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Los mejores sitios para comer en Barranquilla: un carnaval para el paladar
Restaurantes típicos y de autor para disfrutar el sabor costeño de Barranquilla y sus influencias.
Lebranche frito y arroz con coco Foto: Miguel Salgado
En materia de sabores, Barranquilla en Carnaval es sinónimo de sancocho de guandú, el plato insignia de la fiesta, disponible a cualquier hora del día, es imperdible, pero no el único de una gama de sabores que la ciudad, volcada este fin de semana a la fiesta, le ofrece al mundo.
Estos pueden ser desde una bolita de butifararra hasta otra de alegría (así llaman a esa esfera de diminuto maíz de millo hecho crispetas compactadas con coco y a), pasando por la cocina casera, hasta la árabe que la costa Caribe hizo suya.
El chef Manuel Mendoza estrenó recientemente el restaurante Manuel, en el barrio El Prado (Barranquilla). Foto:Miguel Salgado
Y por supuesto, están los chefs que se han vuelto referencia de Barranquilla, uno de ellos es Manuel Mendoza, que en estos meses promueve su nuevo restaurante –Manuel–, en el que condensa la experiencia de años en su famoso Cocina 33 (hoy cerrado) en una comida de autor con la que busca darse a conocer fuera del país.
Doris Fandiño hace platos de la cocina familiar barranquillera. Foto:Miguel Salgado
Si se quiere probar el alma culinaria de las casas barranquilleras, hay que visitar La Casa de Doris, en el barrio Boston, donde una madre barranquillera decidió por un bajón económico, vender en su patio –a escondidas del esposo– la comida que les daba a sus hijos hace 37 años.
Hoy, Doris es ícono del barrio, gracias a su inmejorable arroz con coco, la mazamorra y sus ensaladas de papa y aguacate.
Pero sus platos más vendidos son la lengua guisada y en salsa y la carne en posta (también conocida como muchacho relleno).
“La carne en posta es un rollo de carne de la pierna de la res –dice Doris Fandiño de González–, que se rellena con habichuelas, pimentón verde y rojo y zanahoria”.
Para las noches de cena y música, un sitio donde es inevitable bailar entre las mesas es La Cueva, centro cultural y restaurante que exalta la vida intelectual barranquillera y ha sido el epicentro del Carnaval de las Artes. El lugar tiene un nuevo menú, diseñado por el chef Charlie Otero, que les dio un giro a sabores típicos en busca de novedad. Está, por ejemplo, una entrada de butifarras alargadas, cocinadas y bañadas con semillas de mostaza. Lo árabe está presente con un plato de falafel.
Entre sus fuertes, sorprende su fetuccini de ragú de bondiola coronado por una costilla de cerdo, más colombiano que italiano, y el róbalo micuirucui, escondido bajo abundantes frutos de mar.
Entre los dulces, sus gyozas de guayaba –que recuerdan que también en la ciudad hay fuerte influencia china– combinan bien con un suerito dulce. Todo con la música de Son de la Cueva, salsera, antillana y el grupo de millo Los Tamborileros de Macondo, para recordar que la cumbia es la esencia local.
Un infaltable lugar de visita –además de los escenarios de los desfiles tradicionales–, así como la Casa y el Museo del Carnaval, es el malecón. Cerca del Caimán del Río hay todo un hall de restaurantes. Y si la idea es escaparse de la ciudad, se puede ir Atlántico adentro hasta Usiacurí (a 40 km), donde vivió el poeta Julio Flórez, junto a la que venden almojábanas en forma de rosquilla. El plan es comprar artesanías de palma de iraca, muchas elaboradas en función de decorar las mesas (centros de mesa, individuales), tomarse fotos en el mirador con los techos coloridos de fondo.
Playa, pescado y patacón
Las huevas de pescado son el manjar de las playas de Salgar. Foto:Miguel Salgado
Sí se busca playa, entre las más cercanas está la de Salgar, en Puerto Colombia, donde establecimientos como el Hotel Imagine ofrecen abundantes platos para disfrutar frente al oleaje.
Las huevas de pescado fritas deberían ser el plato insignia de esa playa, pues está en todas partes y es la entrada imperdible de cualquier comida allí.
Además, están los grandes pescados fritos como el lebranche y la mojarra servida con patacón con hogao, arroz con coco y ensalada. La carta en Imagine pasa por arroces con camarones y algún plato que se sale de la tradición como el cayeye con aguacate con salmón.
Un par de restaurantes nuevos
Bocados de la chef Carolina Asmar, en el restaurante El Prudente, de Barranquilla. Foto:Miguel Salgado
De vuelta a los restaurantes de la ciudad, entre los nuevos está El Prudente. Allí, la joven chef Carolina Asmar forja una cocina de autor inspirada en los sabores de la finca familiar.
Salchichas de diferentes sabores y batata del restaurante Los Hijos de Sancho. Foto:Miguel Salgado
Le da giros al suero costeño que hacía el padre libanés, usa chivo y fríjol guajiro entre sus ingredientes. En su propuesta hay arepitas moradas de maíz cariaco, carnes desmechadas y otras elaboraciones. Una de las fortalezas del lugar es la coctelería, a la que integra frutas como el níspero o la ciruela verde, insignia de municipio de Campeche.
Otro nuevo que vale mucho la pena es Los Hijos de Sancho, en donde el chef José Barbosa, alias ‘el Chato’, prepara coctelería con bebidas artesanales como chirrinchis y platos de autor con fermentados y sorprendentes embutidos hechos en casa, como la salchicha de guineo paso que reúne en un plato con otras de pavo y cordero combinadas magistralmente con una batata.
Entre sus platos más pedidos están la burrata de Planeta Rica lacada con miso de a y ajo, y su pastrami de morrillo con puré de crispetas de millo, huevos fritos, mantequilla de zaatar y tostas de pan. En últimas fechas ha creado un pastrami de lengua y está desarrollando su propio chocolate a partir de cacaos de origen colombianos.
Dos clásicos de Barranquilla
Platos del restaurante Árabe Gourmet, en Barranquilla. Foto:Miguel Salgado
Entre los clásicos, están el Árabe Gourmet, exponente de la tradición libanesa y sitio que ha marcado generaciones de barranquilleros con su arroz de almendras, el quibbe crudo, sus hojitas de parra rellenas y otras preparaciones.
Los fritos de Narcobollo, en su restaurante de Barranquilla. Foto:Miguel Salgado
Otro clásico, aunque de autoservicio y abierto desde el desayuno, es Narcobollo (diferente al de Bogotá). Es una institución de los fritos y la comida costeña. Si se quiere aprender de bollos, arepas, quibbes y carimañolas, es el destino.
El lugar comenzó en Cartagena, en los años 60. Se habría seguido llamando La Cafetería de los Molina, de no haber sido porque en las épocas duras de la guerra contra el narcotráfico la Policía hizo un allanamiento allí en busca de droga y encontró bollos y fritos. Desde entonces, los vecinos los bautizaron ‘narcobollo’.
Ahora, al frente de Narcobollo en su sede de Barranquilla están los nietos de la fundadora. El lugar hace los fritos de siempre. Mantiene el sabor de la tradición en bocados como la arepita dulce de anís, los buñuelos de fríjol, de textura muy compacta, y el chicharrón con yuca. Para los almuerzos están las postas, las sopas y los pasteles, todo hecho con buenas prácticas de manejo de alimentos, que los enorgullece.
Y aún hay más posibilidades. Nada más cierto que el dicho de que en Barranquilla hasta la alegría se come.
De catas y clases de cocina
La Casa en El Cielo ofrece, en su espacio cerrado, catas de café para grupos. Foto:Miguel Salgado
Tras la película Encanto, los visitantes preguntan más por las arepas. Por eso, Caribia Tours propone una clase para aprender a preparar la arepa de huevo. También hay clases dedicadas a hallacas y cayeyes.
Además, La Casa en el Cielo, tiene un sitio para catas de café que destacan la suavidad del Café de Colombia y su preparación en un método de filtrado, el que predomina en el gusto local.
La cervecería Tres Quince da una minicata de sus recetas, entre las que se destaca, una cerveza de guayaba agria. que puede disfrutarse a la par que se juega una partida de dominó.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
REDACCIÓN DE CULTURA
@Lilangmartinp
*Por invitación de Procolombia, Alcaldía de Barranquilla, Gobernación del Atlántico, ProBarranquilla, Glenlivet, Hotel El Prado, San Pellegrino y Acqua Panna.