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El banano de Cattelan, flores y otras maravillas de Art Basel
Millones de dólares en juego y obras que dejarían bien armado un museo en cualquier lugar del mundo.
El banano de Cattelan, flores y otras maravillas de Art Basel. Foto: Fernando Gómez
No pude ver el glorioso banano de Maurizio Cattelan; todavía no se había vendido y la locura por su precio, US$ 120.000, no había desatado las eternas filas de turistas del arte con ganas de fotografiarse al lado del nuevo prodigio del mercado mundial; porque el banano de Cattelan es la Mona Lisa de la década.
Incluso, para su gloria y su mito, ya sufrió su primer atentado. El artista David Datuna lo despegó de su cinta y se lo comió. El ruido no me llegó y en las dos horas que estuve (antes de tener que tomar mi vuelo de regreso) nadie me arrastró hasta su presencia y me quedé con ganas de rendirle honores. Fue mi primera vez en Art Basel Miami y –cuando me di cuenta de todo lo que me había perdido– el precio tampoco me escandalizó.
El gran escándalo de Art Basel no es el banano de Cattelan que, entre otras cosas, es uno de los grandes animadores del arte contemporáneo y sus precios hace rato sobrepasaron los US$ 120.000. No: el escándalo no pueden ser solo US$ 120.000. Es todo lo que está colgado.
El precio total de las obras que están en la Feria haría que un ministro de Hacienda desalmado se frotara las manos. Hay millones y millones de dólares de obras en venta, ¿cuánto vale un Picasso pequeño?
En una primera mirada vi varios Picassos del tamaño de la ventana de mi oficina; había Warhols igual de descomunales; Basquiats; esculturas de Keith Harring y Yayoi Kusama de casi tres metros de altura; flores de Robert Mapplerthorpe; Mirós, Giacomettis y Magrittes; un precioso cuadro hecho de alas de mariposa de Damien Hirst; un delfín de Jeff Koons; un robot del padre de video-arte, Nam June Paik. Este año vi una impecable exposición de Lucio Fontana en el Guggenheim de Bilbao y puedo jurar que en Basel vi más obras suyas; como me dijo un amigo: “Es solo pensar en una obra, o en un artista, y aparece”.
En el marco de esta feria, en los últimos 15 años, Miami se ha convertido en una capital del arte mundial. Y además de Art Basel, en el centro de convenciones, los museos, las galerías y otros espacios acaparan también las miradas.
El Pérez Museum, por ejemplo, se ha convertido en un foco permanente de la ciudad. Este año tuvo la exposición retrospectiva de la artista colombiana Beatriz González y en su colección permanente tienen, entre otras creacionistas, obra del reciente ganador del prestigioso premio Turner, el también colombiano Óscar Murillo.
En sus instalaciones –en el espacio VIP de los días de feria– los floricultures colombianos pusieron su cuota y fueron los encargados de su diseño. Hicieron una poderosa pared con astromelias, crisantemos, gypsophilie, claveles, follaje y hortensias –donde la gente no paraba de tomarse fotos– y una escultura de rosas sobre el bar que, sin duda, es el comienzo para que las flores invadan la semana del arte. Finalmente son estética pura.
¿Cuánto dinero puede gastar un coleccionista con una chequera realmente poderosa? Seguramente mucho más de 120.000 dólares
Y hay mucho para invadir. El fundador del Pérez, el filántropo Jorge Pérez, también inauguró Espacio 23, una bodega monumental de 3.000 metros cuadrados –¡3.000 metros cuadrados!– en la que, en su primera exposición, con curaduría de José Ignacio Roca, ofrece obras de Doris Salcedo, Nadín Ospina, León Ferrari, William Kendridge o Carlos Garaicoa.
No quiero solo enumerar nombres grandiosos, pero solo ver el mueble de Doris Salcedo, o la pintura con fichas de lego de Weiwei, o el barco de inmigrantes africanos del camerunés Barthélémy Toguo, o la bandera hecha de todas las banderas de la cubana Glenda León, hacen que la peregrinación valga la pena.
En Wynwood –otro punto clave de la semana del arte– visité la colección de Carlos y Rosa de la Cruz, en donde hay obras de artistas imprescindibles como Ana Mendieta, Gabriel Orozco o Félix González Torres (1957-1996) que, seguramente, habría sonreído con la obra de Cattelan. Su Retrato de Ross, una de sus obras más emblemáticas, es una pila de dulces que pesa exactamente lo que pesaba su amigo antes de morir: 175 libras. La gente va tomando los caramelos del museo o de la colección hasta que se acaban y hay que reponerlos.
Obra del maestro pop Roy Lichtenstein en Art Basel. Foto:Fernando Gómez
Y también hay que visitar el ICA (Institute of Contemporay Art) y el tremendo objeto escultórico de Carlos Sandoval, las esculturas de neón de Dan Flavin y la retrospectiva de Sterling Ruby, tal vez una de las obras más inquietantes que vi en este par de días de locura, ¿porque cuántas obras puede ver una persona en esta semana? ¿Mil, dos mil? ¿Más? ¿Cuánto dinero puede gastar un coleccionista con una chequera realmente poderosa? Seguramente mucho más de 120.000 dólares.
Al lado de Art Basel han florecido tres ferias más, Pinta, Untittled y Art Miami. Solo tuve tiempo para las dos primeras. Pinta es aire fresco. Se trata de galerías jóvenes que mezclan artistas reconocidos con artistas nuevos o, directamente, con apuestas. Y Untittled que –con una ubicación formidable, justo al lado de la playa– tiene una luz y una energía fascinantes. Y –cuando voy a dar otra vuelta– miro el reloj y me doy cuenta de que tengo el tiempo justo para salir al aeropuerto. El otro año tengo que volver.