Yarelix Estrada, de ascendencia centroamericana, estadounidense y radicada en Nueva York, llegó hace pocos días a Bogotá para empaparse de un programa que ha venido sonando en la región y surgió de la mano de la organización Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza.
Ella, que ha conocido de frente el drama por consumo de opioides que se cobró la vida de más de 100.000 personas en ese país el año pasado, de 2.000 en su ciudad; que ha visto cómo cada cinco horas una persona muere por sobredosis y que investiga y coordina el fenómeno del fentanilo, un opioide sintético que es hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina, entre otros fenómenos relacionadas con el consumo, con ayuda de la más alta tecnología dijo haber salido con una aprendizaje invaluable en la ciudad.
La experta sostiene que la capital se debe sentir orgullosa de tener un programa pionero en desestigmatizar a los consumidores y, en cambio, explicarles, en diferentes escenarios, qué es lo que están consumiendo.
Pero ¿dónde y cómo surgió este grupo? Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza nació en abril del año 2010, gracias a una convocatoria del Ministerio de Salud para implementar acciones de reducción de riesgos y daños en espacios de fiesta por consumo de drogas.
Comenzaron brindando información a personas adultas consumidoras. Para el año 2013, las acciones se incrementaron y comenzaron a implementar servicios de análisis de sustancias, siendo pioneros en Colombia y en América Latina.
La idea es tener una red mundial de organizaciones similares
“Desde entonces nos hemos especializado en el abordaje de consumo de sustancias, especialmente con s no problemáticos”. De esta estrategia han surgido investigaciones, políticas públicas, acciones legislativas, un punto de atención y lo más importante: que se hable de frente sobre el tema, abrir el debate no solamente en redes sociales, sino en cualquier escenario.
Siempre están impulsando nuevas estrategias e, incluso, ya han asesorado a varios grupos en Ecuador, Chile, Argentina, México, Uruguay y en Colombia. “La idea es tener una red mundial de organizaciones similares”, dijo Julián Quintero, líder del programa.
Para este objetivo trabaja un grupo multidisciplinario que está conformado por químicos, farmacéuticos, sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales, expertos en datos y estadísticas, abogados, politólogos, diseñadores gráficos y un equipo istrativo. Con semejante frente de profesionales han podido hallar que el mayor vacío en Bogotá y en Colombia en referencia a las drogas es el desconocimiento sobre los efectos y los riesgos de las sustancias. “Falta información. Nosotros trabajamos en llenar este vacío. Muchos no saben del peligro de mezclar, desconocen las dosis, no conocen los efectos”. Explican que informarles a los consumidores qué están consumiendo aporta más a la reducción del riesgo y el daño. “Cuando una persona se acerca a donde nosotros en un festival recibe tres servicios: información sobre la sustancia, efectos primarios, secundarios, riesgos, daños, mezclas, vías de istración, cómo manejar un bajón o una sobredosis, y eso hace que se midan en el consumo y que sepan reaccionar ante una crisis. Saber qué hacer, a dónde ir. En este país a nadie le enseñaron a tomar alcohol, y por eso el desastre actual. Hay una nueva generación que se acerca a las drogas, y con recomendaciones muy puntuales evitamos intoxicaciones graves o muertes. Eso lo hemos logrado en Bogotá. Los que se quieren drogar igual lo van a hacer”, dijo Quintero.
Los riesgos
Tampoco podemos dejar de lado el papel del alcohol. Su abuso siempre va a implicar un riesgo grande para los consumidores y problemas graves de convivencia
En cuanto a los riesgos, los expertos de Échele Cabeza han identificado uno en la calidad de las drogas que se consumen. “Es un riesgo inverso. Hay sectores poblacionales donde la calidad de las sustancias es muy mala y hay otros en donde es muy buena, y eso hace que sea fácil una sobredosis”. Otra alerta es la relacionada con las prácticas asociadas a las dosis y a las mezclas. “La gente está teniendo muy malas experiencias no tanto por la calidad, sino porque se pasan en la cantidad o porque la mezclan con lo que no deben”, añadió Quintero.
Otra alerta es la relacionada con el consumo de ‘tusibí’, una droga que tiene como base la ketamina y que mezclada con otras sustancias puede ser muy peligrosa. “Tampoco podemos dejar de lado el papel del alcohol. Su abuso siempre va a implicar un riesgo grande para los consumidores y problemas graves de convivencia”.
Ellos han sido testigos de casos concretos de fiestas o eventos en los que ha habido demasiada euforia y en donde el consumo ha generado problemas. “Hace poco estuvimos en la Universidad Nacional en una gran fiesta después de pandemia en donde hubo varios intoxicados, varios enfermos. Hubo un problema grave de convivencia, tocó cerrar la universidad a la fuerza y esto mismo está pasando en muchos entornos universitarios del país. Hay que ponerle cuidado”, dijo el experto.
Además, hay un aumento del consumo de hongos en contextos de fiesta. “No son para eso. El consumo de psicodélicos intensos es otro escenario que hay que empezar a indagar. Esa sustancia es de mucho cuidado y puede generar crisis profundas en la salud mental”.
En el Estéreo Pícnic, es la sexta vez que Échele Cabeza hace una intervención con las personas que participaron en el festival. No han tenido conocimiento de intoxicaciones graves allí. “Eso sí, estamos analizando información sobre consumo y en las próximas semanas publicaremos un informe sobre salud en conjunto. Es un público maduro que nos ha visto cada año y que se prepara. Es donde menos sustancias negativas han salido. Analizamos unas 900 muestras y atendimos a unas 4.500 personas”. Quintero dice que esa es una muestra viva de que en esos festivales puede haber una autorregulación.
Paradójicamente, no obstante todos sus esfuerzos por mapear el consumo de drogas en la ciudad, dicen que es el momento de hacer un llamado crítico. “El último estudio de consumo de sustancias psicoactivas en Bogotá se hizo en el año 2016. Estamos en 2022 y no han comenzado con un estudio nuevo. Los datos que hay son de la Encuesta Nacional de Consumo del año 2019, que es de todo el país y que es muy complicado y cuestionado por la metodología”.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
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