En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

CLUB VIVAMOS
Suscríbete
Disfruta de los beneficios de El Tiempo
SUSCRÍBETE CLUB VIVAMOS

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. Verificar Correo

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión

Hola, bienvenido

¿Cual es la ciudad colombiana clasificada como la más peligrosa del mundo?
¿Cómo va el juicio al expresidente Álvaro Uribe?
¿Accidente de bus en Calarcá?
Frío inusual en Bogotá explicado por el Ideam

Entrevista: Josefina Klinger, una mujer con el poder de la selva y el mar

Josefina Klinger fue la creadora del modelo de ecoturismo comunitario en Nuquí. Habló en BOCAS

Josefina Klinger, de 57 años, fue la creadora del impactante modelo de ecoturismo comunitario en Nuquí (Chocó).

Josefina Klinger, de 57 años, fue la creadora del impactante modelo de ecoturismo comunitario en Nuquí (Chocó). Foto: Héctor Fabio Zamora

Alt thumbnail

Actualizado:

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon
Josefina Klinger rescató de las cenizas el Parque Nacional Natural Utría, ubicado entre Nuquí y Bahía Solano (Chocó), y lo convirtió en un ejemplo de turismo de naturaleza. Un paraíso que hoy, después de más de una década de haberlo istrado, parece estar desahuciado.
Seis años antes de firmar el contrato de concesión de los servicios turísticos de esta área protegida, en el 2002, la entonces guerrilla de las FARC había secuestrado allí a 25 turistas. Y meses antes de llegar a un acuerdo final con Parques Nacionales Naturales, en el 2008, el ELN había secuestrado a cuatro turistas en un corregimiento vecino. Y aunque esas personas recuperaron la libertad, nadie quería ir por esos lados. Nadie volvió durante mucho tiempo.
La edición 114 de la Revista BOCAS está en circulación desde el domingo 27 de febrero de 2022.

La edición 114 de la Revista BOCAS está en circulación desde el domingo 27 de febrero de 2022. Foto:Revista Bocas

Pero Josefina Klinger tenía fe. Demostró tener la fuerza y el poder de la selva y el mar en su espíritu. Ya, en esa época, contaba con un largo recorrido como gestora de turismo comunitario y líder social, y acababa de nacer Mano Cambiada, una corporación que lleva el nombre de una práctica ancestral que significa ‘trueque de oficio’ y que se fundamenta en las relaciones solidarias y de pares por encima del dinero. Su objetivo: demostrar que los negros también podían ser empresarios y cambiar el imaginario colectivo que consideraba que en ese territorio —históricamente marginado— todo era peligroso y de mala calidad.
Contra viento y marea, esta chocoana comprobó que sí se podía desarrollar un exitoso modelo de turismo que no impactara negativamente los ecosistemas y que beneficiara a toda una cadena social entre Nuquí y Bahía Solano: las aerolíneas, los transportadores, los agricultores, las señoras de los restaurantes, los hoteles, los comerciantes, los artesanos y los guías.
Josefina fue la responsable de gestionar recursos con el Gobierno para construir más cabañas, una plataforma de madera de 600 metros que atravesaba el manglar y varios auditorios donde los niños y la comunidad aprendían sobre la migración de las ballenas, tortugas, aves, delfines, liderazgo y empoderamiento por el territorio.
Gracias a ello, Utría, un paraíso entre la selva y el mar —la joya de la corona del Pacífico colombiano— se volvió mundialmente famosa. Allí cobraba vida el concepto de ‘lujo verde’. De hecho, tanto Parques Nacionales como las autoridades nacionales de turismo reconocieron que allí se desarrollaba el mejor modelo de intervención turística dentro de un área protegida en Colombia, todo gracias a su proyecto de turismo sostenible: generación de energía con es solares, reutilización de aguas lluvias y la prohibición de plásticos. Los visitantes tenían que devolverse con la basura que generaban.
Y entre el 2012 y el 2019 —según cifras oficiales de Parques Nacionales—, Utría recibió 40.948 visitantes, de los cuales muchos eran extranjeros que llegaban a disfrutar de este santuario de biodiversidad y de la bellísima ensenada donde Josefina se echaba a nadar todos los días y a beber agua del mar porque el agua de mar —dice— cura todos los males; una bahía que parece una laguna de aguas tranquilas, color esmeralda. Varios kilómetros atrás, la selva ya ha encerrado al mar, por eso el océano moja la playa sin oleaje.
Josefina Klinger fue la ganadora del premio Mujer Cafam 2015

Josefina Klinger fue la ganadora del premio Mujer Cafam 2015 Foto:Héctor Fabio Zamora

El modelo de Mano Cambiada —de Josefina— la hizo merecedora del premio Cafam a la Mujer en el 2015 —el más importante que se entrega a las mujeres líderes del país, uno de los tantos reconocimientos que le han dado—. No solo exaltaban lo que había logrado con Utría. Cuando fue concejal de Nuquí, en 1990, a través de un acuerdo, logró que se blindaran dos hectáreas a la redonda en el corregimiento de Termales, donde quedan las aguas termales al lado del río y donde más adelante gestionó recursos para la construcción de un spa que istra la comunidad. También ayudó a crear la tasa turística que se paga al aterrizar en Nuquí.
Sin embargo, en mayo del 2019 se terminó el contrato entre Parques Nacionales Naturales y Mano Cambiada. Las cosas terminaron muy mal entre ambas partes. Y ella decidió irse, muy triste pero muy digna.
Pero ese no es su único duelo. En plena pandemia, en octubre del 2020, la amenazaron de muerte. Huyó para salvar su vida y encontró un nuevo hogar en un país vecino donde tiene la fortuna de vivir en ese ecosistema que necesita para no morir: la selva y el mar. Humillada, pero jamás sometida, y discriminada, pero decididamente sublevada, Josefina ha sabido romper desde muy joven todas las cadenas que le han colgado.
Tendría cinco años cuando su mamá Narcisa —nacida en la población chocoana del Bajo Baudó, iletrada, marginada y empobrecida como toda su casta— decidió enviarla desde Panamá —a donde ella había llegado buscando un mejor porvenir— para donde su papá, Alonso Klinger, en su natal Nuquí. La pequeña Josefina lloraba y gritaba y rezaba, montada en esa lancha que la llevaría por las briosas aguas del Pacífico. Recuerda que solo comió pan en toda la travesía, cuando le daban.
Mi papá fue notario, alcalde, profesor, curandero, atendía partos y aplicaba inyecciones, era líder. De él heredé los principios y el valor de la palabra, el entregar todo por los demás
Alonso Klinger había llegado desde Nariño. Era un hombre de ancestros alemanes. De ahí el apellido y los rasgos físicos; alto, de 1,85 metros de estatura, trigueño y muy bien parecido. Era el papá de Josefina y de otros 17 hijos. Ella siempre ha reconocido ser fruto de una relación extramatrimonial. Su mamá tuvo cuatro hijos más, con otro señor. De los hijos del papá fue la número 16. Y de los de la mamá, la última: la quinta.
Josefina llegó a vivir a esa casa de su papá, con su esposa y con todos esos muchachitos. Su madrastra la trataba bien —aunque nunca como a sus propios hijos, reconoce— y recuerda que así, tan chiquita, tuvo que aprender a cocinar, a lavar ropa.
Hoy, a sus 57 años, luce una blusa amarilla con figuras geométricas y mangas azules que contrasta con su piel. El pelo, crespo y esponjoso lo lleva entrecano. Hace rato que no se lo pinta de rojo, como muchos la recuerdan cuando recibió el premio Cafam a la Mujer en el 2015. Hace rato que no se sabe nada de ella, una mujer que jamás se ha callado. Y ese silencio —ese duelo— obedece a una razón poderosa: la amenaza de muerte y su exilio. Se fue dos días antes de que mataran a Juana Perea, una activista social y empresaria colombo-española cuyo cuerpo apareció tendido al frente de la estación de Policía de Nuquí, con un balazo en la cabeza. Según las investigaciones, la llevaron los hombres del Clan del Golfo tras sacarla de su casa en el corregimiento de Termales, sobre la playa. Tenía 50 años y lideraba un emprendimiento turístico con la comunidad. Su pecado fue pedirles a los hombres del Clan del Golfo que se fueran del territorio porque estaban espantando a los turistas.
Ella y Josefina solo se saludaron un par de veces, pero la una sabía sobre la otra. Ambas eran férreas opositoras a la construcción del Puerto de Tribugá, que prometía mucha prosperidad en la región, pero amenazaba el patrimonio ambiental de uno de los territorios más biodiversos del planeta. Un dinosaurio de concreto y hierro que pretendían levantar en medio de ese océano al que cada año, entre julio y noviembre, llegan las ballenas jorobadas huyendo de las frías aguas de la Antártida. En octubre del 2020, menos mal, el Gobierno decidió no otorgar la licencia a esa iniciativa.
Pero más allá del destierro, a Josefina le duele Utría, aunque se despidió de ella en paz. Muchos años atrás había pedido a Parques Nacionales que ayudaran a organizar a otra comunidad para que se encargara de istrar el lugar. Pero ya van a cumplirse tres años y nada que consiguen a un operador que se le mida a echarse encima un destino tan lejano, en medio de la lluvia, la humedad y demás complicaciones propias de la selva. A eso se suman las dificultades de la pandemia. Hoy, Utría parece abandonada, como esperando a su dueña. No hay servicio de alojamiento ni de comida. Solo se puede visitar en plan pasadía. Así lo comprobó el autor de esta entrevista en una visita hecha en marzo del 2021 y lo corroboró recientemente con Parques Nacionales.
Desde que la amenazaron, el 26 de octubre del 2020, en plena pandemia, no ha vuelto a Nuquí. Ni a Utría. Ni ha podido volver a ver a mamá Narcisa, que ya cumplió 80 años. Tampoco a sus hijos —Luis, de 38 años; Sergio Alberto, de 34 y José Andrés, de 27— ni a sus nietas —Dulce María, Samara y Dhara Maité—. Sabe que debe cuidarse porque en Colombia, en el 2021, mataron a 145 líderes y lideresas sociales como ella, según la Defensoría del Pueblo.
Pero hay buenas nuevas para ella: es finalista en el Premio Internacional Mujeres con Coraje, organizado anualmente por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que exalta a mujeres de todo el mundo que demuestran liderazgo e ingenio en su defensa por los demás.
Josefina ha superado muchos duelos, y a estos últimos también sabrá echarles tierra. Ella, una mujer con la fuerza y el poder de la selva y el mar, sabrá levantarse como una fiera a recuperar lo que es suyo.
El mensaje decía: ‘Usted está de bocona, se van a morir, se van morir todos, nosotros somos el nuevo grupo que ya que estamos cogiendo la zona y todos se van a morir’
¿Por qué la marcó tanto ese viaje de Panamá a Nuquí cuando era una niña?
Mi mamá, que era mucho más joven que mi papá, se fue a vivir a Panamá. Tengo grabada la imagen de ella yéndose a trabajar en una canoa por el río Sambú (en pleno golfo del Darién). Y había una tienda donde una mujer invitaba a los niños a que nos dejáramos chuzar con agujas a cambio de confites. Una vez, la señora me estaba llamando y yo no le hacía caso, hasta que se me acercó y me clavó un cuchillo en la cabeza. Hoy, a mis 57 años, me toco esa cicatriz profunda y en forma de cruz.
¿Cómo así que chuzaba a los niños con agujas y luego le enterró un cuchillo?
La mujer tenía problemas mentales y después la metieron al manicomio. Nos chuzaba como jugando a las inyecciones y nos daba confites. Se formó mucho alboroto en la comunidad. Me salió mucha sangre, pero a mí todavía me faltaba mucha lidia para dar.
¿Cómo era la vida con su mamá?
Yo tuve carencias, siempre, y creo que mi mente seleccionó y eliminó episodios que seguro fueron más tristes. Pero el más triste de todos fue cuando ella me mandó para donde mi papá. Hace algunos años me mostró una carta, carcomida por las polillas, en la que mi padre me mandaba a pedir. Tengo mi imagen, gritando desconsolada, pidiéndole que no me mandara. Ese dolor se ancló en mi corazón para siempre. Me acuerdo que llevaba un vestidito verde limón que era el dominguero que me ponían en Nuquí.
¿Y qué pasó con su mamá?
No tuve elementos, por mucho tiempo, para entender cómo ese cordón umbilical se había roto. Ese cordón que es tan importante porque uno siempre queda ligado a la maternidad. De ese viaje desde Panamá me quedaron tres miedos con los que he luchado mucho: al abandono, al rechazo y al no merecer.
¿Y hoy en día, cómo es la relación?
Gracias a Dios logré sanar mi corazón con ella. La entiendo. No la juzgo. Y la amo y es parte fundamental de mi vida.
¿Cómo fue la relación con su madrastra?
Mi madrastra me dijo que iba a ser mi mamá. Me trataba muy bien, pero el trato marca claramente la ausencia de la madre verdadera. Era una muy buena mamá con sus propios hijos y eso me hacía sentir todavía más discriminada.
¿Cómo fue la relación con su papá?
Murió cuando yo tenía 17 años. Siento que me faltó más acompañamiento de él, que nos faltó más tiempo. Y pese a que tenía tantos hijos, dicen que yo era su preferida. Mi papá fue notario, alcalde, profesor, curandero, atendía partos y aplicaba inyecciones, era líder. De él heredé los principios y el valor de la palabra, el entregar todo por los demás. Era un hombre muy bello, aunque muy, muy mujeriego.
Entiendo que fue una buena estudiante.
Yo no tuve infancia, pero recuerdo que me gustaba mucho estudiar y era muy disciplinada e inteligente. Siempre fui muy adelantada. Pero nadie me proyectó para nada. Por ejemplo, tenía una voz bellísima y pude haber sido una gran cantante, pero nadie vio en mí ese talento. El bachillerato lo hice en un colegio de monjas en un colegio de Caracolí (Antioquia), a donde me había volado con mi novio.
Y quedó embarazada muy joven…
Crecí creyendo que los príncipes azules existían. Y a los 17 años me volé con el que fue el papá de mis dos hijos mayores, para Medellín [el tercer hijo lo tuvo con otro hombre]. Irme con él fue un escape, como era un escape irme para las iglesias a cantar. Quedé embarazada de mi primer hijo el 12 de enero de 1992. Tenía 17 años. Y lo recuerdo muy bien porque planificaba con el método del ritmo que me enseñó una monja. A los 18 años estaba acorralada, con un bebé en brazos, ni mi madrastra ni nadie me recibiría con un hijo, así que tuve que regresar a Nuquí a donde mi mamá, aunque yo no quería porque estaba muy dolida con ella.
El Premio Internacional Mujeres con Coraje es organizado anualmente por el Departamento de Estado de los Estados Unidos

El Premio Internacional Mujeres con Coraje es organizado anualmente por el Departamento de Estado de los Estados Unidos Foto:Héctor Fabio Zamora

Usted también ha hablado sobre el acoso que tuvo de tantos hombres que se la querían llevar para la cama…
Conocí a una mujer, con su familia, a quien no le parecía que una mujer como yo, tan bonita, pasara necesidades teniendo el cuerpo que tenía a mis 25 años. Un señor, que era papá de una compañerita del colegio, me mandó a decir, con ella, que gustaba de mí. Y la señora me dijo que yo era una irresponsable porque mis hijos aguantaban hambre. Me hizo un lavado cerebral. Decidí que hiciera un acuerdo con el señor, pero le mandé a pedir que me enviara plata de una vez. Me mandó 20.000 pesos.
¿Y qué pasó?
Yo cogí los 20.000 y me volví loca comprando comida. Pero tenía la deuda y el compromiso. Y empieza un conflicto entre la voz del corazón y la de la mente. ¿Cómo me voy a acostar con un hombre que puede ser mi papá? ¿Cómo le voy a quedar mal si comprometí mi palabra? Fui a cumplirle la cita, pero escuché una voz que me dijo: “No le debes nada. El inserio es él”. Lloré. Lloré mucho. Y tuve una pelea con Dios y le dije que si él existía y me había dejado esos valores, no podía dejarme más a la merced de los hombres que querían usarme como objeto sexual. Lo dejé plantado. Y Dios me ha regalado esa bendición porque nunca me he tenido que prostituir.
¿Qué hizo los años posteriores?
Fui empleada doméstica. Hice un semestre de istración de empresas turísticas en el Colegio Mayor de Antioquia, pero no pude seguir por falta de recursos económicos. Con una amiga montamos una farmacia en Nuquí. Y luego monté un restaurante en Quibdó. Y empecé a meterme a todos los cursos que podía sobre turismo comunitario, ecoturismo, etnoturismo y ecoturismo. En el 2006 nace Mano Cambiada y ahí empiezo a fomentar el turismo en Nuquí y llegaron las conferencias y luego los reconocimientos. He sido aliada de las fundaciones Natura, Acua y Coca-Cola.
Otro duelo suyo ocurrió cuando le quemaron la sede a Mano Cambiada…
Esa sede era producto de una alianza comunitaria, pero ya me había quedado sola. El 28 de diciembre del 2014, a la 1:00 de la madrugada, me llamaron a contarme que nos habían quemado la sede. Y cuando llegué, todo estaba en ruinas. La casa del lado también se quemó. Nadie, ni la Alcaldía, dijo nada. Me hicieron sentir como si me lo mereciera.
¿Cómo llegó a Utría?
El parque llevaba 15 años en que se había venido a menos. En el 2002 hubo un secuestro masivo en Utría. En enero del 2008 secuestraron a un grupo de personas en un corregimiento vecino. Y así, en medio del miedo, de la violencia y la incertidumbre, recibimos la concesión de un parque que nos entregaron sin que tuviéramos conocimiento alguno sobre turismo. Eso fue en el 2008.
Y Utría empezó a volverse famosa…
Yo le dije: Utría, yo le voy a entregar mi alma a usted, pero usted me debe entregar visibilización positiva. Yo quiero que Colombia entera, y el mundo, sepan de qué estamos hechos, que sepan que podemos hacer procesos responsables, de calidad y en alianza. Pero más allá de querer convencer a la gente de que los negros sí somos serios y podemos ser empresarios, queríamos que la gente fuera a contagiarse con esa energía de Utría. Porque allá tus sentidos se agudizan, escuchas a tu intuición. Allá no hay escasez. Era el lugar perfecto para poner en práctica la carreta de mi discurso.
¿Y cuál era ese discurso?
Que podemos trabajar como pares, sin sometimientos, como ha pasado en lugares como San Andrés y Cartagena a donde han llegado los empresarios de afuera y a la gente del territorio la excluyen y solo la contratan para tender camas. Y queríamos desmontar del imaginario colectivo que nuestro destino era inseguro, de mala calidad y una cosa para pobres. Porque la gente asocia al turismo comunitario con pobreza y por eso muchas iniciativas van encaminadas al asistencialismo.
“Lo que más me dolía era que me habían quebrado las alas porque los sitios en los que me siento infinitamente feliz son los menos seguros y los más peligrosos”.
Y si era tan feliz en Utría, ¿por qué no siguió con el contrato?
Desde antes de terminar el contrato sentía que mi ciclo había terminado. Hace varios años había anunciado que me retiraba. Y había insistido en la necesidad de que prepararan a una comunidad para que se encargara del parque, y eso nunca ha podido pasar.
Pero las cosas no terminaron bien con Parques…
El contrato se terminaba en febrero del 2019. Y en mayo tuve la gran pelea con Parques. Si Julia Miranda (directora de Parques Nacionales Naturales durante 16 años y removida de su cargo en diciembre del 2020 por el gobierno Duque) va a esa gira de entrega, eso no termina como terminó. Pero por el irrespeto de los que fueron a recibir el parque, decidí quitarme de una vez por todas.
¿Qué pasó con esos funcionarios?
Hasta que ante el imaginario del funcionario público de este país no se le quite la tara de que van a los territorios rurales a hacer asistencialismo y de que los líderes no podemos verlos a los rostros y decirles: “no me parece, no lo acepto, sé por dónde se podría hacer”, será muy difícil que el turismo en las áreas protegidas funcione realmente. También me cobraron muy caro que no les bajara las tarifas y no les regalara el servicio porque seguían creyendo que Parques y Julia Miranda me habían hecho una obra de caridad.
Usted también ha tenido serios problemas con su comunidad. Muchos la quieren, pero otros tantos la odian…
Los seres humanos siempre buscamos un motivo para estar polarizados. En este país, cuando un ser humano se cree víctima, así el victimario no exista, se lo inventan. Es un rechazo a todo lo que va en contravía a que la gente se siga acomodando a los estigmas de la pobreza y de la autovictimización. Hay gente que se siente inferior. Y yo no me siento inferior hablando contigo ni con nadie.
¿Cómo y cuándo se dio la amenaza de muerte?
Estaba en Bahía Solano porque Mano Cambiada es la agencia comercial de Satena y durante toda la pandemia viví allí. Estaba apoyando a una comunidad indígena desplazada por la violencia donde hacían un trabajo para asegurar que los niños no aguantaran hambre. Era el 26 de octubre del 2020 cuando, a eso de las 11 de la mañana, me escribieron por WhatsApp.
¿Y qué decía ese mensaje?
“Usted está de bocona, se van a morir, se van morir todos, somos el nuevo grupo que ya que estamos cogiendo la zona y todos se van a morir”.
¿Sintió miedo, temió por su vida?
Realmente no le di mucha trascendencia. Pensé que tal vez me querían extorsionar desde alguna cárcel. Pero al día siguiente fui a poner la denuncia en la Fiscalía de Bahía Solano, donde me remitieron a la Sijín. Pero el chico de la Sijín desestimó mi denuncia, me sugirió que seguro me estaban molestando desde las cárceles y yo le respondí: ‘Usted no ha investigado y yo, por mi condición de líder social, debo poner la denuncia’.
¿Y qué hizo?
Al día siguiente, el 28 de octubre, viajé a Buenaventura en una lancha pública desde Bahía Solano que no se demora tanto, apenas cinco horas. Y cuando estaba llegando recibí una llamada en la que me contaron que habían matado a Juana Perea. Y en ese momento empecé a sentir miedo.
Pero siguió en Buenaventura…
Sí. Y cuando estaba trabajando con un proyecto ecoturístico en San Cipriano, el 20 de noviembre, recibí la segunda amenaza. Me escribieron: “Se va a morir, sabemos dónde está”. Así que decidí llamar a una persona de mucha influencia y de inmediato mi caso lo tomó el Cuerpo Élite de la Policía. Viajé a Medellín a unos exámenes médicos y allá la Policía rodeó la casa donde estaba, hasta que me llamaron a decirme que no confiaban en Medellín y mandaron un avión de la Policía para que me llevara a Bogotá.
¿Y qué pasó en Bogotá?
Me pusieron un esquema de seguridad con dos escoltas, un chaleco antibalas y un carro blindado. Yo no quería eso, pero me alegraba que dos personas tuvieran un empleo por cuidarme. Me sentí arropada, pero profundamente triste. Lo que más me dolía era que me habían quebrado las alas porque los sitios en los que me siento infinitamente feliz son los más peligrosos.
Y le dio covid, ¿verdad?
Sí, uno de los escoltas estaba contagiado y no me dijo que tenía síntomas. Me puse muy mal. Me dio neumonía y tuve que ser hospitalizada tres veces en la clínica. Estuve muy sola y por primera vez tuve que inyectarme una inyección porque estaba contagiada y nadie me la podía aplicar. Así que me fui varias semanas para donde una amiga en el Meta, a recuperarme. Y luego me recibieron en un país vecino donde tengo la dicha de vivir en el bosque, al lado del mar, y donde apoyo a una comunidad en un emprendimiento turístico respaldado por la Fundación Acua (Activos Culturales Afro).
¿Por qué la amenazaron?
La Fiscalía no me ha dado razón. Pero evidentemente es por mi rol como líder social y también pudo influir el hecho de haber sido operadora de Satena. Y porque los líderes sociales somos muy incómodos en este país. Cuando se firmó el proceso de paz, en una reunión en Utría con altos funcionarios del Gobierno, porque el turismo se nos había incrementado en un 30 por ciento, dije: ‘la guerra en este país se va a volver más compleja porque ya no vamos a saber de dónde vienen las balas’.
Josefina Klinge tiene 57 años,

Josefina Klinge tiene 57 años, Foto:Héctor Fabio Zamora

He pensado que si mi sangre sirviera para transformar la historia de Nuquí, del Pacífico y de Colombia, valdría la pena morir. Pero no quiero morir en un país que olvida tan rápido”.
¿Tuvo algo que ver su oposición al Puerto de Tribugá?
En su momento se generó confusión por el tema del puerto, pero no lo creo. A Juana Perea no la mataron por oponerse al puerto. La mataron porque desafió a esos hombres (del Clan del Golfo).
¿Y qué planes tiene ahora?
Sueño retomar el Festival de la Migración, que no lo hemos podido hacer hace varios años. Hablar de la migración es una excusa y una apuesta para sembrar en las nuevas generaciones otra lógica de relación con su propio ser y con el territorio. Nosotros crecimos sintiéndonos víctimas de un país que excluye y esa situación no ha cambiado mucho. Pero los que tenemos que cambiar somos nosotros. Cuando aprendes eso en la niñez, y se te afianza, es como si te pusieran una pesa que nunca te dejará volar.
¿La política le interesa?
Fui concejal en 1990. Y más adelante, en el 97, me lancé a la Alcaldía, pero alcancé muy pocos votos y salí muy decepcionada porque en Nuquí no hay voto de opinión.
¿Pero le han ofrecido llegar a la política a otro nivel?
Hace cuatro años me invitaron a aspirar a la Cámara de Representantes por el Chocó, pero no como cabeza de lista, sino como relleno. Le pregunté a alguien muy sabio y me dijo: ‘no te metas en eso porque tienes una muy buena imagen’. Otro partido muy importante me ha ofrecido todo para hacer campaña, pero les he dicho que no porque en Nuquí no tengo votos y jamás los voy a conseguir comprados. No le voy a pagar a una comunidad por la que he dado mi vida entera.
Josefina, ¿y si la matan?
He pensado que si mi sangre sirviera para transformar la historia de Nuquí, del Pacífico y de Colombia, valdría la pena morir. Pero no quiero morir en un país que olvida tan rápido. Siento que todavía mi misión no ha terminado y que ahora debe escalar a otro nivel. Pero me dejo llevar por las voces de la divinidad y por eso es que quiero renunciar y soltar todo lo que no es trascendental para mí ni para mi misión.
La portada de la edición 114 es Haruki Murakami, el escritor japonés más vendido del mundo.

La portada de la edición 114 es Haruki Murakami, el escritor japonés más vendido del mundo. Foto:Revista BOCAS

Gracias por leernos.
Por: José Alberto Mojica Patiño
Fotos: Héctor Fabio Zamora
EDICIÓN 114. FEBRERO- MARZO 2022
REVISTA BOCAS
IG @revistabocas

Sigue toda la información de Cultura en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon

Conforme a los criterios de

Logo Trust Project
Saber más
Sugerencias
Alt thumbnail

BOLETINES EL TIEMPO

Regístrate en nuestros boletines y recibe noticias en tu correo según tus intereses. Mantente informado con lo que realmente te importa.

Alt thumbnail

EL TIEMPO GOOGLE NEWS

Síguenos en GOOGLE NEWS. Mantente siempre actualizado con las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en Google News.

Alt thumbnail

EL TIEMPO WHATSAPP

Únete al canal de El Tiempo en WhatsApp para estar al día con las noticias más relevantes al momento.

Alt thumbnail

EL TIEMPO APP

Mantente informado con la app de EL TIEMPO. Recibe las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en tu dispositivo.

Alt thumbnail

SUSCRÍBETE AL DIGITAL

Información confiable para ti. Suscríbete a EL TIEMPO y consulta de forma ilimitada nuestros contenidos periodísticos.