años