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Un whisky de fama global les rinde tributo a las ciudades
Polly Logan y Joan Roca recorrieron la Gran Manzana intentando resumirla en una botella y un menú.
Las mil botellas de The Macallan Distil Your World New York
se agotaron en preventa, cada una costaba 4.200 dólares. Foto: Cortesía
El Rainbow Room, ubicado en el piso sesenta y cinco del Rockefeller Center en el corazón de Manhattan, fue el lugar que en días pasados escogió el equipo de la multinacional Edrington para lanzar su más reciente objeto de colección: The Macallan Distil Your World New York. Una obra maestra producto de la extraordinaria capacidad sensorial de Polly Logan, sumada a la numerosa colección de barricas de maltas, todas con una expresión diferente, que reposan en la cava de esta destilería en el pequeño pueblo de Craigellachie en Escocia.
Después de haber realizado el ejercicio con Londres y de haber embotellado también a todo un país como Escocia, Logan y Joan Roca, chef de Celler de Can Roca, en España, se embarcaron rumbo a América para explorar la Gran Manzana y reescribirla luego en ese deseado liquido dorado que es el whisky de malta escocés y en un menú de degustación de seis pasos, con la intención de transportar a las personas a su interpretación de esta mítica ciudad.
La tarea, aunque muy estimulante, no tuvo que ser nada fácil para esta maestra y su compañero, quienes durante una semana experimentaron la capital del mundo visitando lugares tan icónicos como el mirador Top of The Rock, el cual ofrece una vista de 360 grados sobre la ciudad y desde el cual se pueden ver las puntas de cada uno de los rascacielos que adornan el horizonte de Manhattan.
Las mil botellas de The Macallan Distil Your World New York
se agotaron en preventa, cada una costaba 4.200 dólares. Foto:Cortesía
Pasearon también por el museo de arte contemporáneo Solomon R. Guggenheim en un recorrido privado con su curadora Megan Fontanella, para luego ir a cenar al club privado de The Wine Spectator en la localidad de Chelsea, desde donde pudieron disfrutar de una generosa vista sobre el río Hudson y de una de las colecciones más completas de whisky del planeta. Comieron wafles mientras patinaron en la pista de hielo del Central Park y recorrieron los mercados callejeros del Lower East Side en compañía de Dejong ‘Dee’ Wells, un historiador especializado en zapatos deportivos, la prenda oficial de los neoyorquinos.
Durante las primeras conversaciones que sostuvieron, la elaboradora de whiskies y el maestro de la cocina coincidieron en que la palabra mágica que reunía todas las aristas de lo que sucede a diario en esa selva de cemento era la creatividad. Nueva York se les estaba presentando como la casa de una gran familia de creativos que se la jugaban todo para poderse expresar y compartir un poco de su alma con el mundo, y era precisamente con ellos, con los artistas, con quienes tenían que conversar para adentrarse en el enrevesado mapa de las calles de la ciudad. Se reunieron entonces con el trompetista de jazz Wynton Marsalis; con Lady Pink, grafitera insigne de los vagones del metro en los años 80, y con Zero Waste Daniel, un diseñador de modas que fabrica sus prendas con retazos de los miles de metros de tela que desecha la industria de la moda en ese país.
Una vez terminado su trabajo de campo se sentaron a compartir notas y sensaciones en el majestuoso bar The Campbell, ubicado dentro de Grand Central Station, en un local donde alguna vez funcionara la oficina de su gerente. Para Joan, su propuesta habría de tejerse alrededor del arte, una expresión constante de esta ciudad, con muchos colores y, por supuesto, una manzana. También tendrían que hacer presencia los atardeceres color naranja y el constante humo que emanan los puestos de comida callejera en cada una de las esquinas a lo largo de la Quinta Avenida. Para Polly, su whisky debería ser complejo y especiado con muchas capas de aromas y sabores y un carácter vivaz que exaltara el espíritu de quien lo tomara. El Macallan de Nueva York iba a ser en sí mismo una celebración y un gran tributo a esta ciudad que embruja a todo el que pone un pie en ella.
De regreso a sus respectivos laboratorios, Joan, en la cocina con sus hermanos Josep y Jordi, y Polly, en la destilería con su colección de barricas, ejecutaron magistralmente lo que traían anotado en la mente. El resultado fue una suntuosa malta de la que embotellaron mil ejemplares y que se agotó en preventa a un precio de cuatro mil doscientos dólares.
Por su parte, la propuesta de los Roca consistió en un menú de degustación de seis pasos compuesto por un wafle de paté de pollo con syrup de caña y un cronut de papa con salsa brava como abrebocas; una ensalada de amanecer en un día de lluvia, unas ostras con pecanas y vainilla y un New York Strip curado como platos fuertes, y una perfecta gran manzana de caramelo rellena de crema pastelera como postre. Sin duda, una comunión de talentos en la que estas dos marcas de lujo promueven la excelencia, el detalle y la pasión como pilares de un trabajo que se convierte en legado.
Todo el proceso creativo de Polly Logan y los hermanos Roca, así como la experiencia que vivieron en cada uno de los sitios que han embotellado, está registrado en cuatro documentales de 30 minutos aproximadamente, a los cuales se puede acceder en la página web de la destilería www.themacallan.com o en su canal de YouTube. Y, claro, vendrán más ciudades.