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La pandemia acabó con la paz del pueblo donde no hay muertes violentas
En el municipio más seguro del país están asustados por la pandemia.
Las artesanías son fundamentales en este municipio atlanticense. Foto: Kronos
Usiacurí es uno de los municipios más antiguos de la costa Caribe, descubierto en 1533, que se encuentra a 38 kilómetros de Barranquilla, y que a lo largo de su historia solo dos cosas han logrado que aparezca en los titulares de la prensa nacional.
La primera, hace 98 años, con la muerte del poeta Julio Flórez, quien llegó buscando los beneficios de las aguas medicinales que brotaban de unos pozos naturales. Hoy en esta propiedad se encuentra la casa Museo Julio Flórez, visitada por miles de turistas al año.
La otra fue por ser el pueblo en Colombia que ha registrado por siete décadas cero muertes violentas. En sus registros solo hubo dos casos entre 1943 (por una pelea entre campesinos) y 2008. Desde allí en este cálido pueblo, el cementerio no acoge en su frío terreno un fallecido por muerte violenta.
Este municipio, de 8.000 personas, cuenta con todos los servicios públicos, no hay indigencia, locos ni huecos en las calles. Usiacurí, con su vía de adoquinada, sus casas de colores vivos y sus artesanías de palma de iraca, apetecidas en mercados internacionales, es conocido como 'El pesebre del Atlántico’.
Aquí todavía los hombres arreglan sus problemas con un par de trompadas y después se dan la mano. Algunos aseguran que es de los pocos pueblos en el país donde, en una noche calurosa, aún se puede dormir con las puertas y ventanas abiertas.
Eran muy conocidos en el pueblo, pero esta enfermedad no respeta
Pero toda es tranquilidad y calma que se respira aquí ha sido perturbada por la pandemia de coronavirus. El covid-19 comenzó a ganarles la lucha a varios de los habitantes y el pueblo comenzó a encerrarse. El temor es general.
Las cifras del Instituto Nacional de Salud reportan, hasta el pasado jueves, en Usiacurí 462 casos positivos, de estos 27 activos y 18 decesos.
Una de las personas que ha sentido el dolor de perder a un ser querido es Eduardo Augusto Lozano Padilla, quien vio morir a sus dos únicos hermanos. Ilsa, de 62 años, falleció el 19 de marzo, y Jimy Ernesto, de 63, el 24 de marzo.
Lozano es conocido por ser el hombre que a través de las cuatro bocinas que se encuentran en la punta del campanario de la parroquia Santo Domingo de Guzmán, ubicada en la parte más alta del pueblo, informa de la actividad parroquial, eventos sociales, avisos de la alcaldía y servicios de la comunidad, como los fallecimientos.
La tranquilidad, natural en esta población, se ha visto interrumpida por el covid-19. Foto:Kronos
Cuando sus hermanos murieron no pudo tomar el micrófono e informar. “Eran muy conocidos en el pueblo, pero esta enfermedad no respeta, me tocó quedarme en cuarentena”, dijo el hombre, quien se mantiene encerrado en la casa, guardando las medidas de bioseguridad, el toque de queda y ley seca, que rige desde las 6:00 p. m. a las 5:00 a. m.
Germán Linares Angulo, quien es el encargado del cementerio municipal, asegura que los habitantes de Usiacurí están asustados con esta enfermedad porque nunca en la historia del pueblo les había tocado despedir a tantas personas de manera seguida.
Linares, quien asumió la operación del cementerio desde que inició la pandemia, gracias a sus cursos y certificación en realizar exhumaciones, cuenta que mientras el año pasado hubo 10 decesos, solo entre marzo y abril del 2021 ya se contabilizan 8.
“Aquí la gente se muere de viejo o por alguna enfermedad, y ahora de covid”, dice el hombre, quien sostiene que los habitantes de Usiacurí son sanos porque viven tranquilos, caminan bastante, todas las diligencias las hacen a pie, y se alimentan de productos del monte que los rodea.
Aquí la gran mayoría se ha tratado con plantas
“Por eso, cuando se muere alguien por covid, todo el pueblo se asusta, pero peor si los sepelios son seguidos”, agrega el hombre.
El periodista Carlos Posada, que decidió llegar a vivir aquí gracias a la paz y seguridad de Usiacurí, sostiene que la comunidad ha tomado con mucha seriedad al covid. A tal punto que por las redes sociales circuló un video en el que se recomendaba infusiones a partir de plantas medicinales y muchos en el pueblo intentaron repeler el covid con estas tomas.
“Aquí la gran mayoría se ha tratado con plantas”, dice el periodista, quien confiesa que las calles parecen las de un pueblo fantasma: las personas prefieren encerrarse en la seguridad de sus casas.