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Alianzas sí, pero no así / Voy y vuelvo
No deja de ser llamativo que Miguel Uribe promueva hoy lo que en su momento muchos le criticaron.
Los candidatos Diego Molano, Juan Daniel Oviedo y Rodrigo Lara. Foto: Mauricio Moreno. EL TIEMPO / Sergio Acero. EL TIEMPO
A medida que avanza la campaña por la alcaldía de Bogotá, va quedando claro que la segunda vuelta, que con toda seguridad habrá, hace que los candidatos no solo afinen sus estrategias y mensajes, sino que empiecen a consolidar alianzas decisivas. Pero ¿toda alianza es buena?
Quizás a eso se refería el senador y excandidato Miguel Uribe cuando propuso una alianza entre aspirantes para derrotar a Gustavo Bolívar, del Pacto Histórico y afín al presidente Gustavo Petro.
Pero la estrategia de Uribe buscaría no solo la derrota de Bolívar, quizás también pretendía hacer mella en la de Carlos Fernando Galán, del Nuevo Liberalismo, su enemigo irreconciliable desde los pasados comicios.
Quizás, también, buscaba que surgiera un nombre fuerte entre Molano, Lara y Oviedo que pudiera ser la tercería entre los hoy punteros. Pero al final, ninguno se mantuvo: Oviedo dijo no, Molano parece que también y Uribe ha dicho que insistirá en su propósito.
Jorge Enrique Robledo, Gustavo Bolívar, Diego Molano, Jorge Luis Vargas, Carlos Fernando Galán, Juan Daniel Oviedo y Rodrigo Lara. Foto:Archivo EL TIEMPO
No deja de ser llamativo que el senador promueva hoy lo que en su momento muchos le criticaron. Hace cuatro años le insistieron en hacer alianza con Galán para derrotar a Claudia López, y se negó. Por su parte, él ha sostenido todo lo contrario, que fue Galán quien jamás aceptó un acercamiento.
Como quiera que sea, todo sigue como antes, al vaivén de las encuestas y de la expectativa de los electores.
Bogotá, decíamos, estrenará la figura de la segunda vuelta, la cual busca que quien no obtenga el 40 por ciento de los votos vaya a una segunda ronda con el fin de consolidar un par de candidaturas fuertes, más legítimas y representativas, pues se ha vuelto costumbre que los alcaldes de Bogotá, con tantos desafíos y problemas, terminan elegidos con el 30 por ciento de los sufragios.
El pasado jueves se llevó a cabo el primer debate de candidatos. Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO
Lo ideal, por supuesto, sería elegir alcalde en primera vuelta. Nos ahorraríamos costos y tensiones políticas; para ello se necesitaría consolidar desde ya unas alianzas sobresalientes, movidas por la trascendencia de las propuestas, por la novedad de los discursos o la personalidad del dirigente. Hasta el momento, todos han demostrado talante para ello.
Sin embargo, lograr ese objetivo también requiere sensatez e identidad programática entre fuerzas enfrentadas, cuyo principal objetivo sea el interés genuino de sacar adelante esta ciudad.
La segunda vuelta puede llegar a tener de perverso que valoriza el voto ajeno: concejales, ediles, líderes barriales y hasta los mismos candidatos sin mucho juego hacen valer su pequeño feudo de votantes a la hora de repartir apoyos. Y eso no siempre termina bien. Le pasó a Peñalosa en su momento, lo mismo que a Claudia López con un sector de los ‘verdes’.
Esos apoyos, que en una contienda apretada valen oro, suelen ser empleados después para chantajear al elegido, para pedirle más de la cuenta o simplemente para amargarle su gestión si no entra en la repartija burocrática.
Acá, sin duda, estaremos en un escenario similar. Y es ahí donde se conocerá el talante de los candidatos, su capacidad de persuasión y la validez de su discurso. Cuando con tal de ganar es el ‘todo vale’ lo que se impone, gobernar se vuelve un infierno. Ya la causa no es la ciudad, sino la transacción, los puestos, las prebendas.
De lo que hablamos es de hacer alianzas, pero no así. No negociando principios ni entregando la ciudad a ‘aliados’ de último minuto
El exembajador Benedetti lo dejó claro en sus polémicos audios y el hoy Presidente de la República ha padecido las consecuencias de pactar hasta con el diablo.
En todo caso, lo que se viene para la segunda vuelta, pase lo que pase y sean quienes sean los que se enfrenten, es un tsunami de trueques electorales que tendrán como protagonistas a todos los recién elegidos (concejales, ediles, JAL), a los candidatos derrotados en primera, sin contar las presiones que emerjan de otros rincones del mismo Estado o de sus filiales.
No se trata de ser mojigatos ni de querer tapar el sol con las manos. Alianzas por conveniencia siempre han existido, de eso también se trata la política, de encontrar consensos en medio de la diferencia. De lo que hablamos es de hacer alianzas, pero no así. No negociando principios ni entregando la ciudad a ‘aliados’ de último minuto como si se tratara de benefactores con derechos.
En este tipo de instancias, los políticos se parecen a los capitales golondrina, que llegan cuando las mieles del triunfo están cerca, pero desaparecen o se convierten en oposición tan pronto otras circunstancias pintan mejor.
Por el bien de Bogotá y de quienes la habitamos, lo deseable es que los dos candidatos que se midan en una final no vayan a terminar entregados a quienes después serán sus verdugos. La ciudad no puede quedar fractura entre un alcalde bien intencionado y una ralea de políticos que cobren el triunfo en el último momento.
Lo que se debe imponer es un mínimo de ideales comunes. Si hoy, en el furor de la campaña, hay consenso en temas como seguridad, seguir con el metro o con Jóvenes a la U, con mayor razón debe haberlo para gobernar cuatro años de la mejor manera.