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El camino de Luz
Luz Barrera es una beneficiaria del programa Jóvenes a la U, quien sueña con un negocio propio.
Luz es una de las beneficiarias del programa Jóvenes a la U. Foto: Mauricio Moreno
Una máquina de coser marca Pfaff color crema. Un maniquí para costura. Hilos. Bocetos con ilustraciones de moda. Un computador gamer. Un micrófono. Una silla, una cama doble y un armario. Afuera, el baño y la cocina, compartidos con un vecino. Poco más. En este minúsculo espacio que es dormitorio, sala y comedor habita Luz Ángela Barrera Monroy. Bogotana, 25 años, pelo negro liso, muy largo. Pantalón y blusa negros. 1,68 metros de estatura. Cuerpo redondo. Labios pintados de rojo.
—Estamos en el proyecto final de este semestre. Así va a ser mi propuesta: bota ancha en el pantalón porque nos basamos en los años setenta; el tema de inspiración que escogimos fueron los siete pecados capitales; el rojo es por la ira, y el degradé representa cuando llega un punto de la ira donde ya todo es oscuro.
Se le da bien ilustrar. Sus modelos son estilizadas, de piernas infinitas. Con clase. Le gusta el negro. Le va lo gótico. La máquina de coser se la regaló su tío. Luz estudia Diseño de Modas en la Universidad Ecci. Está terminando el segundo semestre. Parece que todavía le cuesta creérselo. Hace mucho tiempo que había renunciado a cualquier posibilidad de cursar esa carrera.
—Yo siempre quise ser diseñadora de modas, pero tuve que descartarlo porque no podía pagar algo así.
Luz es una de las beneficiarias del programa Jóvenes a la U de la Alcaldía de Bogotá. La iniciativa está dirigida a menores de 28 años de sectores vulnerables. Con este proyecto se financian programas de educación superior (técnico, tecnólogo o profesional) y se concede un apoyo de hasta un salario mínimo por semestre. La convocatoria del 2021 otorgó 5.821 cupos entre más de 80.000 inscritos.
La joven diseñadora de modas presenta algunos de los modelos que ha pintado en el taller donde trabaja, actividad que alterna con sus estudios. Foto:Mauricio Moreno
—Creo que era julio del 2021 cuando me avisaron. Yo estaba en Melgar, eran más de las 9 de la noche. Pensé que me estaban llamando de una escuela donde había averiguado por un curso de maquillaje artístico, pero no. Me dijeron que había participado en una convocatoria y que había sido becada en la Ecci. Me puse a llorar.
Luz Ángela Barrera Monroy supo desde muy pequeña que quería ser diseñadora de modas. Tal vez porque le encantaba hacerles vestidos a las muñecas Barbies que su mamá le compraba y que se inventaba junto a su abuela. Cuando las menciona, se pone triste. Ambas fallecieron en 2018. En febrero murió Teresa Monroy, la abuela. Y en septiembre, Nubia Monroy, la madre.
—Ellas me criaron, eran mi núcleo, mi todo. Fue devastador. Traté de seguir con mi vida normal. Los dos primeros años he sido muy fuerte, pero ahora he empezado a sentir un poco más de afectación. A veces siento que no hice muy bien el duelo.
***
Luz nació en Bogotá, en mayo de 1997. Casi toda su vida la pasó en el barrio Garcés Navas, en la localidad de Engativá. Su mamá era manicurista —con ese oficio la sacó adelante— mientras su abuela cuidaba de ella. El papá tiene otra familia, pero siempre ha estado cerca. Cuando terminó el bachillerato, justo en el momento en el que se convenció de que el Diseño de Modas era una quimera, optó por un curso gratis de Diseño Gráfico Multimedia en el Sena. No era lo que más le gustaba, pero en algo se parecía —o eso quiso creer— a lo que había anhelado.
Debía tener unos 19 años cuando le tocó asumir el rol de cabeza de familia. Nubia Monroy enfermó y no pudo volver a trabajar. Por ese entonces, Luz estaba comenzando una práctica del Sena en un estudio de fotografía. Hacía de todo. Desde tomar fotos hasta atender la recepción. Estuvo seis meses, hasta que se acabó el contrato de aprendizaje. De allí se fue a una empresa de telefonía a vender celulares, pero, dice, la explotaban. Aguantó un año y se fue a trabajar con el papá.
William Barrera, el padre, tiene una empresa en el sector de la construcción. Con lo que ganaba allí, trabajando como recepcionista, Luz entró a estudiar Diseño Gráfico en la Fundación Universitaria San Mateo. Eso fue en aquel nefasto 2018, cuando murieron su madre y su abuela. Cada semestre costaba unos 2 millones de pesos. Una parte la pagaba ella, y otra, su papá.
Estando en la universidad se vino la pandemia. El mundo se puso patas arriba. También su vida (otra vez). En febrero del 2020 había llegado desde Buenos Aires, Luis Ramón Rodríguez, de 23 años, el muchacho de ojos claros que había conocido unos años atrás en Facebook y que dejó todo para iniciar una vida a su lado en Bogotá. A las pocas semanas, confinaron al planeta entero. La empresa de su papá echó el cierre. Fue el caos.
***
En tres opciones volví a poner Diseño Gráfico, porque me dije a mí misma que sería bueno terminar. Solo en la cuarta y última puse Diseño de Modas. Yo ya ni pensaba en eso, no lo tenía presente.
Luis y Luz miran atrás y se ríen un poco de aquellos días que parecieron un túnel sin salida. Se ríen, pero se nota cierta angustia cuando traen a la memoria ese año paréntesis, ese 2020 en que el mundo se detuvo: sin trabajo, sin ingresos, sin esperanza, prácticamente viviendo de la caridad de la familia.
Si en Colombia la situación socioeconómica de los jóvenes entre 15 y 28 años ya era crítica, con la pandemia se exacerbó. Una radiografía rápida de ese segmento de la población arroja cifras descorazonadoras: la tasa de desempleo juvenil se ubicó en el 20,6 % entre noviembre del 2021 y enero del 2022, lo que supone que 1,27 millones de chicas y chicos estaban desempleados en ese periodo, según el Dane.
En el 2021, la llamada ‘generación nini’ (que ni estudia ni trabaja) alcanzó el 34,5 % entre los 18 y los 24 años, según la OCDE. Otros informes han concluido que el suicidio es la tercera causa de muerte de los 15 a los 24 años. Y cuando les preguntan a los jóvenes en qué situación se encuentran, casi la mitad reporta “una sensación de estancamiento” emocional, económico y laboral, concluye un estudio del diario EL TIEMPO publicado en el 2020.
La incertidumbre aumentó con la pandemia. Tener un título profesional ya ni siquiera es garantía de conseguir un trabajo digno en Colombia. A Luz esa situación la atraviesa. Por momentos se nota desencantada. Más bien incrédula. Muchas veces ha pensado que lo mejor es emigrar. "Este país es muy difícil para los jóvenes. Las oportunidades son casi nulas. ¡Nos toca guerrearla mucho! Sigo pensando que no quiero quedarme aquí", dice.
Hablamos una mañana de lunes festivo. La habitación donde vive con su novio forma parte de un caserón convertido en una especie de inquilinato en el barrio Simón Bolívar, en la localidad de Barrios Unidos. No paga renta porque el domicilio es propiedad de su padre. El baño y la cocina los comparten con Marcos Jaimes, un joven colombo-venezolano que además es su mejor amigo. Luz dice que fue él quien los salvó del abismo durante la pandemia. “Era el único que tenía trabajo, nos ayudó mucho”.
El virus hizo que abandonara la carrera de Diseño Gráfico. No tenía con qué pagarla y tampoco se sentía cómoda en la modalidad online. En algún momento de ese año, ella y su novio pasaron a formar parte de la generación de los ‘ninis’, esos jóvenes inmersos en el limbo del sistema.
“¿Qué hago?”, se preguntó varias veces. “Qué duro es volverse a levantar”, pensó. La empresa de su padre arrancó de nuevo, pero solo le dieron trabajo tres veces a la semana. Apenas le alcanzaba para sobrevivir. A su novio tampoco le iba mejor vendiendo tapabocas para una fábrica. Hacían lo que podían, con lo que tenían. Pero no todo fue tan malo. Ese tiempo de pausa le sirvió para darse cuenta de que el diseño gráfico no era lo suyo. A la larga, había sido una buena decisión. Lo siguiente era buscar otro camino. Pero no el diseño de modas, claro. Ese estaba muy lejos.
-Seamos sinceros: no me veía toda la vida sentada haciendo fotomontajes. Qué flojera. Me puse a buscar otra cosa y me decidí por el maquillaje artístico. Y pensé: le voy a echar el cuento a mi papá, a ver qué dice.
En esas andaba cuando a principios del 2021 se topó con una publicación del Instagram de la alcaldesa, Claudia López. Era una invitación a participar en el programa Jóvenes a la U.
-Me inscribí por no dejar, porque no creía en eso. En este país uno está acostumbrado a que los gobiernos no ayudan, que todo es mentira. Entré a la página y vi que en cada modalidad de convocatoria te dejaban escoger la carrera y la universidad. En tres opciones volví a poner Diseño Gráfico, porque me dije a mí misma que sería bueno terminar. Solo en la cuarta y última puse Diseño de Modas. Yo ya ni pensaba en eso, no lo tenía presente. Estaba convencida de que no podía estudiar esa carrera.
En la habitación de Luz el reloj suena a las 6:30 de la mañana. Muchas cosas han cambiado desde aquel 2018 en que perdió a su familia. La jornada es larga. Ya no trabaja con su papá, volvió a la presencialidad en la universidad y desde hace dos meses encontró trabajo en el taller de Jorge Duque, uno de los diseñadores top de Colombia. Un lujo.
Se ve feliz. Como si por fin el cielo se hubiera despejado. A las 8 sale para el taller de Duque (“sé que voy a aprender muchísimo de corsetería, eso me encanta”), y desde ahí se traslada a la universidad, pasadas las 5 de la tarde. Estudia hasta las 10 de la noche, llega a casa y a veces tiene que hacer tareas hasta las 2 de la mañana, pero eso no parece un problema. Al fin y al cabo, está haciendo lo que siempre soñó. La beca le cubre la matrícula y le asigna un salario mínimo al final de cada semestre. Y con lo que gana en el taller de Duque paga los otros gastos. Su novio sigue buscando empleo, pero está tranquilo. “Yo trabajo desde los 12 años, esto no me va a quedar grande”, asegura él.
Marcos Jaimes, el amigo de Luz, dice de ella que es muy creativa, alegre y extrovertida. Que ama los videojuegos (sus favoritos son Valorant y Gta 5). Que no le gusta cocinar ni el desorden. Y que es muy trabajadora. Natalia Ramírez, la amiga que la recomendó en el taller de Jorge Duque, dice que es espontánea, con mucho sentido del humor y apasionada por la moda. Las dos se conocieron en el curso aquel de Diseño Multimedia del Sena. Natalia cuenta que llegó tarde, que estaba perdida y que Luz la acogió. “Ella me orientó, me prestó las guías y me ayudó. La recuerdo como una persona bonita”. Luis, su novio, la describe como una mujer “luchadora” que “flashea mucho”, como llaman en su país, Argentina, a los que no dejan de soñar.
Cuando le preguntan por el futuro, Luz se imagina teniendo su propio taller o trabajando para una marca importante. ira a Balenciaga, a veces a Pucci y los diseños rocambolescos de Iris van Herpen. Algo así le gustaría hacer. Irrumpir en el escenario de la moda con una propuesta arriesgada que no deje a nadie indiferente. Está en ello. Mientras, fantasea con vestir a las cantantes Rosalía y Billie Eilish. ¿Por qué no? Esto apenas comienza.