Sabe monseñor Montemayor de los dolores de Colombia, los ha sentido y palpado en su estadía en el país, en la que ha buscado el acercamiento de grupos al margen de la ley con el Gobierno para que dejen de delinquir. Su trabajo ha sido silencioso. Como gran diplomático, ha oído a todas las partes para, precisamente, buscar los puentes necesarios que lleven a un buen encuentro.
“Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos. Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes, mirarlos a los ojos, para escucharlos, abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y, si Dios me da la gracia, porque es una gracia, quisiera llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ―yo también tengo que pedir perdón― y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza”, dijo.
Su objetivo es que todos los que construimos este país nos acerquemos. Desde el presidente de la República, la vicepresidenta, la Corte Suprema, los magistrados y todos los del poder judicial, así como el resto de colombianos que no desfallecen en su resiliencia, e su trabajo, en querer vivir bien, con alegría. Pero, como recientemente decía un líder social: “La paz total empieza con comida para todos y con educación para todos, lo demás va llegando”, y es a ellos a los que hay que oír.
Este ha sido un país de dolores donde no hay que olvidar la memoria pero también hay que tener esperanza y por eso, en el blog Paz y desarrollo (http://blogs.eltiempo.com/pazydesarrollo) del13 noviembre se podrá apreciar aún más el sermón de monseñor Montemayor, que además recoge palabras del papa Francisco.