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Niños rescatados en Guaviare: ¿cómo sobrevivieron 39 días en la selva?
La conexión con la naturaleza, la lluvia y la fariña, un alimento tradicional, fueron cruciales.
Niños perdidos en Guaviare. Foto: Archivo particular
Un hecho milagroso. Así calificaron personas de todo el mundo el rescate de cuatro niños indígenas en una selva entre el Caquetá y Guaviare, quienes estuvieron 39 días perdidos después de que la avioneta en la que se transportaban se accidentó, el pasado 1.º de mayo. El siniestro se cobró la vida de tres adultos, incluyendo a Magdalena Mucutuy, madre de los menores.
Los grandes protagonistas de esta historia son Lesly Jacobombaire Mucutuy, de 13 años; Soleiny Jacobombaire Mucutuy, de 9 años; Tien Noriel Ronoque Mucutuy, de 4 años, y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, de 11 meses.
La avioneta Cessna 206 de matrícula HK 2803 fue hallada 14 días después del siniestro, pero no se encontró rastro de los pequeños, lo que desencadenó una incesante búsqueda que reunió más de 150 soldados del Ejército, incluidas las Fuerzas Especiales, y más de 80 indígenas, quienes aportaron desde su cosmogonía.
Búsqueda de niños perdidos en Guaviare. Foto:Fuerzas Militares
Pasaban los días y la preocupación por la vida de los cuatro niños crecía cada vez más, pero nunca se perdió la esperanza de que estuvieran con vida. Y más porque en el camino se iban encontrando ropa, huellas y pañales, indicando que los pequeños estaban a salvo.
Finalmente, el pasado 9 de junio, Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristin Neriman fueron hallados por los cuerpos de rescate. ¿Cómo es posible que, a su corta edad, sobrevivieran tanto tiempo en medio de las lluvias y los peligros de la selva? Aunque probablemente solo ellos tengan la respuesta, algunos factores científicos, así como los saberes ancestrales de los indígenas que viven en la Amazonia, fueron clave para que hoy se hable de esta hazaña.
El abuelo de las menores, Narciso Mucutuy, les dijo a las autoridades que los niños estuvieron cuatro días en el lugar del accidente. Sin embargo, cuando su madre murió, Lesly, la hermana mayor, decidió sacar la ropa de las maletas, envolverla y refugiarse junto con sus hermanos en la espesura de la naturaleza. “El desarrollo de supervivencia es instintivo. Con el objetivo de salvar a sus hermanos, y al ver la muerte de su mamá, la niña despertó el espíritu guerrero de luchar por la vida propia”, afirmó la psicóloga clínica Sandra Herrera.
Lesly se llevó consigo tres libras de fariña, una harina a base de yuca que los ayudó a mantenerse fuertes. “Es un alimento de mucha nutrición”, dijo Luis Acosta, coordinador nacional de la guardia indígena.
Con el objetivo de salvar a sus hermanos, y al ver la muerte de su mamá, la niña despertó el espíritu guerrero de luchar por la vida propia
Además de este producto, el cual también se encontraba en los kits de supervivencia que lanzó el Ejército, los menores ingirieron frutas como juan soco, avichure y paquetes de galletas.
Si bien la alimentación fue crucial, para Clemencia Mayorga, presidenta del Colegio Médico de Cundinamarca y Bogotá, el al agua fue aún más vital. “En el funcionamiento corporal de los niños, de esos dos riesgos siempre el que tiene posibilidad de llevarlos a la muerte es la deshidratación”, explicó.
La doctora resaltó que hay que tener en cuenta que para los niños más pequeños el riesgo de deshidratación es mayor, pues aún “tienen unos mecanismos inmaduros para hacer una efectiva regulación de los líquidos”.
Las labores de búsqueda de los niños perdidos en la selva continúan. Foto:Fuerzas Militares
En el caso de un bebé de 11 meses, que es la edad de Cristin Neriman, la menor de los niños recatados, se puede deshidratar en un periodo de entre 24 y 48 horas. Por lo tanto, es claro que los cuatro niños contaban con a diversas fuentes de agua, ¿cómo la conseguían?
Además de la hidratación que brindan las frutas, Acosta indicó que tomaban agua de la lluvia y de caños o riachuelos. “Es doblemente más pura que la de la ciudad”, agregó.
A pesar de que la lluvia fue importante en su alimentación, también tenían que refugiarse de ella, por lo que Lesly con sus dientes cortó palma de platanillo, la cual se usa para hacer mochilas, y creó una especie de mantel para protegerse junto con sus hermanos de los cambios de clima.
“Un niño que está sometido a variaciones de temperatura, y si además, por ejemplo, está mojado, puede tener una hipotermia”, explicó Mayorga.
Tanto para los expertos como para la misma comunidad, todas estas acciones demostraron la valentía de la niña de 13 años. “La diferencia entre una persona adulta y un niño es que el último actúa sin miedos y toma los riesgos necesarios para lograr sobrevivir”, indicó la psicóloga Herrera.
La conexión con la selva
Seguramente, para muchas personas perderse en la selva puede resultar aterrador; sin embargo, no es un miedo para las comunidades que viven en la Amazonia, quienes incluso desde antes de nacer tienen una relación muy fuerte con su entorno.
“Un indígena hace parte de la selva. Son pueblos de la naturaleza y del río. Hay una mitología y enseñanza de generaciones en generaciones”, afirmó Acosta.
Un indígena hace parte de la selva. Son pueblos de la naturaleza y del río. Hay una mitología y enseñanza de generaciones en generaciones
El líder indígena dijo que los individuos allí, desde que son niños, caminan descalzos, aprenden a nadar y, sobre todo, se conectan espiritualmente con “la madre naturaleza”.
Fue precisamente este último factor el que, para las comunidades ancestrales, marcó la diferencia en el proceso de búsqueda de los cuatro niños.
“Toda la gente indígena que entró, algunos con más capacidades espirituales que otros, ayudó a que los abuelos espirituales de estas tierras entendieran lo que estaba pasando. Se hizo ceremonia, se hizo ritual, y la madre naturaleza aceptó un diálogo para salvar a los niños”, añadió Acosta.
Incluso, Faustino Siagama Hernández, abuelo del resguardo indígena donde viven los niños, aportó información a los rescatistas desde sus creencias y sabiduría indígena.
“Nosotros hicimos un ritual con yagé, pero uno muy especial y sagrado que tenemos en el Caquetá los huitotos. Gracias a ese viaje que hicimos logramos saber dónde estaba la avioneta”, explicó el abuelo.