“¿Dónde tomamos la foto? Puede ser al frente de esta obra. Es muy representativa para mí”, dice Eugenio Viola mientras señala el enorme tapiz a sus espaldas de 378 × 890. “Es una fotografía de un concierto de la banda inglesa 99 Posse en Nápoles, mi ciudad. Se llama At 99 Posse Concert y es de Craigie Horsfield. Encontré esta obra diez años después, casi lloré cuando la vi acá. Yo modelé para Horsfield”. Eugenio se sienta al frente de la obra y se fusiona con ella. Es un claroscuro: los anillos resaltan al igual que los ojos azules sobre la ropa negra y el fondo de esta enorme fotografía. Los rostros parecen salir. El suyo incluido.
“Fue producida en Flandes porque es el único lugar del mundo donde se puede alargar hasta el tamaño que quería lograr el artista”, explica el curador en jefe del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo) mientras posa para las fotos. El sonido del flash solo se rompe contra las obras que cuelgan de las paredes. Es lunes y el museo está cerrado para el público pero dispuesto para el equipo que trabaja allí para restaurar las obras y arreglar lo que sea necesario arreglar.
La pieza detrás de Eugenio hace parte de una historia relacionada no solo con su vida, de donde él viene, sino también forma parte de una más grande; del rompecabezas que es la exposición ‘Quiero estar contigo’. Esta exposición, cuya curaduría realizó
Viola, acerca al espectador a obras de arte que no se ven con frecuencia debido a que su exhibición al público es inusual. Pero, más allá de eso, es una exposición que retrata el deseo más potenciado en tiempos de encierro: estar con el otro.
La curaduría es, entre varias cosas, el arte de contar historias. “Esta pieza está en esta exposición porque refleja algo que ahora está prohibido: ir a un concierto –explica Eugenio–. Algo que pertenece a nuestra vida social normal que ahora no está incluida en la nueva normalidad”.
“Sigamos”, dice el curador.
Eugenio, ¿los museos mueren?
No, los museos viven. Esta exposición es una celebración del papel del museo. Los museos no mueren, ¡larga vida a los museos!
¿Por qué se define como un ‘artcoholic’?
Porque toda mi vida está enfocada en el arte. Es una adicción.
¿Cómo surgió esa adicción?
Es una forma de vida. Surgió al tiempo que estaba en la universidad.
Hay poca ética en todos los mundos y el arte no queda excluido
¿No se cansa?
Lamentable, no. Para mí es un privilegio descubrir, mirar, tener la posibilidad de trabajar con cosas que te pueden enriquecer el alma, y no lo digo por la belleza. Cuando era más joven, trabajaba con la belleza, pero el arte no necesariamente se enfoca en ella.
La subjetividad de la belleza...
Sí, es un concepto radicalmente subjetivo... por ejemplo, he trabajado mucho con la artista Orlan, y todo su trabajo es contra los cánones normativos de la belleza.
¿Cómo habita usted el arte?
El arte y la moda están muy conectados. Tienes que considerar que los más grandes coleccionistas italianos son Miuccia Prada... etcétera.
¿Usted hace arte?
No, sería demasiado. Habría un conflicto de intereses. Por el mismo motivo, soy un coleccionista accidental, no compro obras. Escribo de arte.
¿Cómo así coleccionista accidental?
Porque lo que tengo no lo he comprado. Ser coleccionista es otra adicción. Hablaba con Ernesto Esposito, que es un diseñador de zapatos, y él compra una obra al día. Cuando vivía en Italia, cada dos o tres años, me gustaba organizar una exposición de las nuevas adquisiciones de su colección. La última la hice antes de irme a Australia. Cuando tengo que entrevistar a coleccionistas siempre les pregunto: ¿es el arte una adicción?
¿Es una adicción que no hace daño?
Depende. Pero digo, mejor eso que alguna otra cosa (risas).
¿Qué hace a un curador un buen curador?
Un trabajo ético y responsable y coherente y honesto. Si eres un artista y me preguntas la opinión de tu trabajo, yo tengo que decirte la verdad. No siempre es fácil.
¿Se ganan muchos enemigos?
(Responde sin dudar) Sí, claro. Cuando eres una personalidad pública siempre...
¿Por qué menciona la ética? ¿Hay poca ética en el arte?
Bueno, hay poca ética en todos los mundos y el arte no queda excluido. La falta de ética en el mundo del arte puede ser en cómo algunas estrategias de mercado destruyen a un artista o cómo un comerciante sin escrúpulos destruye el trabajo de un artista joven. Cuando empecé a trabajar en el mundo del arte era muy ingenuo y pensaba que todo era bello. Pero no es así. Por ejemplo, ¿por qué surgió la idea del premio para mujeres artistas? Porque no tienen los mismos derechos que los hombres artistas. Y en una sociedad tan machista, por ejemplo... no hablo solo de la sociedad colombiana, sino de la latinoamericana y en general del mundo, es tan importante porque si ves los casos de artistas mujeres que son famosas, como Beatriz González, se conocen es cuando son muy avanzadas en la edad. Especialmente cuando tú vas a operar en situaciones complicadas como la colombiana.
¿En qué sentido?
En el sentido de la historia reciente del país. Tienes que negociar cosas pesadas que no pertenecen a mi tradición o a mi historia. Por ejemplo, para desarrollar el proyecto de Fernando Arias, tuve que estudiar la historia del país. Teníamos una cortina de Uribe recibiendo la comunión antes de ser arrestado. Pero yo no sabía qué era Uribe antes de ver esa obra. La obra de Fernando tiene que ver con la historia sociopolítica del país... Se exponen obras que pueden ser fuertemente controvertidas. Yo tengo que ser intelectualmente, teóricamente, implacable.
¿Se ha encontrado con oposición política frente a lo que expone?
No, yo tengo la absoluta libertad de decir lo que pienso que es oportuno sin ningún tipo de censura. Fernando es una muestra de eso.
Después de esta tragedia tan grande como la que vivimos, ¿puede venir una florescencia del arte?
El arte y la catástrofe tienen una relación muy larga. El arte tiene la capacidad paradójica de interponerse entre comunicación, lenguaje y catástrofe. Toda la historia del arte, no solo occidental... desde el milagro de Lascaux, como lo llamaba Georges Bataille, hasta ahora se puede pensar en todas las escenas de peste que pueblan la historia del arte occidental. Por ejemplo, si piensas a Goya con los desastres de la guerra, o el Guernica de Picasso. Siempre el arte ha tenido un papel muy importante para despertar las conciencias. El arte ha sido fundamental durante la cuarentena: el consumo de arte virtual, de exposiciones virtuales...
Se habla de que el arte tiene una capacidad sanadora...
Sí, de enfrentar los problemas con una mirada diferente... Mire, yo me considero un ‘artivista’ porque no puedo hacer activismo, no soy político. Pero lo hago a través de mi trabajo. Y los artistas tienen siempre la posibilidad de interactuar de una manera dialéctica o si es necesario polémica o política con la realidad. Por eso, por ejemplo, hemos tenido la exposición de Fernando Arias que era polémica, comenzando por el título: ‘Nada que cesa’. Que se refería a que no cesó la horrible noche del himno.
Incomodar desde el arte…
Incomodar desde el arte...
Yo creo que todo es muy estético. Es decir, nosotros vivimos en una sociedad hiperestética donde todo es estético: videoclip, publicidad, política... “El arte no es comodidad”, dice Marina. Yo soy un estoico en eso. Creo que el arte debe ofrecer una mirada diferente sobre las contradicciones de nuestra sociedad actual. Todo es muy social. Artivista, ese es un término que tengo en préstamo de mi amiga Tania Bruguera, que fundó la sociedad de artivismo en La Habana inspirada en Hannah Arendt.
Pero nombraba otra palabra que es la estética...
La estética es la ciencia de las sensaciones. Aisthetikê en griego. Me interesa la estética activa... me interesa la estética, pero no la cosmética.
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“Continuemos por acá”, dice Eugenio y bajamos al primer piso.
“Nosotros tenemos más de 4.700 obras que no podemos exponer todas al tiempo, evidentemente. Entonces nos inventamos esto. Cuando el museo fue construido, Bogotá tenía como 700.000 habitantes y ahora tiene cerca de 8 millones... el museo se quedó pequeño. Tenemos que hacer exposiciones temporáneas para atraer gente, así que recurrimos a narrativas diferentes”, continúa diciendo Eugenio.
¿Qué sabía de Colombia antes de llegar acá?
Yo ya había trabajado acá. Por ejemplo, trabajé con María José Arjona, a quien conocí en Nueva York en el 2010. La primera vez, la invité a Italia cuando era curador del Museo de Arte Contemporáneo de Nápoles. Y antes había trabajado con muchos artistas latinoamericanos. Llegué aquí como consecuencia de una convocatoria internacional. Me postulé con otras 57 personas nacionales e internacionales, y luego, en un proceso de selección bastante largo, lo logré. Ahí dije: bueno, ¿ahora qué hago? Pues la vida es un viaje y me mudé para acá. Así llegué aquí a finales de febrero de 2019. Con la cuarentena me he tenido que enfrentar a problemas que nunca antes me había tenido que enfrentar.
Pero antes de postularse al cargo en el MamBo, ¿cuál era la percepción que tenía del arte colombiano?
Muy vivo y muy activo. De acuerdo con mi experiencia personal, cuando tienes realidades que son atravesadas por muchos problemas, laceraciones, el ambiente artístico reacciona de una manera propositiva creando de una forma que pueden ir más allá de las circunstancias. Se propone algo que puede ser universal. Sabía que hay artistas colombianos reconocidos internacionalmente, como Doris Salcedo, que ahora es miembro del comité científico del museo madre donde yo vivía antes. Conocía el trabajo de Beatriz, de Miguel Ángel, y de artistas más jóvenes como María José y Carlos Motta o Santiago Reyes Villaveces, que ganó nuestra convocatoria de efectos secundarios. Soy el curador europeo de mi generación que ha trabajado con más artistas latinoamericanos, incluso desde antes de venir acá.
¿De dónde le surgió el interés por los artistas latinoamericanos?
Me interesa mucho su visceralidad, la manera tan política y polémica, si es necesario, de acercarse a los problemas de la contemporaneidad. La polémica es una característica típicamente latinoamericana.
Recuerdo lo polémico que fue el letrero de ‘Se arrienda’ colgando de la pared exterior del museo....
Fue una hermosa provocación de Claudia. Fue una campaña muy criticada pero que ha ganado tres o cuatro premios internacionales. La campaña enfocó la atención de la gente y apeló al público para que las instituciones públicas ayudaran. Yo creo firmemente que la cultura tiene que ser parte del proceso de reconstrucción de la sociedad. Y ese es un reto infinito. Pero necesitamos ayuda.
Aparte de la pandemia, ¿qué retos ha llegado a enfrentar?
Reposicionar la institución en un nivel local, nacional e internacional. El MamBo es una de las instituciones más importantes del país. Debemos buscar el financiamiento. Naturalmente tenemos algunos problemas de naturaleza económica muy graves desde antes de la pandemia, ya se puede imaginar ahora... Yo trabajo en tres trayectorias concéntricas: Colombia, Latinoamérica e internacional. Tenemos que reposicionar el contexto latinoamericano así como lo fue antes. Y en el contexto más amplio, de forma internacional.
Me imagino que hubo muchos cambios de planes...
Leonardo da Vinci decía que ser inteligente es tener la posibilidad de adaptarse a las circunstancias. Así surgió la idea de Voz a Voz en alianza con EL TIEMPO... Quisimos democratizar el arte. Y la actual exposición es de importancia histórica, surgió como un viaje, un homenaje, un recorrido, dentro del mundo del coleccionismo. Se llama ‘Quiero estar contigo’ porque he elegido obras que se pueden relacionar con este presente tan incierto.
SIMÓN GRANJA MATIAS
REDACCIÓN DOMINGO
@SIMONGRMA