San Juan de Dios: la historia de la joya que se hunde en moho y los pleitos

A pesar del moho que amenaza con tragarse las paredes, de las raíces que se cuelan por las grietas y de la dejadez que asedia las estructuras del complejo hospitalario San Juan de Dios, basta con hacer un recorrido para darse cuenta de por qué llegar a un acuerdo salvaría a esta joya histórica y de paso le evitaría a la ciudad perder una suma que compromete recursos por más de 466.576 millones de pesos, invertidos en un contrato para su recuperación.

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Hoy solo está habitado por gatos y palomas que se alimentan de lo que puedan conseguir o cazar, aunque algunos espacios están siendo intervenidos y otros se están utilizando para recuperar su memoria. Sin embargo, el abandono aún predomina en este ‘templo histórico’, ubicado entre la avenida Caracas y la carrera 10.ª entre calles 1.ª y 2.ª sur.

Casi todos los visitantes son universitarios interesados por las historias que se tejen allí, o profesionales que saben el valor histórico y arquitectónico de cada metro cuadrado. Cada cierto tiempo este lugar, en el que andenes que lo bordean están atestados de basura y habitantes de la calle que hacen sus necesidades, vuelve a ser noticia. Esta es una historia de planes y proyectos para recuperarlo que nunca terminan en nada.

Esta vez lo fue porque el gobierno del presidente Gustavo Petro anunció la compra del hospital, sometido a un plan de manejo y protección patrimonial e histórico.

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Pero esto, lejos de mostrar un panorama alentador para rescatar el bien, trae a la escena otra vez el caos que ha reinado en su proceso de recuperación. A través de un decreto se autorizó a la Agencia Nacional Inmobiliaria Virgilio Barco Vargas iniciar los trámites y las negociaciones para adquirir el derecho de dominio de la infraestructura e iniciar su recuperación, un plan que Petro siempre ambicionó desde que fue alcalde de Bogotá.

El problema es que esto traería más de un lío judicial. La razón es que existe un contrato entre el Distrito y la Sociedad Anónima de Obras y Servicios (Copasa), con domicilio en Galicia (España).

Esto tiene sus antecedentes. La istración de Enrique Peñalosa estructuró un contrato para el diseño, construcción, dotación, operación y mantenimiento de una Unidad Médico-Hospitalaria y un Centro de Atención Primaria de Salud, y en la actual istración, la Subred Integrada de Servicios de Salud Centro-oriente seleccionó a Copasa para la demolición de la llamada torre central, que no hace parte del conjunto arquitectónico tradicional del lugar y que, además, como lo vio en la visita este diario, ha tenido añadiduras y no cumple con los requisitos sanitarios que hoy exigen este tipo de infraestructuras para la salud.

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El contrato es por cerca de 466.576 millones de pesos, pero hoy este no tiene permiso para ejecutarse, menos con la llegada del nuevo ministro Juan David Correa, pues se expidió un acto istrativo en el que se prohíbe la demolición de la torre central.

Hoy, los españoles de Copasa solicitaron un tribunal de arbitramento internacional para que les reconozcan los daños y perjuicios de no poder ejecutar la obra. En conclusión, el enredo sigue.

Luis Gonzalo Morales, exsecretario de Salud en el gobierno de Enrique Peñalosa, dijo en una de sus columnas de opinión que es lamentable que la recuperación siga en vilo por los caprichos del Gobierno de querer recuperar la antigua torre central, desconociendo conceptos técnicos que lo hacen inviable.

El arquitecto Mauricio Uribe dice que hay mucha desinformación sobre el San Juan de Dios y que no debería haber polémica. "Todos queremos que se recuperen los edificios, nadie quiere demolerlo, no es posible". Agregó que se está hablando es de un complejo que, entre otros, cuenta con 17 edificios de valor patrimonial y que el más reciente es la torre central de los años 50 que es el que desafortunadamente se ha convertido en el motivo de la discordia.

"El plan especial de manejo y protección aprobado por Mincultura asigna niveles de intervención a los distintos edificios que lo componen. Los más restrictivos son el uno y dos y la torre central está en un nivel tres. De acuerdo a la valoración, podría incluso ser reemplazado por un edificio moderno, respetuoso de su entorno y los avances de la medicina".

Explicó que "Las últimas istraciones han hecho lo que les correspondió para que se abra. La alcaldía de Gustavo Petro en buena hora adquirió todo el conjunto para la ciudad, la alcaldía de Enrique Peñalosa consiguió los recursos e hizo los diseños y estructuración de proyectos para recuperar las edificaciones. Esto es lo que está ejecutando la alcaldesa Claudia López, incluso con un contrato firmado para el reemplazo de la torre central". Concluyó que del San Juan de Dios debería recuperarse prácticamente todo. "Pero lo más importante es la memoria. Es un lugar único para la medicina".

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Lo real, es que el lugar sigue sin ser revivido sin importar las contribuciones que hicieron los profesionales que allí trabajaron a la historia de la medicina nacional y las vidas de personas de todos los estratos sociales que allí salvaron sus vidas.

Y es que su historia rica es detalles. El documento ‘Guía crítica del conjunto hospitalario San Juan de Dios’, dado a conocer por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) recopila parte de ella.

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Según la guía, el hospital de San Pedro fue el primero en la ciudad de Santafé. Su origen se remonta a 1564, cuando el arzobispo fray Juan de los Barrios donó las casas para su funcionamiento. El 2 de diciembre de 1595, el rey Felipe II concedió licencia a la orden monástica española de San Juan de Dios para fundar y dirigir hospitales en América; no obstante, solo hasta 1635 les fue entregado el hospital de San Pedro para que se hicieran cargo de este.

Pero, no pasó mucho tiempo para que las instalaciones del hospital se hicieron insuficientes para atender a los santafereños. Hay que recordar que epidemias como las del tifo en 1663 atiborraron la sede de enfermos.

El hospital se fundó en 1739. Se llamaba de Jesús, María y José, luego llamado San Juan de Dios, en la calle de San Miguel. Entre 1756 y 1767 atendió en promedio a 1.399 enfermos al año y contó con 24 religiosos para su atención.

Según la guía, tras las gestas de independencia y la renovación de las antiguas instituciones coloniales, entre 1835 y 1867 la gobernación de la provincia de Bogotá asumió la dirección del centro hospitalario que, desde entonces, pasó a llamarse Hospital de Caridad.

En 1868 fue fundada la Universidad Nacional de Colombia y se instituyó al hospital como sede de los estudios de Medicina. Al año siguiente, en 1869, el Estado Soberano de Cundinamarca fundó la Junta de Beneficencia del Estado, a la cual se le asignó la dirección del Hospital San Juan de Dios.

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Una vez más, las instalaciones del centro de salud quedaron obsoletas ante la creciente demanda. En 1911 el Gobierno cedió el lote del Molino de Hortúa para construir un manicomio y poco después, se inició la construcción de dos pabellones más, pero este nunca fue, pues se autorizó al departamento de Cundinamarca para destinar el predio y los edificios para el Hospital San Juan de Dios.

Ese mismo año se licitó la construcción de los primeros pabellones, ya no para el hospital psiquiátrico, sino para el hospital, y en 1921 se convocó un concurso arquitectónico para el diseño de un plan general del conjunto hospitalario que siguiera los preceptos científicos e higienistas del momento. Este concurso lo ganó el arquitecto Pablo de la Cruz y las nuevas instalaciones en La Hortúa se inauguraron el 7 de febrero de 1926.

En las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX, el conjunto hospitalario efectuó transformaciones locativas en los diferentes edificios para modificar sus usos. Para 1950 la construcción de la Torre Quirúrgica modificó el conjunto y cambió el funcionamiento del hospital al centralizar muchas de las especialidades médicas.

Según la guía, paralelo a los cambios físicos, también hubo transformaciones en el funcionamiento. Como hoy, el Hospital San Juan de Dios se convirtió en un escenario de discusión sobre el sistema de salud nacional, al tiempo que buscaba soluciones definitivas a sus problemas de istración y financiación.

Finalizando el siglo XX los problemas del hospital tocaron fondo. Los poco efectivos intentos de redireccionar su istración hicieron insostenible el funcionamiento de la institución. En septiembre de 2001, el corte de la luz marcó el final del San Juan como hospital en servicio activo.

Pasó de acoger pacientes a ser la vivienda de los trabajadores que seguían cumpliendo sus labores por no haber recibido una liquidación ni despido oficial. Los esfuerzos de estos últimos lograron que en 2002 se declarara Monumento Nacional al Hospital y se decretara su reapertura y funcionamiento como centro de salud.

Pero en 2015 se concretó la compra del hospital por parte del Distrito de Bogotá; tras ello se iniciaron procesos de readecuación con miras a su reapertura, pero eso es lo que hoy está en veremos. EL TIEMPO recorrió el lugar y toda esta historia narrada y más se respira. El Palacete Central está muy cerca de la entrada.

Es de estilo francés y fue construido por Gastón Lelarge. Hoy está adecuada con una sede istrativa. Luego se divisan pabellones antiquísimos unidos luego por puentes que nada tenían que ver con su arquitectura inicial. Otros muros tienen pinturas que urgen ser rescatadas. Pronto se divisa la torre central, que bien pudiera llamarse el 'florero de Llorente'.

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Para un ciudadano del común, como muchos de los que visitan el lugar, es un edificio corriente con añadiduras para salones que se le hicieron con los años y que ya carece de seguridad para ser un centro hospitalario. Esta llenó de escombros, huecos y grietas y de colchones viejos y podridos.

Otros edificios como el de enfermedades tropicales sí se ve bello a pesar de su abandono. Sus ventanas dejan visualizar salones de ladrillo elegantes. Luego hay otras estructuras más modernas, pero igualmente valiosas en su arquitectura como la Unidad de salud mental. Al entrar muchas paredes están atiborradas de moho y el olor se siente pesado. Ilusiona que los edificios Mantenimiento y la Cocina o Siberia ya están el proceso de recuperación y se ve el avance.

Finalmente, entrar a la capilla es una experiencia mágica. Sus pisos y hasta mobiliario abandonado guardan una magia especial, así como un viejo órgano que resuena cuando entra una corriente de aire. Hasta ahí entran algunos amantes de la historia para ver si el acuerdo llega a quienes tienen el poder y la joya del San Juan de Dios renace de entre las cenizas.

CAROL MALAVER

SUBEDITORA BOGOTÁ 

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