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Un niño de doce años patea un balón que le regaló su madre sobre una vía polvorienta, a setenta metros del mar, en la playa El Bajito, en Tumaco. Está feliz pese a tener un raspón en su rodilla derecha. Se lo hizo hace apenas unos segundos porque corría de lado a lado. “Juan, éntrate”, le dice la mujer que está cocinando tajadas de plátano en un restaurante. “Le pude comprar esa muda de ropa y le conseguí una pelota; cada vez hay más personas que vienen y eso me ha servido”, cuenta.
Durante años Tumaco fue sinónimo de advertencias: masacres, coca y desplazamientos. En los mapas del Estado, una periferia lejana abandonada. En la prensa, un conflicto sin tregua. Pero entre la niebla de ese pasado, han empezado a encenderse luces pequeñas. Desde hace unos meses, justo después de la pandemia, algo empezó a cambiar. No de golpe, no con titulares, pero sí con gestos pequeños: turistas regresaron, niños volvieron a divertirse y las mujeres abrieron sus negocios sin esconder el miedo bajo la mesa.
“Cuando los grupos armados están calmados, el turismo aumenta”, dice Carlos Mario Zuluaga, uno de los organizadores del Festival de Currulao, que comienza en un par de días. Se le iluminan los ojos al hablar de los visitantes que bailan con los pies en la arena. “El único peligro es que se amañen”, enfatiza.
Cuando los grupos armados están calmados, el turismo aumenta
La playa El Bajito, apodada por la comunidad como “el bajito soñador”, es ahora un símbolo de esa tregua parcial. Allí, donde antes se pescaba más miedo y violencia que corvina y atún, los niños hoy corren tras un balón en una cancha de tierra. A veces queman basura en los costados porque la recolección no alcanza. Pero juegan igual. Siempre juegan.
Otra mujer chocoana vende empanadas a la entrada. Tiene un puesto improvisado con tablas y lonas, y un pequeño datáfono blanco. “Antes, si no tenías sencillo, no vendías —dice— Ahora todo el mundo compra”. Su frase encierra una revolución silenciosa: la inclusión financiera está cambiando la forma de habitar de este municipio del Pacífico.
Carlos Zuluaga, emprendedor en Tumaco
Foto:Bold
El nuevo milagro
La violencia, sin embargo, no se ha ido del todo. En 2024, la Defensoría del Pueblo atendió 170 casos de violencia sexual relacionados con el conflicto en Tumaco. Las disidencias y los carteles armados siguen operando. Las extorsiones, combates y desplazamientos en la zona rural permanecen. “Meterse hacia dentro es un riesgo”, menciona un hombre que pasa en una bicicleta cargando aluminio para armar un escenario para el festival. “El miedo no ha desaparecido, pero somos más los que aprendimos a vivir con nuevas realidades, hay que hacer algo por los jóvenes”, sigue.
Hoy Tumaco resiste. Y vende.
Sobre el malecón, uno de los grandes atractivos turísticos, en medio de restaurantes, locales de fiesta y tiendas se erige una imponente estatua que conmemora un suceso de 1906. Según lo que cuenta la gente, ese año un sacerdote detuvo una ola con una hostia. “Fue un milagro eucarístico”, explica Carlos Zuluaga. No hay evidencia, pero tampoco dudas. Todos lo creen. Aquí la fe no necesita pruebas.
Tumaco, playa El Morro
Foto:David López. EL TIEMPO
Otro milagro parece tomar forma esta semana, previo al comienzo de la fiesta del currulao y de las tradicionales novenas colombianas. A un grupo de 20 mujeres y hombres emprendedores se les entregaron datáfonos blancos de Bold, una iniciativa que lideró la fintech en alianza con Usaid y Finanzas para la Equidad. El efecto de esos aparatos transforma sus vidas: hacen que el dinero llegue donde antes no llegaba y que la confianza entre vendedor y comprador no dependa de un billete arrugado.
Consuelo Castillo, por ejemplo, vende frascos de aguasal, una mezcla de hierbas y agua marina que, dice, cura el mal de ojo. Tiene manos fuertes y mirada suave. De niña, un accidente la dejó paralizada. “Me he abierto a emprender para sobrevivir”, asegura. Ahora, sin pedir permiso, cobra con tarjeta sus primeras ventas del día. Se ríe cuando la máquina pita: “Eso suena más bonito que el mar”.
La estrategia
La alianza permite la inclusión financiera de quienes viven y trabajan en este lugar. Desde hace más de una década, Usaid ha trabajado en Tumaco con programas como Finanzas Rurales y Finanzas para la Equidad. Su directora en Colombia, Anupama Rajaraman, lo resume así: “Nuestro objetivo es mejorar la oferta de productos financieros mediante alianzas con bancos, cooperativas y fintechs, facilitando créditos, ahorros y seguros adaptados a las necesidades y particularidades de las personas y pequeños negocios”.
Mujer en Tumaco activando nuevo datáfono de Bold
Foto:Bold
Hasta junio de 2024, esas alianzas habían movilizado más de 9.000 millones de pesos, y el 55 por ciento de esos recursos fue gestionado por mujeres. En un municipio donde el 95 por ciento de la población es afrodescendiente y más del 65 por ciento vive en áreas rurales, esas cifras no son estadísticas. Son historia viva.
La estrategia incluye también educación financiera comunitaria: talleres en plazas y asesoría en mercados. Más de 3.000 personas han recibido capacitación básica en finanzas entre 2022 y 2024, según cifras compartidas por los programas aliados.
“Brindar a herramientas financieras es una forma de impulsar el progreso del territorio”, asegura Andrea Serrano, de Bold.
En la Ruta Gastronómica de Tumaco, negocios como el de Luz Marina Murillo pasaron del cuaderno de cuentas al código QR. “Hemos incrementado las ventas y mejorado la experiencia de los clientes”, cuenta la mujer. “Con esto posicionamos a Tumaco como un destino turístico y gastronómico reconocido”, subraya Anupama Rajaraman.
Pero los retos siguen. Solo el 17 por ciento de los hogares rurales tiene internet fijo y el a señal de datos en los ríos o veredas no es estable. Según el Dane, más del 65 por ciento de la población que trabaja está en la informalidad, lo que limita el al crédito. Y la inclusión financiera rural es del 56,4 por ciento frente al casi ciento por ciento en áreas urbanas, según la Banca de las Oportunidades.
Brindar a herramientas financieras es una forma de impulsar el progreso del territorio
Una ola que ya no se detiene
A veces, los cambios llegan de donde menos se espera.
Capacitación a mujeres de Tumaco para usar datáfono
Foto:Bold
Mayerli, 26 años, vive en la comuna 5 y todos los días va a la icónica playa El Morro a trabajar. Empezó vendiendo cosméticos por WhatsApp. Hoy además comercializa flotadores y trajes de baño. Fue una de las beneficiadas para tener un datáfono y capacitarse. “Yo pensé que eso era solo para almacenes. Ahora podré llevar más fácil el control de las cuentas y los clientes, sobre todo turistas. Muchos solo usan tarjeta”, resalta.
Eliecer, operador turístico en esa playa, se acerca sorprendido y pregunta dónde tener un aparato como esos. “Muchos me pagan con promesas porque no tienen efectivo”, bromea.
En Tumaco, las historias de resistencia no caben en los informes. Hay que verlas en la mujer que cobra empanadas, en el pescador y vendedor de piangua que recibe pagos por QR y en la abuela que cruza los dedos cuando paga de forma electrónica.
En el restaurante de la mujer con el niño, al lado de la estatua del milagro eucarístico, en El Bajito, hay otro símbolo de fe: un datáfono envuelto en plástico para que no le entre arena. Cuando suena, ella sonríe: “¡Gracias a Dios!”.
Lo extraordinario no es que los datáfonos hayan llegado. Es que la comunidad los haya hecho suyos sin renunciar a su forma de vivir. Y en cada transacción, hay una promesa más grande que el dinero: el futuro no será una promesa, sino una construcción diaria. Esta vez, el sonido de esperanza no vendrá del mar, sino del ‘bip’ de un datáfono validando una venta.
Tumaco no espera otro milagro. Lo está fabricando.