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Carmen María Machado y las violencias lésbicas
La escritora estadounidense, de ascendencia cubana, habla de su libro 'En la casa de los sueños'.
Machado (1986) es maestra en Bellas Artes del Writers’ Workshop (U. de Iowa). Foto: Getty Images
En las casas encantadas de los cuentos ocurren sucesos escalofriantes y aterradores. En las casas de los sueños todo puede ser felicidad y placidez. El hogar de Carmen María Machado fue una casa de idílica fantasía que terminó convertida en un lugar de espanto. Machado la describe de manera descarnada y romántica, con explosiones eróticas, preguntas y pausas en su libro más reciente, 'En la casa de los sueños', descubierto en español por Anagrama.
La escritora y ensayista estadounidense es un fenómeno literario cuya obra los lectores buscan con avidez. Ha sido finalista del National Book Award, becada por la Fundación Guggenheim, y reconocida y alabada por la crítica como una de las más destacadas autoras del momento.
En la casa de los sueños fue premiado con el Folio Prize de Londres y considerado el mejor del año por The New Yorker, Time Magazine, The New York Times, Publishers Weekly, Paris Review y The Washington Post, entre otros.
Este libro enriquece el repertorio y consolida una memoria que ya empieza a registrar el universo queer en todos sus matices. El diario británico The Guardianlo ha definido como “encantadoramente hermoso; un memoir tierno e incandescente como ningún otro”, escrito por “uno de los talentos literarios más brillantes de la actualidad”.
“El amor ni se pierde ni se gana; una relación no tiene marcador de puntuación. Somos compañeras, estamos emparejadas contra el mundo. No podemos ganar si engendramos conflictos entre nosotras”, relata Machado en su libro.
'En la casa de los sueños', como el resto de la escritura y la vida de ella, se compone de fragmentos, verdades atroces, rupturas y sublevaciones que buscan llenar los vacíos de una literatura que es cada vez menos condescendiente con la comunidad queer.
Precisamente, los universos literarios creados por la comunidad LGTBIQ+ fueron el tema de conversación con Machado durante el pasado Hay Festival Cartagena. Aunque su nombre todavía no es tan reconocido, no obstante la fuerza de su pluma y las temáticas que aborda, la autora empieza a revelarse en el mundo de habla hispana como una de las voces queer más potentes de hoy.
“Explorar otras literaturas me ha permitido comprender que lo que me ha ocurrido a mí les ha ocurrido a otras”, anota. En esa búsqueda ha ido encontrando poemas, relatos, películas y novelas que “de alguna manera explican lo que yo he vivido”.
El sigiloso maltrato
'La casa de los sueño' es publicado en español por Anagrama. Foto:Archivo particular
La autora alza la voz en estas páginas para exponer el abuso que se enmascara bajo formas sutiles: las del amor que cuida y respeta, aunque crezca celoso y controlador. Es la narración de su trasegar por un noviazgo de maltrato; el apego feroz y violento dentro de una relación lésbica.
“Intentas zafarte, pero te aprieta el cuerpo, aúlla como un oso herido, como un dios antiguo. (Un oso antiguo; un dios herido.) Es como si se rompiese algo. (...) Esa noche, la pistola está en la repisa de la chimenea. La pistola metafórica, claro. Si hubiese una pistola literal, lo más probable sería que estuvieses muerta”, relata la autora.
La obra pone sobre la mesa el debate sobre la resignificación de la homosexualidad, que, como ella señala, no es un estado de virtuosismo o pureza, sino una condición que puede traer consigo maldad, bondad o cualquier otro atributo dentro de la complejidad humana.
Desde el mismo prólogo, Machado ya plantea que “el archivo” –así se refiere ella a todo aquello que ha sido escrito en el pasado– rara vez incorpora el género del testimonio, porque se considera que este “no reviste importancia suficiente para ser conservado”. Todavía más cuando los registros provienen de la comunidad queer y se enfocan en analizar y reconocer las conversaciones sobre sus casos de violencia doméstica.
La escritora, de ascendencia cubana y nacida en 1986 en Allentown, Pensilvania (EE. UU.), intentó formarse como periodista, pero su escritura, colmada de metáforas y adjetivos, le mostró que el camino era otro. Hoy es maestra en Bellas Artes del Writers’ Workshop (Universidad de Iowa), reputado espacio de formación en escritura, de donde también se graduó.
Gente que vino mucho antes de que yo naciera. La otra parte de esto era entender las limitaciones del archivo, y pensar en eso como algo que quise amplia
Machado le apuesta a la memoria como “acto de resurrección” y rescate de la voz de las mujeres lesbianas que han sido maltratadas en sus relaciones afectivas “más intensas y hermosas, pero también más dolorosas e impredecibles”.
Anota que para dar vida a 'En la casa de los sueños' hizo un gran trabajo de campo en bibliotecas, investigaciones académicas, documentos digitales, películas o cómics que nutren una escritura experimental y diversa que no se casa con ningún género. Con su escritura explora entre la novela, el relato corto y la crónica de viajes; se mueve entre la ciencia ficción, el cuento gótico, el suspenso psicológico y el cómic de terror, con futuros distópicos y mucha corporalidad.
La escritora afirma: “Usualmente pensamos la historia como hechos del pasado, pero luego nos damos cuenta de que esta es un constructo creado por personas, y que hay cosas que se incluyen en ella y otras que quedan por fuera de manera intencional. Comprendemos entonces que la historia es un punto de partida para la construcción permanente, y no el final de una conversación”.
De ahí que para ella sea clave lo que han escrito activistas queer, “gente que vino mucho antes de que yo naciera. La otra parte de esto era entender las limitaciones del archivo, y pensar en eso como algo que quise ampliar”, explica.
Para Machado, “los archivos” no son algo sagrado o intocable sino, más bien, “cosas vivas que han sido hechas por personas”, y en esa medida se hace necesario llenar los vacíos de la mejor manera y cuando sea posible. “Para mí, no se trata tanto sobre la historia –dice–, solo estoy creando mi propio espacio en el presente; estoy creando mi propio archivo al ponerme ahí”.
En este sentido, el interés de Machado es crear un lugar en el mundo a través de la literatura y posicionar la narrativa queer como una voz que debe ser escuchada y registrada, especialmente cuando conduce al debate sobre las violencias entre mujeres lesbianas. De hecho, ya es una importante voz en estos temas y sus ensayos se han publicado en prestigiosas revistas como The New Yorker, Granta, The Paris Review y Vice.
Narrativa experimental
Machado (1986) es maestra en Bellas Artes del Writers’ Workshop (U. de Iowa). Foto:Getty Images
Ella cuenta que para una parte de 'En la casa de los sueños' se alimentó del libro Índice de temas de la literatura popular, del folclorista estadounidense Stith Thompson.
Explica que esta es una clasificación de elementos narrativos presentes en cuentos populares, mitos, canciones, fábulas y leyendas, que le ayudaron a explicar muchos conceptos comunes a las relaciones afectivas, y que ella misma vivió con su pareja.
De esta manera, en su universo narrativo hay alusiones a tabúes, doncellas, fantasmas, sitios prohibidos, enfermedades y mitos. Creencias, como anota, que llevan a comportamientos abusivos, a creer en absurdos y, al final, a violentar.
“La fantasía es, me parece, el cliché que mejor define la homosexualidad femenina –relata la autora–. No es de extrañar que hagamos bromas sobre la mudanza en la segunda cita. Encontrar deseo, amor y alegría cotidiana sin las chorradas que acompañan a los hombres es una definición bastante decente y funcional del paraíso”.
En el proceso de escritura de su novela, Machado se propuso hacer el ejercicio de repensar algunos textos de la literatura popular; por ejemplo, la historia de Barba Azul y otros relatos de hadas, buscando una manera de darles un lenguaje propio y comprender su sustrato.
“Empecé a pensar en qué son los cuentos populares y para qué sirven, cuál es su propósito. Entendí que son grandes cuerpos de memoria y narraciones que han existido a lo largo del tiempo en todas las culturas y lenguas, y se convierten en una manera muy interesante de rastrear la historia. Tienen figuras retóricas que me dicen algo sobre mi propia experiencia”, cuenta.
Intenté escribirlo de muchas maneras diferentes y todas salían muy mal, pero eventualmente llegaron a mí textos que me dieron una idea de cómo podía ser.
Machado, que también se desempeña como docente residente del Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Pensilvania, afirma que nunca se propuso crear este libro en el sentido estricto de la palabra.
Su voz se estremece y respira profundamente antes de itir que le resultó muy difícil escribirlo: “No fue divertido hacerlo; fue muy doloroso. Luché mucho porque en ese momento yo era un desastre. Si pudiera retroceder el tiempo, no lo escribiría. Pero sí fue grandioso encontrar estos rasgos e ideas recurrentes en la literatura que también lo eran en mi vida”, dice.
“Intenté escribirlo de muchas maneras diferentes y todas salían muy mal, pero eventualmente llegaron a mí textos que me dieron una idea de cómo podía ser.
Entendí que yo misma debía hacerme cargo de construirlo. Me detuve muchas veces, me pregunté qué estaba haciendo, si era estúpido o una mala idea, si me estaba causando problemas a mí misma, si estaba violando lo sagrado de mi comunidad. Estas preguntas aparecieron una y otra vez, pero al final continué”, explica.
Agrega que vivió la escritura como la posibilidad de presentar a los lectores una pequeña parte de sí misma. Afirma que así es como escribe porque así es como piensa, siente y percibe. “Siempre me han interesado mucho la carnosidad, los cuerpos, el sexo, la humedad, todo lo que está vivo y late a mi alrededor, que me parece casi exuberante. Para mí hay mucho en esa organicidad y en esa vida”, cuenta.
Su sensibilidad también repara en detalles como la portada del libro, diseñada por Carmen Segovia. “Hizo un trabajo precioso y creo que es la mejor portada que se ha hecho de un libro mío en el extranjero. Lo que veo ahí es a esa chica comiéndose su propio corazón. Se siente que ella se está comiendo una flor, un órgano, algo que es muy carnoso y sangriento. Me gusta mucho porque capta plenamente el espíritu del libro”, concluye.