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La barbería museo en Bogotá que ha sobrevivido a cuatro generaciones

Una dinastía de maestros peluqueros mantiene su tradición en un histórico barrio de Bogotá.

La Barbería Clásica Baquero nació hace 65 años en un pequeño local del teatro Las Cruces.

La Barbería Clásica Baquero nació hace 65 años en un pequeño local del teatro Las Cruces. Foto: Archivo particular

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De entrada te envuelven esencias de lavanda y alhucema, de los últimos vestigios del talco Royal y de la antiséptica y refrescante lumbre, milagrosa piedra de los manantiales, infaltable en las barberías de postín.
Encriptada como una alhaja en la vastedad del tiempo, los retratos en blanco y negro, los recortes amarillentos de periódicos y revistas de la cartelera dan cuenta del honroso pasado de la Barbería Clásica Baquero, que sobrevive con sus 65 años en el corazón del barrio Las Cruces, territorio fundacional de Bogotá.
Barbería y museo, porque mobiliario, sillas y enseres de época –máquinas manuales y eléctricas, tijeras, barberas, brochas, afiladoras, sentaderas, y demás herramientas del embellecimiento– aún ostentan el brillo rancio de los siglos y, como en la tonada de Piero, la nostalgia del tranvía y el vino tinto.
A primera mañana, el estereofónico irrumpe con la crónica judicial de La cárcel de Sing Sing en la voz de Alci Acosta, y el amplio espejo devuelve el rostro taciturno de don Jorge Giraldo Ríos, de 78 años y oriundo de El Fresno, Tolima, pensionado de Telecom, desde 1963 residente en el barrio Las Cruces, y cliente de hace 25 años de la Barbería Clásica Baquero, a la que acude puntual cada 20 días.
Lo atiende don Jairo Hernán Baquero Rodríguez, cuarta generación de esta dinastía de maestros peluqueros que tiene su origen en la bisabuela María Teresa Castillo, campesina santandereana de racamandaca, que a principios del siglo pasado se iba a lomo de mula por trochas y veredas comuneras, con su trebejos de peluquería en la faltriquera, ofreciendo sus servicios a hacendados, capataces y jornaleros. La matrona Castillo, refiere Jairo Hernán, transmitió los secretos del arte de la peluquería a su abuelo Gabriel Antonio, y este a su padre Hernán, fallecido en octubre de 2019.
Giraldo Ríos solo cumple con acomodarse en la silla, porque en todos estos años no ha cambiado de corte, el argentino oscuro, con el que se inauguró como cliente en manos de don Hernán Baquero, y que continúa con su hijo Jairo Hernán.
El jubilado de las telecomunicaciones rememora los años de amenas tertulias con don Hernán, “hombre culto y cordial”, dice de él, aficionado al ciclismo, que hizo historia con una vuelta a Colombia en 1955, y con el que se arreglaba el país al calor de tintos, y en ocasiones con prudentes copas de whisky.

Pelos y películas 

Fue don Gabriel Antonio Baquero el pionero de la barbería, cuando llegó al barrio Las Cruces con su mujer María Emma Sánchez, a principios de los años 40, en busca de empleo y techo digno. Lo encontró en una barbería cercana a la famosa relojería Amézquita, donde gracias a su talento con las tijeras, cautivó una estimable clientela, entre ellos el caudillo Jorge Eliécer Gaitán.
Su hijo Hernán demostró desde muchacho el amor y la aptitud por el oficio de rapabarbas, y sentó la primera piedra de la Barbería Clásica Baquero, en 1957, en el único local del antiguo teatro Las Cruces. Recuerda Jairo Hernán que de chico ayudaba en el negocio a barrer la pelambre y a desinfectar utensilios, y que la recompensa de su viejo la invertía en golosinas y refrescos, y en el tiquete de entrada a las películas de los meros machos del cine mexicano y de los grandes de la comicidad como Viruta y Capulina, Tin Tan, Resortes, y el papá de todos, don Mario Moreno, ‘Cantinflas’, en la época en que las colas para acceder a sus películas doblaban la manzana.
La mayoría de los clientes eran militares y policías de distintos rangos. De ahí que los cortes que más solicitaban eran el Humberto, el americano y la mesa, este último castrense por excelencia. Otros, despojados de insignias y charreteras, pedían el italiano con patilla de bota, el clásico y el de mayor demanda, el argentino oscuro, perfilado y con brillantina de las marcas Cheseline y Lechuga.

El más antiguo 

En 1964, la istración del Teatro Las Cruces pidió el local a don Hernán Baquero para otros menesteres. Sin tantas bregas, el cotizado barbero encontró un establecimiento a la vuelta de la esquina, en la carrera octava n.° 1F-41, predios del parque principal de Las Cruces, diagonal a la imponente iglesia de cúpulas romanas de Nuestra Señora del Carmen, y en la misma cuadra del Hogar Sagrada Familia de la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote, fundado en 1918.
En ese local de dos metros y medio de frente por seis de fondo, donde antes había funcionado una lechería y una frutería, la Barbería Clásica Baquero sigue su curso y se consolida como una preciada joya del pasado, gracias a su clientela de toda la vida, como don Jorge Giraldo Ríos, don Ezequiel Poveda, don Humberto González, don Agmeth Martínez, entre otros veteranos que la frecuentan con su descendencia, como el abogado Francisco de Lima, a quien don Gabriel Antonio Baquero peluqueaba desde que tenía 2 años, de la mano de su señora madre, doña Ana Corredor.
De Lima, el cliente más antiguo de la barbería, con 60 años de permanencia, da cuenta de las tarifas de corte. De niño, su mamá le pagaba a don Gabriel Antonio 10 centavos por el servicio. Cuando era estudiante de Derecho, cancelaba 10 pesos a don Hernán, y en la actualidad paga 10.000 pesos a don Jairo Hernán por el corte argentino oscuro, su preferido. “Es que con el peluquero sucede como con el equipo de fútbol: uno se casa de por vida”, sostiene el jurisconsulto.

Museo y fundación 

Katherine Baquero, hija de Jairo Hernán, trabajadora social y gestora cultural, se ha encargado de la curaduría y el mantenimiento de la Barbería Clásica Baquero como patrimonio, museo y fundación sin ánimo de lucro, con el propósito de preservar la memoria del añejo oficio, brindando capacitación a jóvenes promesas, comunidades emergentes, reclusos, y fortaleciendo alianzas con prestigiosas marcas para su sostenibilidad. Entre las actividades más relevantes están las brigadas de servicio gratuito de peluquería, que periódicamente realizan en geriátricos de caridad y con discapacitados.
De puertas abiertas, el turista, cámara fotográfica terciada, no se resiste a tomar las impresiones de las antiguas y preciosas sillas de más de 70 años, de manufactura inglesa, por donde en su momento pasaron expresidentes como Carlos Lleras Restrepo, Guillermo León Valencia y Julio César Turbay Ayala, y atletas como Víctor Mora.
En la barbería hay una amplia colección de máquinas, barberas, tijeras, brochas, afiladoras y sentaderas, entre otros.

En la barbería hay una amplia colección de máquinas, barberas, tijeras, brochas, afiladoras y sentaderas, entre otros. Foto:Archivo particular

Dichas sillas aún conservan los sentadores de barberas “pelo de burro” (hoy de carnaza), como se conocían a las correas que los antiguos barberos curaban con aceite de higuerilla para obtener el lustre y la suavidad de la barbera en la piel del cliente, como lo explica Jairo Hernán Baquero mientras da testimonio de su herencia y afila una de las herramientas de colección con una piedra Ónix. El celoso tesoro es una barbera de la casa alemana Korg & Hansberg Remscheid, con certificado de fábrica de 1853, que Baquero exhibe orgulloso para la foto. 
Del arsenal de máquinas manuales de peluquería, Jairo Hernán enseña un par de acero inoxidable, con resortes, de manufactura china (Hair Clipper), que un veterano de la guerra de Corea le trajo a su padre como gesto de cariño y iración.
Las antiquísimas máquinas Oster también hacen parte de este remoto inventario, como las primeras máquinas eléctricas, las tijeras de distintos usos, grafiladoras, atomizadores de latón y cromo con bombita de caucho, el termo donde su padre calentaba el agua para las compresas suavizantes de barbillas, y el juego de brochas de tantos calendarios, como una italiana de pelo de marta, que data de 80 años.

‘Los Victorinos’ 

Baquero también destaca el certificado fechado el 26 de agosto de 1991, que la programadora RTI les otorgó por la locación prestada para la grabación de la recordada serie Los Victorinos, acompañada de una postal donde aparecen su abuelo Gabriel, su padre Hernán, los actores Edgardo Román, Patricia Grisales y el director Carlos Duplat. Allí también se grabaron capítulos de El Bogotazo.
Barbero viejo que se respete es informado y buen lector. Por eso en la Barbería Clásica Baquero nunca han faltado EL TIEMPO, las revistas Cromos y Vea, y el tabloide El Espacio, hasta su desaparición en 2013.
El santo y seña del profesionalismo y la trayectoria de Jairo Hernán Baquero está fijado en su muñeca derecha: una esclava de acero que él elaboró de una tijera, porque además de curtirse por años como barbero, sabe de metalurgia, es asesor en seguridad y no falla a su entrenamiento mañanero como ciclista.
Le pregunto a Jairo Hernán si con él se cerraría el ciclo de más de 60 años de la dinastía Baquero. Y con un guiño entre el entusiasmo y la nostalgia, responde: “Eso está en manos de mi hija Katherine y de mi hijo Christian Hernán, de 24 años, que heredó la vocación por las tijeras. Él en este momento trabaja en Chile. Quiera Dios que, gracias a ellos, la Barbería Clásica Baquero dure toda una vida y 100 años más”.
RICARDO RONDÓN
Para EL TIEMPO

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