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Noticia
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Duarte, el viaje de un mesero por los bares y restaurantes de Barranquilla
El santandereano que pasó de atender mesas en clubes y hoteles, a ser el referente en suministros de trabajadores de restaurantes y bares de la ciudad.
Armando Duarte Caceres, de 79 años de edad, es un viejo conocido en el sector de bares y restaurantes de Barranquilla. Foto: Leonardo Herrera EL TIEMPO
El nombre de Armando Duarte Cáceres, o mejor del señor Duarte, resuena con fuerza en muchos bares, clubes, hoteles y restaurantes de Barranquilla desde hace varias décadas.
Y es sencillo, se trata de un un nombre que es muy popular entre meseros, chef, es, y personal de este gremio.
“Si no conoces a Duarte no has trabajado en un restaurante en Barranquilla”, sostiene Jhonatan Moran, del restaurante bar Flamingos, en el norte de Barranquilla, quien no duda en definirlo como toda una institución en el gremio.
‘El Señor Duarte’ es un hombre de 79 años de edad, de sonrisa amable, cabello canoso, caminar lento y buen conversador. Es protagonista de un sin número de experiencias, las mismas que han transformado su vida como la de muchos a su alrededor.
Los inicios como mesero
Este aguerrido hombre llegó a Barranquilla hace 52 años desde su natal Bucaramanga, siguiendo su naturaleza andariega.
“Como vainas de cachaco”, precisa él, manteniendo su acento santandereano, para indicar que es dueño de un espíritu aventurero que a lo largo de tantos años le ha permitido conocer a muchas personas y estar en varios lugares.
Su primer empleo en Barranquilla fue, a principio de los 70, como mesero en el tradicional hotel El Prado, uno de los más lujosos y exclusivos del Caribe colombiano en aquella época, donde se inició haciendo turnos extras.
Cuenta que en un día llegó a realizar hasta tres turnos, no descansaba, lo que le permitió mostrar su tenacidad al trabajar.
“Conocí empresarios, presidentes y artistas. Muchas personas que entraban y salían del hotel”, recuerda con una sonrisa que denota el orgullo cuando evoca aquellos momentos.
Duarte se afilió al sindicato que proveía meseros a los establecimientos más prestigiosos de la ciudad, en especial en los clubes renombrados de aquella época como el Italiano, Alemán, Los Ejecutivos y El Country, lo que le permitió rotar por todos estos exclusivos lugares barranquilleros.
“Me dejó muchas alegrías, como atender a la gente que se va satisfecha, y creame que eso para un mesero una gran satisfacción”, afirma, aunque también rememora los desafíos que traían algunos clientes complicados.
Oportunidad de negocio
Casado y padre de cuatro hijas, Duarte reside en el barrio El Carmen, en el sur de Barranquilla, fue en 1984 cuando su vida dio un giro inesperado.
Un hermano le envió dos pares de zapatos desde Bucaramanga, pero no le quedaron bien.
En lugar de guardarlos, los vendió y, en ese momento, se dio cuenta del potencial de negocio.
El señor Duarte es proveedor de calzado y elementos de cuero a los trabajadores del sector de restaurantes y bares de la ciudad. Foto:Leonardo Herrera EL TIEMPO
“Vi que a muchos compañeros les gustaron los zapatos de Bucaramanga, entonces decidí pedír a mi hermano que le mandaran seis pares, que también se vendieron, y después una docena. Ya tenía clientes y vi que era una buena oportunidad de negocio. Terminé viajando y me traje docena y media. Todo se vendió”, cuenta Duarte.
Desde ese momento entendió que sus compañeros y personal del sector de gastrobares y clubes eran un mercado que demandaba atención permanente en dotación para trabajar y rios para su uso personal.
Aunque se retiró oficialmente como mesero en 1997, continuó trabajando en turnos durante 12 años más, pero ya era un proveedor de sus compañeros y del gremio.
Necesitaba estar vigente dentro del gremio para que su negocio creciera.
De un momento a otro ya era conocido, y su mercancía era pedida por los trabajadores de un gran número de negocios.
El golpe de la pandemia
Antes de la pandemia del Covid-19, recuerda que manejaba hasta 400 pares de zapatos en su casa y tenía 600 clientes, principalmente meseros, chefs, ayudantes de restaurantes y algunos trabajadores de bancos.
Duarte aprovechó que Bucaramanga maneja una industria en productos de cuero de alta calidad, y decidió ampliar su oferta.
“Además de zapatos, también comencé a traer correas, billeteras, bolsos, carteras para hombres y mujeres”, declara con orgullo, enfatizando que todo lo lleva organizado, mostrando sus libretas de apuntes y hojas que carga en una carpeta donde van relacionado los clientes, las deudas, abonos, pedidos, y pendientes.
Trabajador incansable
Su rutina diaria es agotadora pero inspiradora.
Duarte camina 12 horas al día, comenzando su jornada a las 10 de la mañana cuando llega en una buseta que al Hotel del Prado, en la calle 72 con carrera 54.
Llueve, truene o relampagueé, desde ese punto inicia su travesía rumbo hacia el norte de Barranquilla, haciendo paradas en negocios donde es esperado por su clientela.
Luego de caminar unas 20 cuadras, unos 18 y 20 kilómetros, llega al sector del Centro Comercial Buenavista, que es donde se encuentran concentrados un gran número de restaurantes y bares y sus clientes y potenciales compradores.
Sus visitas de negocio terminan alrededor de las 9 de la noche, cuando decide tomar el bus de retorno a su casa.
Armando Duarte Foto:Leonardo Herrera EL TIEMPO
“Trabajo todos los días, salvo el Día de las Madres y el primero de enero”, dice Duarte.
Asegura que sus clientes lo buscan por su confiabilidad: “Duarte, necesito una correa, Duarte, unos zapatos”, repite en medio de la risa, señalando que siempre responde. Los fines de semana cobrando a fin de mes.
Solo sufro de vejez prematura y pobreza absoluta
“Solo sufro de vejez prematura y pobreza absoluta”, comenta con humor, reflejando su carácter resiliente.
Hoy, a pesar de las dificultades traídas por la pandemia, que afectaron a todos, mantiene una clientela fiel de 350 personas.
“Yo le compró desde hace rato, lo mismo que mis compañeros”, dice Mónica, una macera de un restaurante del centro comercial Le Meridiam.
Con ocho pares de zapatos que rota para mostrar a sus clientes, Duarte sigue adelante sin utilizar redes sociales, confiando en el voz a voz y su reputación construida a lo largo de los años.
La historia de Armando Duarte Cáceres no es solo un relato de supervivencia, sino un ejemplo de cómo la determinación y la capacidad de adaptarse pueden transformar la vida de una persona, llevando satisfacción a aquellos a quienes sirve y a sí mismo.