Hace muchos años había cuatro verdaderas autoridades en nuestra comunidad: el cura, el maestro, el médico y el policía. Eran los principales referentes para nuestros padres. No solo se los respetaba y iraba, sino que, incluso, se les temía. No sé si hoy siga siendo igual. A juzgar por los hechos tozudos que vemos a diario, a estas autoridades se las maltrata más de lo que se las ira. Más allá de que puedan cometer equivocaciones, la verdad es que lejos estamos de esos tiempos en que el médico era garantía de bienestar, el policía generaba sensación de seguridad, el maestro infundía respeto y el cura redención.
Nos falta más conciencia sobre la labor que ellos cumplen. Nos hace falta una buena dosis de voluntariado para entender lo que significa vivir en comunidad. Nos hace falta volver a participar en las decisiones de la ciudad para contribuir a nuestro propio bienestar.
Nos hace falta una buena dosis de voluntariado para entender lo que significa vivir en comunidad. Nos hace falta volver a participar en las decisiones de la ciudad para contribuir a nuestro propio bienestar.
Cojamos el tema de la seguridad, que esta semana volvió a alborotarse. Es claro que seguimos pasando por una situación compleja por efecto de los robos que vemos y los relatos que oímos. Del sicariato a cualquier hora o el asalto a mano armada en la puerta de la casa. Hay que hacer algo para no seguir en esta situación. Lo más fácil es pedir policía, inteligencia, operativos, capturas, prevención y resultados. Es lo mínimo que esperamos los ciudadanos. La pregunta es por qué pareciera ser tan difícil. Y las respuestas son múltiples: porque hablamos de crimen organizado, de mafias que también debería estar combatiendo el Gobierno Nacional. De estructuras que desbordan la propia institucionalidad. Pero también es la falta de más policías, más presupuesto, mejor coordinación con el aparato judicial.
Y entonces, en medio del reclamo ciudadano, empiezan a surgir ideas. En Cali se decretó toque de queda para menores en la noche. Y en Bogotá se piensa implementar la figura de los ‘guardianes del orden’. Y ahí fue Troya.
Según explica el secretario de Seguridad, no se trata de reemplazar a la policía. Ni de una fuerza externa armada y con funciones de autoridad institucional. Es más bien un ciudadano que colabora en casos de emergencias, de mediación en conflictos, de brindar información sobre la ciudad. Que ayuda a detectar dónde hay problemas para alertar a las autoridades y prevenir el delito. Y, de acuerdo con el funcionario, estarán integrados principalmente por ex de la Fuerza Pública.
Para el Gobierno, esa figura se puede prestar para confusiones en lo atinente a qué se entiende por convivencia, seguridad y vigilancia. Y pide que se aclare cuáles serían sus funciones, si pueden requisar personas, poner comparendos, practicar detenciones. Dudas razonables, hay que decirlo, pero subsanables todas, desde mi punto de vista.
El propio secretario explicó en EL TIEMPO que estos guardianes no serán solo expolicías sino exmédicos, exfuncionarios y hasta experiodistas. Y da a entender que eso de detener gente, hacer requisas y demás no será su función.
Hasta aquí hemos llegado por un hecho evidente: Bogotá requiere mayor participación ciudadana para ayudar a la seguridad. No hay policía suficiente. El Gobierno Nacional no ayuda en este frente, pero sí fustiga iniciativas como la de los ‘guardianes del orden’. Y se entromete en todo sin aportar nada. Muy difícil.
Bogotá requiere mayor participación ciudadana para ayudar a la seguridad. No hay policía suficiente. El Gobierno Nacional no ayuda en este frente, pero sí fustiga iniciativas como la de los ‘guardianes del orden’.
La exalcaldesa Claudia López ya había propuesto que Bogotá tuviera su propia Policía, pagada por la ciudad. Y tampoco se le permitió avanzar. Entonces, ¿qué hacer? Yo vuelvo al principio: si todos fuimos capaces de enfrentar las bombas de Pablo Escobar y fuimos capaces de superar el covid y estamos enfrentando entre todos la escasez de agua, pues tenemos que ser capaces de enfrentar entre todos la inseguridad. Ya hay comunidades hiperconectadas con sus propios esquemas de seguridad. Hay un cuartel de vigilantes privados, de taxistas y de motociclistas que podrían ayudar a vigilar lo que pasa en la calle y alertar a las autoridades. ¿Por qué no? Lo que se necesita es que cuando eso ocurra la Policía actúe con rapidez, que atienda las denuncias ciudadanas a tiempo y que proteja a las personas que colaboran. Ojos abiertos y comunicación rápida pueden hacer mucha diferencia a la hora denunciar un delito. Pero si no hay acción oportuna, la desmotivación será grande.
No sé si la figura sean los ‘guardianes del orden’, pero apoyo la idea de involucrar más a la sociedad civil en esa especie de voluntariado para causas en pro de la ciudad. El mismo que debería existir para que cuidemos humedales, mantengamos limpias las calles y los parques, protejamos a los niños y las niñas, velemos por la seguridad vial y, en todo caso, dejemos de ser tan indiferentes con lo que nos rodea y afecta.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor General
EL TIEMPO
@ernestocortes28