Hasta el domingo pasado, la última columna de Daniel Samper Pizano había concluido con estas palabras: “Solo me queda despedirme y agradecer a quienes han tenido la paciencia de leerme desde aquel lejano día de 1964 en que empecé a trabajar, elegantísimo, en una fecha en que pocos trabajan”.
En efecto, la columna 774 de ‘Cambalache’ se publicó en EL TIEMPO el 28 de abril de 2014 y seis años después –casi exactos– se anunció
el retorno de Samper Pizano como columnista, en el sitio web LosDanieles.com.
En su despedida de 2014, el columnista argumentaba que era momento de “dejar descansar” a los lectores. Es inevitable preguntarle ahora: ¿qué ha cambiado para que regrese?
“Que el almanaque marca ahora el instante de regresar –responde Samper, en entrevista con el diario que lo acogió durante medio siglo–:
la libertad de prensa (lo hemos visto recientemente) está más amenazada que antes y la pandemia ha levantado el telón que tapaba una realidad nacional mucho más injusta, cruel y discriminatoria que lo que creíamos”.
¿En qué se parece y en qué se diferencia este regreso de su columna, con respecto a otros regresos suyos anteriores?
Esta vez no soy un columnista suelto: soy un columnista libérrimo, pero formo parte de un equipo, de una orquesta, y, para que realmente el portal de Los Danieles sea útil e interesante, es bueno que nos comportemos como tal. Tenemos al mejor columnista de investigación, que es Coronell, y al más agudo satírico, que es el otro señor. Yo buscaré, entre los instrumentos que sé tocar, el que más se necesite para que la orquesta suene bien y a los espectadores les guste.
Su última columna en EL TIEMPO recordaba que un primero de mayo, 50 años atrás, había comenzado a trabajar en este diario. ¿Regresar en una fecha cercana es alguna cábala, como las de ciertos directores técnicos de fútbol?
Pura coincidencia, como todo lo que el destino planea cuidadosamente en sus oscuros talleres.
Algunos periodistas dicen que en Colombia sobra la opinión y falta la investigación. ¿Qué opina al respecto?
Tendría que investigar bien este dato antes de darle mi opinión.
Una de las discusiones que tuvimos con usted en ELTIEMPO.COM fue incluir comentarios en sus columnas. ¿Ahora los va a aceptar?
Mis tocayos deberán decidirlo y ya veré yo si les obedezco. Cuando empezaron las
redes sociales y la comunicación directa con los lectores yo estaba muy ilusionado de que se abría un camino de doble vía. Recuerde que publicaba todas las semanas una sección de cartas, ‘Que hable la gente’, donde daba prelación a los mensajes discrepantes o que criticaban mi columna. Pero algunas redes cayeron muy pronto en manos de insultadores profesionales y luego, peor aún, se apoderaron de ellas los mentirosos o los esbirros con poder. De ahí ha salido una nata viscosa de personajitos, muchos de ellos con prontuario en Colombia, que calumnian y mienten como bellacos, mientras sus jefes políticos les dan palmaditas en la espalda.
De esa cloaca salen Trump, Bolsonaro, Johnson, Duterte y otros tipos siniestros.
Esta vez no soy un columnista suelto: soy un columnista libérrimo, pero formo parte de un equipo, de una orquesta
¿Cómo se diferenciará del estilo investigativo de Daniel Coronell y el humorístico de su hijo?
Tengo ideas claras sobre esto, que ya se verán en los textos: “Se hace camino al andar...”.
En una entrevista para televisión, usted me confesó que le hacía falta escribir la columna, ¿qué fue lo que más extrañó de ese hábito?
La sensación de buscar, escribir, pulir... Usted la conoce: es algo que tiene que ver con la adrenalina y el placer físico y espiritual.
Su columna llega un poco tarde para reseñar la muerte de su amigo Marcos Mundstock, de Les Luthiers. ¿Qué hubiera escrito si ya hubiera tenido el espacio?
“Se fue el mariscal de las palabras”.
El dueño de la libertad de prensa es el público y no los funcionarios, los escritorios de lujo ni las cajas fuertes: Daniel Samper Pizano
En el libro-entrevista que escribió Fernando Quiroz en 2014, usted dijo algo que quizás tendrá que revaluar: ‘Me habría gustado jugar solamente en un equipo como el Santa Fe o el Barça, y para mí EL TIEMPO es exactamente eso. Siento que he jugado 50 años en el mejor equipo posible de Colombia, y, con todo respeto, no quiero salir a jugar en equipos menos importantes’. ¿Este será, entonces, un partido amistoso?
No: este equipo tiene un desafío importante y es demostrar que no se necesita el permiso de ningún empresario, ningún jefe político, ningún magnate, ningún ‘yupicito’ capitalista para opinar, porque el dueño de la libertad de prensa es el público y no los funcionarios, los escritorios de lujo ni las cajas fuertes. Por lo demás, usted, como buen aficionado al fútbol, debe recordar lo que dijo alguien que podría haber sido Menotti: “De los equipos con diez jugadores y los partidos amistosos, líbranos Señor: son los más difíciles”.
JULIO CÉSAR GUZMÁN
EDITOR DE LA MESA VISUAL DE EL TIEMPO