El paro nacional destapó una olla de presión a punto de estallar: la fragilidad del país en seguridad alimentaria. A tan solo 8 días de bloqueos, comenzó la escasez de comida y con esto llegó el pánico general. Una semana bastó para que Colombia se angustiara por la falta de alimentos.
Lo paradójico es que acá se producen millones de toneladas de comida al año. Tenemos potencial para ser una gran despensa de alimentos para el mundo, según afirma la FAO. Y, entre tanto, pasamos las duras y las maduras con el susto de quedarnos sin mercado. Absurdo.
Todas las personas en el país tienen el derecho a una alimentación suficiente, oportuna y adecuada tal y como establecen la Declaración Internacional de los Derechos Humanos y la Constitución Política colombiana. En blanco y negro todo suena bien, pero la realidad nacional es otra.
Para comenzar, la precaria e insuficiente infraestructura vial para transportar los alimentos desde el campo hasta las ciudades. Y no es culpa de los bloqueos recientes por el paro, esta es una crisis histórica que viene de muchos años atrás.
Sin ir muy lejos, hace pocos días, de nuevo el alto de La Línea, con su flamante túnel, estuvo bloqueado por derrumbes. Inaudito. Lo mismo sucede frecuentemente en la autopista al Llano. Dos importantes vías por las que transitan diariamente toneladas de alimentos y que permanentemente son protagonistas de las noticias por sus cierres. Siempre desencadena en lo mismo: desabastecimiento, especulación, alza de precios y mucho temor.
Recordemos la crisis de los paperos el año pasado. Los agricultores no tenían cómo sacar de sus fincas las cosechas para llevarlas a las ciudades. Se quedaron sin ingresos para comer, vivir, pagar los préstamos a los bancos y con montones de bultos de papa pudriéndose en sus campos. Compitiendo en desventaja con las importaciones.
El panorama actual es desalentador, tenemos la comida, la mano de obra y la tierra para producirla, pero eso no es suficiente. ¿De qué nos sirven tantas riquezas si no tenemos cómo llevarlas a la mesa? En Colombia, no todos los ciudadanos tienen a la comida como obliga la Constitución. Sin ir muy lejos, la muerte por desnutrición de los niños wayú en La Guajira no para.
Estamos viviendo tiempos de incertidumbre alimentaria en uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo. El Defensor del Pueblo hace hoy un llamado de alerta humanitaria por la dificultad actual de movilizar alimentos en 29 de los 32 departamentos. Que el paro y los bloqueos no nublen la difícil realidad del país para garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos. Urgen soluciones permanentes y concretas.
Insisto en esto: como ciudadanos y consumidores también tenemos deberes y obligaciones. A quién, dónde, qué y cuándo compramos nuestros alimentos son acciones y decisiones importantes. Es necesario el consumo colectivo responsable, pensando en las repercusiones sociales, económicas y ambientales. Comer es un acto político. Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
PARA EL TIEMPO