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La entrevista que dio Mario Vargas sobre su última obra de ficción

Así habló el Nobel peruano de su última novela publicada, 'Le dedico mi silencio'. 

Mario Vargas Llosa
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El Nobel de Literatura falleció este domingo, 13 de abril, a los 89 años en Lima, Perú. Esta fue una de sus últimas entrevistas, en donde habló sobre su obra 'Le dedico mi silencio'.
En Le dedico mi silencio, el nobel peruano revive su amor por la música criolla de su país, al tiempo que retrata la dura realidad de los años noventa. Con esta historia le pone punto final a la escritura de novelas.

El tema central de su nueva novela es la música criolla peruana, algo que parece novedoso en su obra pero que no lo es. La música ha estado en otras de sus novelas, como en '¿Quién mató a Palomino Molero?' o 'La tía Julia y el escribidor'. Allí aparecen el guitarrista Palomino Molero o el cantante de valses Crisanto Maravillas. ¿Esta era la novela que le faltaba por escribir, una en la que el eje fuera la música criolla?

Había olvidado que el soldado Palomino Molero también era guitarrista y no me acordaba de Crisanto Maravillas... el nombre es genial. Pero eso solo demuestra que es imposible que un peruano, incluido uno que escribe sobre el Perú, no tenga o con la música criolla, que se ha expandido y penetrado en todos los hogares, desde los más humildes hasta los más pudientes. No es posible que una familia peruana no tenga os con esa música. En mi caso, seguramente, hay muchos elementos profundos relacionados con ella porque siempre he sentido una atracción grande por la música criolla, así que a la hora de escribir es inevitable que se cuele en mis personajes. Pero hasta este momento nunca había sido un asunto tan central de una novela mía. He tenido que esperar a mis ochenta y siete años para que lo sea.

¿Qué recuerdos tiene de estos ritmos? ¿Cuándo empezó a oírlos? ¿Los escuchaban en la universidad, en los bares a los que iba en sus años de periodismos con Carlitos Ney?

En la universidad no se escuchaba esa música. Yo estaba en el partido comunista, que era muy “serio” y no aceptaba nada que fuera musical. Pero en mi época de periodista, en La Crónica, única etapa en la que hice vida algo bohemia, iba mucho a bares y peñas donde se tocaba música criolla. Carlos Ney era un erudito del criollismo y los amigos de La Crónica en general frecuentaban esos ambientes. Eran peñas muy primitivas comparadas con las de ahora, pero tenían algo muy genuino. Seguramente fue allí donde nació esta atracción.

La música criolla es sentimental, apasionada, a veces truculenta y patriótica. ¿Cómo definiría el criollismo?

Es una exaltación de la música peruana que tiene que ver con ciertos hechos históricos y sociales que en la imaginación popular cobran otra dimensión, se enriquecen gracias a ella. Es una música muy determinista de lo peruano, que a veces se burla un poco de los extranjeros de forma muy risueña, que presenta una caricatura del de fuera y así robustece eso que se llama el “alma nacional”.

Toño Azpilcueta, protagonista de su nueva novela, es un experto en criollismo, un tanto resentido por la falta de reconocimiento por parte de los “intelectuales de la élite”. Sin embargo, defiende con firmeza el poder aglutinante de la música. ¿De dónde surgen esas ideas?

Son mías, no necesariamente porque crea que es así de manera literal, sino porque parto de un fenómeno: que el vals peruano unificó al Perú en cierta forma, a pesar de que la tarea no está concluida, como es obvio. No se sabe cuándo brotó y dónde brotó exactamente, hay distintas versiones. Incluso hay algunas que dicen que brotó en Arequipa, en el sur, y otras que dicen que fue en Piura, en el norte, antes que en Lima. Otras más aseguran que fue en Lima, en los callejones. Es un fenómeno que tiene asiento en todo el Perú y en distintos estratos, y eso me ha dado la idea de que es algo así como un aglutinante social en un país donde hay tantas cosas que enconan y enemistan a los peruanos entre sí.

La novela transcurre en los años noventa, en medio de los ataques terroristas de Sendero Luminoso. Toño quiere unir al Perú, pero el país está más dividido que nunca. ¿El proyecto de Toño es una forma de utopía?

Sí, en cierta forma es una utopía, que es un tema que siempre me ha perseguido. Son utopías que terminan mal, pero que ayudan a vivir, y en este caso, la utopía consiste en que la música criolla va a unificar al Perú de forma definitiva, que el Perú va a descubrir el extraordinario aporte de la “huachafería” peruana a la cultura universal y que eso va a generar un orgullo nacional que integre por fin a todos los peruanos. Es una idea exagerada, un sueño ditirámbico, como todas las utopías, pero ayuda a Toño a vivir.

Toño viaja al norte del Perú y usted, en la vida real, hizo el mismo viaje, va a la realidad a familiarizarse con los lugares sobre los que escribe. ¿Escribir ficciones es un pretexto para vivir aventuras como las de los personajes?

‘Le dedico mi silencio’ Editorial: Alfaguara
Precio: $ 64.000
Páginas: 304

‘Le dedico mi silencio’ Editorial: Alfaguara Precio: $ 64.000 Páginas: 304 Foto:Cortesía: Alfaguara

Viajé al norte, efectivamente, porque necesitaba ver, tocar, el lugar donde nace el personaje de mi novela, Lalo Molfino, que es Puerto Eten. En ese sentido, hay algo de cierto en que me gusta vivir la aventura de mis propios personajes, aunque no necesariamente sea algo tan consciente. Yo había estado de chico en Puerto Eten y tenía un recuerdo vago, pero quería revivirlo y además quería recorrer otra vez, como lo había hecho hacía mucho tiempo, los paisajes desérticos de la costa peruana, con las aguas del Pacífico tratando de tragarse las piedras de la cordillera y los pueblecitos cercanos. Para mí era importante ver todo eso. Hay pocas cosas que se averiguan sobre el guitarrista en Puerto Eten en la novela, pero recuerdo que desde que pensé en el personaje del guitarrista lo asocié con el muelle de Puerto Eten, que tenía en algún lugar de la memoria porque había ido de chico con mis abuelos.

Toño tiene otro rasgo muy peculiar: odia a las ratas, es un fóbico que llega al punto de la alucinación. Estos animalitos imaginarios lo acompañan a lo largo de la historia. ¿De dónde surge esa obsesión por los roedores?

Es una obsesión mía –siempre me han repugnado– que me ha perseguido porque he visto ratas o ratones en las ciudades en que he vivido. Ya he contado que en Londres, en los años sesenta, encontramos ratones en mi casa y vivimos toda una aventura con los responsables de librarnos de ellos. He tenido pesadillas con estos animales, así que no es raro que un personaje mío tenga esa enfermedad, después de haber escrito dos borradores, incluso leí los escritos de Freud sobre la neurosis obsesiva con las ratas de un paciente suyo.

Otro tema fundamental en la novela es la huachafería. ¿En qué consiste?

Es una exaltación de los valores intrínsecos de la peruanidad. Para decirlo en huachafo… es como una variante peruana de la cursilería, una caricatura de ciertas formas que están en la manera de hablar, de sentir, de informarse, de expresarse, y eso impregna todo: la política, la cultura, la sociedad.

Toño se siente orgulloso de ser huachafo porque está convencido de que la huachafería es la mayor aportación de Perú a la cultura universal...

Me gusta vivir la aventura de mis propios personajes, aunque no necesariamente sea algo tan consciente.
Es una aportación del Perú al mundo. Se considera por parte de ciertas personas algo despreciable, de baja estofa, de mal gusto, pero debería ser al contrario: debería ser aceptada y los peruanos tendrían que sentirse orgullosos de ella. Escribí un artículo hace muchos años sobre este tema. La huachafería está concentrada en un sector de la clase media, la más popular, sobre todo, pero ha contagiado todo, y debe ser considerada una originalidad peruana.

Uno de sus personajes es un gran huachafo: Pedro Camacho, el escribidor de radionovelas, de 'La tía julia y el escribidor'. ¿Toño y Pedro están emparentados?

No lo había pensado, pero sin duda, ahora que lo mencionas, hay algo que emparenta a estos personajes y es la huachafería. Camacho no es peruano y la huachafería es sobre todo peruana, aunque también hay algo de esto en otros países de América Latina. Sin embargo, Camacho, que es boliviano, vive en el Perú, y además Bolivia tiene tanta relación cultural con el Perú que no debe extrañar que ese personaje también sea huachafo. Pero la huachafería partió del Perú, es una invención peruana.

Usted siempre ha sentido interés por la cultura popular latinoamericana, sobre todo por esos productos culturales que, como el melodrama o la música criolla, están llenos de pasiones exacerbadas. ¿Qué le seduce de estas formas de expresión?

Sin ninguna duda me seducen, pero guardando una cierta distancia, por supuesto. Hay una ligazón con esos excesos que quizá esté en la raíz de mi vocación de novelista, pero al mismo tiempo tengo una mirada crítica sobre ellos a la hora de reflexionar, pensar, etcétera.

Su nueva novela tiene una estructura que recuerda a la de 'La tía Julia...' En esa novela, en los capítulos impares leíamos las peripecias de Varguitas, y en los pares, los culebrones que salían de la imaginación de Camacho. En 'Le dedico mi silencio' ocurre algo similar. En los impares leemos la historia de Toño, y en los pares, el libro que va escribiendo. ¿Cómo hizo la investigación para esa parte que está llena de referencias a la música peruana?

Como hago siempre, me documenté y leí mucho, tanto sobre el origen de la música peruana como sobre todo lo que la rodea, el aspecto artístico y el social, y también sobre el país, sobre la clase media peruana, sobre la huachafería. Eso se refleja, efectivamente, un poco en las partes del libro que son los artículos de Toño en distintas publicaciones y en el libro que está escribiendo (porque en algunas partes hay ambigüedad sobre si se trata de artículos o de su libro). En el viaje al norte, en 2022, aproveché para hablar con algunas personas, vi a algunos músicos y fui a una peña criolla. Siempre necesito investigar bien los asuntos de los que escribo, aunque luego me tome todas las libertades de un novelista.

Comienza hablando de los callejones de Lima, donde empezó a cultivarse el criollismo y de donde salieron los mejores cajoneadores y guitarristas, y muestra cómo estos lugares humildes empezaron a atraer a las distintas clases sociales. ¿Es, quizá, el primer momento en el que la creatividad popular atrae y seduce a las élites peruanas?

La literatura me ha dado enormes satisfacciones y he conseguido dedicar mi vida a ella, algo que jamás pensé cuando era joven que sería posible.
Las élites peruanas experimentan una transformación gracias a la huachafería, en gran parte, y la música criolla, que tiene un importante elemento huachafo, tiene que ver con eso. Primero esa música seduce a la clase media más popular, en la que las señoritas se emocionan profundamente con los valses que cuentan las miserias de los hogares y familias mientras los hombres beben cantando sus penas, pero luego eso va escalando y las élites sienten también una atracción por esa música, que va influyendo en su forma de hablar, de relacionarse. Es uno de los pocos dominios donde se produce este fenómeno, pero lo importante es que es la clase media la que lo hace posible y sirve de correa de transmisión.

Uno de los compositores más importantes de la música criolla es Felipe Pinglo. ¿Qué lugar tiene hoy este músico en la cultura peruana?

Él es una referencia, tiene mucho prestigio en el sector del criollismo. Su nombre resplandeció después de muerto, no tuvo en vida el prestigio que alcanzó después. Es el caso también de la Guardia Vieja del criollismo en general, aunque él sea el más famoso. Hoy en día esa primera generación musical, que probablemente en su momento no era muy valorada, es reconocida como fundadora de toda una escuela y de la música criolla.

Chabuca Granda sí recibió reconocimiento mundial. ¿La conoció?

La conocí, sí, ya no recuerdo dónde la vi por primera vez, y la traté esporádicamente, aunque no tuvimos mucha relación. Ella logró llevar la música peruana a muchos países y no solo ser reconocida ella misma, sino que abrió camino a otros artistas peruanos que gracias a ella empezaron a llamar la atención fuera de las fronteras peruanas. Alcanzó con sus composiciones un reconocimiento que dura todavía.

En la última página de su nueva obra hay una nota que sus lectores no pueden leer sin pena. Dice que esta es su última novela. La primera, 'La ciudad y los perros', se publicó en 1963, y 'Le dedico mi silencio', en 2023. Veinte novelas en sesenta años. ¿Qué ha significado para usted entregar su vida a la literatura?

Es, para mí, una de las cosas más hermosas. La literatura me ha dado enormes satisfacciones y he conseguido dedicar mi vida a ella, algo que jamás pensé cuando era joven que sería posible. Es una actividad que ha “comido” prácticamente toda mi existencia. He trabajado siempre en la literatura y cerca de la literatura. A menudo digo que yo no conozco discotecas porque cuando la gente iba a discotecas, yo me dedicaba a la literatura. Aunque eso parezca una mera anécdota, en cierta forma lo dice todo. Ha sido una pasión, una entrega total, mi disciplina, mi dedicación, mi diversión, mi compromiso, todo.
*ENTREVISTA CEDIDA POR LA EDITORIAL PENGUIN RANDOM HOUSE 

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