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Noticia
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Valvuleros del Acueducto: así fue el trabajo de los hombres que hacían cumplir el racionamiento de agua en Bogotá
Pablo Manosalva lleva unas tres décadas abriendo y cerrando el paso del agua en la ciudad. Esta es la historia.
En Bogotá hay nueve grupos de operadores que se encargan, todos los días, de cerrar y abrir el paso del agua. Foto: Miguel Castellanos / EL TIEMPO
Cuando Pablo Emilio Manosalva Páez (65 años) le cortó el agua a su mamá, recibió tremendo regaño por no haberle avisado. Él lleva trabajando en el Acueducto de Bogotá un poco más de tres décadas y siempre le da una llamada a su mamá antes de abrir o cerrar las válvulas de su barrio. Hace unos meses, en una de esas jornadas de suspensión del servicio por el racionamiento, olvidó avisarle. El jalón de orejas no faltó.
La mamá de Pablo hemos sido todos, o casi todos. Se nos ha olvidado el turno de racionamiento y hemos mirado al cielo, como suplicando, esperando a que caiga por lo menos una gota cuando estamos debajo de la ducha. Seguramente, si tuviéramos el número de Pablo, también le hablaríamos para llamarle la atención y, de pronto, pedirle que nos abra el paso de agua unos minutos para darnos un baño. Pero no es tan fácil como se cree.
Por ejemplo, solamente para cerrar el suministro de agua del turno siete, que incluye los barrios de las localidades de Fontibón y Kennedy, así como a los municipios de Funza, Madrid y Mosquera, hay que manipular once válvulas que están ubicadas en diferentes puntos del occidente de la ciudad.
Pablo Emilio tiene 65 años y más de la mitad de su vida ha trabajado en el Acueducto. Foto:Miguel Castellanos / EL TIEMPO
Para el turno ocho, que afecta a los sectores de Antonio Nariño, Bosa, La Candelaria, Chapinero, Kennedy, Los Mártires, Rafael Uribe Uribe, San Cristóbal, Santa Fe, Usaquén, La Calera y Arboretto, hay que cerrar entre 44 y 48 válvulas. Es la jornada más larga.
Cortar el agua en Bogotá requiere de varios profesionales como Pablo. Por eso hay unos nueve equipos, conformados por tres operadores cada uno, que se encargan de desplazarse por la capital para cerrar o abrir los registros. En esa labor de hacer cumplir las medidas de restricción por el racionamiento cumplen un año.
A lo comprometedor que es este trabajo, se suma que, para manipular cada válvula, se necesita, además de herramientas y conocimiento, una sincronización casi quirúrgica y un tiempo estimado de entre una y dos horas por punto.
“Estamos en una línea de 36 pulgadas de diámetro que pertenece a la línea Tibitoc - Casa Blanca. Para cerrarla primero se asegura de que se haga de occidente a oriente para que el flujo se vaya frenando y toda la tubería quede llena y sin presiones. Para abrirla y restablecer el servicio hay que hacerlo en el sentido contrario, de oriente a occidente, para que la presión no dañe la tubería de golpe”, explica Manosalva.
Esta es una de las válvulas que hay que cerrar para suspender el servicio del turno siete. Foto:Miguel Castellanos / EL TIEMPO
El primer día de Pablo Emilio trabajando en el Acueducto de Bogotá, un 20 de noviembre del año 89, lo pusieron a levantar bultos de cemento. Ese día no tuvo o con el agua, ni siquiera para darse un descanso, porque tenía que descargar una tractomula casi completa.
Hoy es el más veterano de sus compañeros, está próximo a pensionarse, pero no se quiere ir sin compartir el conocimiento adquirido estos años. Mientras explica cómo es su trabajo y sus coequiperos van cerrando uno de los pasos de agua del turno siete de racionamiento, pega el oído a la extensión de acero con la que manipulan las válvulas para escuchar el flujo del agua.
Los operadores del Acueducto coinciden en que nada resulta más efectivo en su trabajo que la experiencia. “Uno va escuchando la presión del agua y así va midiendo la velocidad con la que hay que cerrar. Son sonidos que identifico muy bien”, agrega Pablo.
Pablo Manosalva usa su oído para identificar la presión y el flujo del agua. Foto:Miguel Castellanos / EL TIEMPO
A pesar de que pareciera que la suspensión del servicio se hiciera de manera aleatoria, en la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá todo tiene una explicación. Una demora en el procedimiento o un cierre apresurado puede afectar la tubería y generar estragos que se verían reflejados en más cortes de agua.
“En estos días, como estamos en racionamiento, tenemos un día de cierre y otro de apertura. En mi caso, más o menos desde las cuatro de la mañana estoy listo para salir. Con el equipo llegamos a la estación y los ingenieros nos explican los protocolos para saber cómo se va a cerrar y empezamos a trabajar. La jornada puede terminar en horas de la tarde si no pasa nada particular”, cuenta sobre su rutina el valvulero, como lo llaman coloquialmente.
“Cerrada con 62”, grita uno de los operadores. Se necesitaron 62 vueltas para cerrar el paso de agua de uno de los once puntos por los que se desplegó el equipo del Acueducto, en su rutina de cortar el servicio del turno siete. Van a mitad del trabajo, así que tienen que acelerar el paso para cumplir con los tiempos establecidos.
Las válvulas para cortar el agua están en cámaras subterráneas a las que tiene el Acueducto. Foto:Miguel Castellanos / EL TIEMPO
Esta vez la afectada por el corte de agua no fue la mamá de Pablo. A quien le tocó el turno de racionamiento fue a mi mamá. Mientras yo entrevistaba a los valvuleros del Acueducto sobre cómo es su trabajo, le suspendieron el servicio. Por suerte, había madrugado para bañarse.