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Lilly de Ungar: la librera que logró escapar de los nazis

Al celebrar sus 100 años, recorremos la espléndida vida de la cabeza de la Librería Central.

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“No sé hacer nada, pero si me pone a manejar un avión, lo hago”. Así se presentó, con tan solo 17 años y un desparpajo genial, la austriaca Lilly Bleier de Ungar ante un empresario en Medellín, cuando salió a buscar trabajo a finales de los años 30 del siglo pasado. Ella, su hermana gemela y su padre, habían llegado en 1939 a la capital antioqueña, huyendo de la persecución nazi.
Hoy, este recuerdo hace parte de la inconmesurable colección de anécdotas que Lilly -como siempre la han llamado sus amigos y clientes de la Librería Central- guarda en su lúcida memoria, a pocos días de celebrar sus 100 años de vida, este 30 de agosto.
Su hija, Elisabeth Ungar, anota que Lilly, junto con su esposo, el también intelectual austriaco Hans Otto Ungar, conformaron un equipo inseparable como pareja y en el manejo de una de las librerías más emblemáticas del país. No es posible contar la vida de uno de ellos sin la del otro.
“Su capacidad de resiliencia, de relacionarse con las personas, sin importar la edad, oficio u origen, su amabilidad con los clientes y visitantes a la librería fue siempre sobresaliente y estuvo presente hasta el último día antes del primer cierre total de la pandemia que decretó la Alcaldesa en el 2020. Siempre tenía dulces y trozos de manzana en un cajón de su escritorio para ofrecerles a los visitantes, además del ‘tintico’ que no podía faltar. Y siempre, al igual que Hans, sabía qué libros recomendar”, comenta su hija.
La llegada de Lilly al país, en su juventud, podría definirse como un regalo, luego de los días terribles que tuvieron que enfrentar en la Europa de ese entonces.
A pesar del dolor de dejar todo atrás, Lilly cuenta que para ellos la travesía por el río Magdalena fue una aventura. “Además de la propuesta de matrimonio de un estudiante de medicina que venía en el barco, ella contaba que lo que más le impresionó fueron la exuberancia de los paisajes, los árboles frutales y, sobre todo, las vacas refrescándose en el río. Esa exuberancia contrastaba con las limitaciones para conseguir alimentos que había visto y vivido en Viena”, anota Elisabeth.
Un año antes, en 1938, había llegado al país Hans Otto Ungar (1916-2004), quien padeció de manera más atroz el régimen asesino de Hitler.
Tres meses después del ‘Anschluss’ (la fusión de Austria a Alemania), la policía nazi arrestó en Viena a Fritz Ungar, su hermano mayor. “Al comienzo, sus padres pensaron que la detención tenía como causa la participación de Fritz en organizaciones estudiantiles. Sin embargo, muy pronto, se reveló que el motivo era su ascendiente judío. En menos de una semana, arreglaron la salida de Hans, su hijo menor, de Austria, mientras tanto, ellos, confiando en seguirlo más o menos pronto, esperaban la excarcelación de Fritz. Sin embargo, los tres murieron en campos de concentración”, recuerda Elisabeth, actual becaria y profesora en la Universidad de Harvard (EE. UU.).
Lilly, Hans y su hijo Antonio (fallecido).

Lilly, Hans y su hijo Antonio (fallecido). Foto:archivo familiar Elizabeth Ungar

Una nueva vida

Para alegría de los miles de amantes de los libros y clientes de la Librería Central, resulta afortunado que Lilly no le hubiera dado el “sí” a aquel médico que la pretendió como esposa en ese vapor del río Magdalena.
Y, como si el destino se lo tuviera escrito, sería también en un paseo -no en barco sino en tren-, a Útica (Cundinamarca), en el que Lilly se conoció con Hans. Se casaron en 1945.
Siempre tenía dulces y trozos de manzana en un cajón de su escritorio para ofrécele a los visitantes, además del ‘tintico’ que no podía faltar
El paseo lo había organizado la Asociación de Austriacos Libres, creada por un grupo de compatriotas residentes en el país, para marcar una diferencia con quienes eran señalados de ser simpatizantes del nacional socialismo. “Sus actividades eran apoyar a ciudadanos austriacos a gestionar sus documentos, a ubicarlos laboralmente y, muy importante también, promover actividades culturales”, destaca Elisabeth.
Quizás por todo lo que debió vivir desde muy joven y por su propio temperamento, Lilly es, para sus familiares y amigos cercanos, una especie de sólido tronco, que le da sombra y guía a todos. Con Hans tuvieron dos hijos: Antonio (fallecido), padre de Paula, Antonio y Luisa, y Elisabeth, madre de Estefanía y Sofía. Todos ellos heredaron la pasión por los libros, las artes y el precioso alimento del conocimiento, como pilar de la vida.
Así quedó demostrado, hace pocos días, en un emotivo encuentro virtual de la Feria del Libro de Bogotá, moderado por el editor e investigador Mario Jursich, como homenaje a Lilly, en el que se reencontraron, desde lugares lejanos, su hija y nietos, entre otros.
“Ella tiene la memoria de absolutamente todo y es la ejecutiva. La librería existió gracias a la inteligencia extraordinaria de mi abuela Lilly para los negocios, para las relaciones interpersonales, para la vida pública. Siempre hemos dicho que si mi abuela hubiera tenido unas circunstancias diferentes en su vida, habría sido Primera Ministra o algo así”, anota su nieta Paula Ungar.
Su hermano, el escritor Antonio Ungar, premio Herralde de novela en 2011, la complementa con una anécdota que describe ese brazo pragmático, del matrimonio Ungar-Bleier: “Mi abuela anotaba en una agenda todo lo que había que hacer y toda la librería se manejaba a partir de esa libreta”.
Y Paula agrega: “Mi abuelo era muy despistado, algo que creo que heredamos muchos de nosotros (risas). Él no recordaba mucho los nombres de los clientes, y mi abuela muy ágilmente, le soplaba el nombre de la persona, cuando entraba a la librería. Esa imagen refleja esa complicidad de matrimonio y esa sociedad que funcionaba muy bien”.
Hans creció en un ambiente donde la música, el arte y la literatura alimentaban el espíritu de su familia. Por eso, su hija cuenta que desde que él llegó a Colombia, su lugar preferido fue la Librería Central, que en ese entonces quedaba en el Pasaje Santa Fe, cerca a la oficina de un banquero inglés, con quien Hans trabajaba en ese entonces.
La librería fue fundada en 1936 por el mexicano Gilberto Owen. En 1938 se la vendió a Pablo Wolff, un austriaco nacionalizado en Colombia.
“Mi papá entabló amistad con los dueños de la librería y a raíz de la muerte de su dueño, la viuda le propuso a mi papá que la comprara. Cómo él no tenía recursos, se ofreció como director, a cambio de que le descontaran una parte de su sueldo para adquirirla. Una propuesta de un enorme significado simbólico, porque en ese momento, no tenía los recursos para comprarla”, comenta su hija.
Foto de los años 40 donde se aprecia al fondo la primera sede de a Librería Central, al lado del edificio de EL TIEMPO.

Foto de los años 40 donde se aprecia al fondo la primera sede de a Librería Central, al lado del edificio de EL TIEMPO. Foto:cortesía Mario Jursich

Hans era ante todo un librepensador comprometido con sus ideales en contra de las represiones de cualquier tipo. Así lo refleja en una emotiva anécdota su hija.
A mediados del siglo pasado, cuando el edificio en el centro de EL TIEMPO fue incendiado, las autoridades llegaron a la primera sede de la Librería Central, que colindaba las instalaciones de este diario.
“Hans confrontó a la Policía y les dijo que no podían ingresar porque él era extranjero. Luego, entre los empleados del periódico y de la librería abrieron un boquete en la pared por el cual no solo sacaron máquinas de escribir, sino que salieron varios de los que se encontraban en sus instalaciones”, cuenta Elisabeth.
Algunos clientes de La Central, recuerdan que la vitalidad de Lilly en sus aposentos, hasta antes del cierre por la pandemia, llenaba cada uno de sus rincones. Pensar en ella es pensar en una figura tan sólida y tan indestructible como las grandes mujeres de la literatura. Siempre estaba sentada muy elegante con su collar de perlas de dos vueltas, detrás de un escritorio, justo al lado de la pared con el grueso de la literatura universal. A un lado tenía una máquina de escribir, a sus espaldas las fotos de su familia, y desde ese punto estratégico no se perdía el detalle más insignificante de los movimientos de los clientes que exploraban cada uno de los estantes. Estaba atenta a los niños y lograba que se acercaran a su mesa para entregarles un dulce. Para los buenos lectores tenía un par de minutos de charla tranquila y nunca trataba de venderles nada; para ella, seguramente, era obvio que saldrían con un paquete de libros debajo del brazo y le harían una venia de despedida con la cabeza a la salida.
El rincón preferido de Lilly de Ungar en su librería.

El rincón preferido de Lilly de Ungar en su librería. Foto:Nestor Gómez/EL TIEMPO

La Librería Central siempre se ha distinguido por no ser un punto de novedades, sino una verdadera librería de librero. En sus estantes no hay libros, sino tesoros escondidos. Es imposible no encontrar ese algo intangible que todos buscamos cuando cruzamos la puerta de una catedral de los libros: una novela imposible de conseguir de Anthony Burgess; un libro de fotografía de Edward Weston o de Sebastiao Salgado o una revista importada.

Centro intelectual y artístico

Se dice que, junto con la del intelectual bogotano Nicolás Gómez Dávila, la biblioteca de Hans y Lilly es otra de las colecciones de libros más importantes del país
Luisa Ungar, otra de las nietas de Lilly, aprovecha para resaltar el importante legado de lo que fue la Asociación de Austriacos Libres, que apoyó la llegada de personalidades, músicos, bailarines y artistas de renombre internacional.
“Esto generó un lugar de reunión de austriacos y amigos de austriacos que se pusieron a apoyar desde Colombia lo que sucedía en esa época en Austria. Y señalo eso, porque es importante darle la connotación política que tuvo este grupo de migrantes que se empezó a reunir en torno a la Central y también a la Librería Buchholz”, explica Luisa.
En la década de los años 50, la sede de la librería se trasladó a una bella casa ubicada en el costado oriental el Parque Santander, donde hoy queda el Museo del Oro. Allí, además de libros, vendían discos de música clásica y las boletas del Teatro Colón. También fundaron la galería de arte El Callejón, donde expusieron sus primeras obras algunos de los más connotados pintores del país. Luego, la librería se trasladó al costado norte del mismo parque, junto al edificio de Avianca.
Librería Central, en el norte de Bogotá.

Librería Central, en el norte de Bogotá. Foto:Nestor Gómez/EL TIEMPO

Luisa resalta, precisamente, esa importante movida en torno las artes plásticas, en donde llegaban amigos migrantes como Guillermo Wiedemann. “Él fue uno de los responsables de que a la librería llegaran en esa época libros de arte moderno de la época, por ejemplo”. Olga de Amaral, Jim Amaral, Leopoldo Richter y Feliza Burzstyn, también expusieron en su galería.
Mario Jursich resalta otra joya que fue creciendo, de manera paralela, a la librería: la exquisita biblioteca personal de Hans y Lilly. Se dice que, junto con la del pensador e intelectual bogotano Nicolás Gómez Dávila, es otra de las colecciones de libros más relevantes del país.
Jursich recuerda que en los círculos intelectuales de la capital se solía hablar de esa amable competencia de quién conseguía el mejor libro para su biblioteca.
“Mi papá visitaba a don Nicolás Gómez por lo menos dos veces al mes, sagradamente. Entonces podía haber una competencia cordial entre bibliófilos. Pero mi papá le tenía un inmenso aprecio a don Nicolás, que no era una persona de muchos amigos como se sabe”, anota su hija.
“Desde muy niño tuve conciencia de que esa biblioteca era un espacio especial, recorriéndola primero como un espacio de juego. En todos los cuartos de la casa había libros y recuerdo que los mapas era una cosa misteriosa para explorar. Desafortunadamente, yo no leo alemán, pero entendí que había libros muy valiosos y muchos incunables”, recuerda su nieto Antonio.
Su hermana Paula no olvida las inolvidables tardes que pasaban, perdiéndose en los pasillos de la inmensa librería, en donde funcionaba también una marquetería y había una zona especial de revistas y otra con audífonos para oír música.
“Uno siempre tenía la primicia de todo y nuestro especial gusto por la música yo creo que tiene que ver con ese lugar donde había tantos discos. Porque mi abuelo se dedicaba a viajar una vez al año a traer libros y discos con una curaduría muy especial. Otra cosa que para mí es un recuerdo especial, era ese gusto de mi abuelo por estar en o con la calle del centro. Entonces, siempre había un momento en las tardes en la librería en el que nos invitaba a comer pandebono en la panadería de al lado”, relata su nieta.
Para Lilly era igual de importante su amiga que vendía dulces en un puestico afuera en el Parque Santander, que cualquiera de las personalidades del país que visitaban su librería de manera asidua.
Como buena pragmática que era, su nieta Luisa, quien justamente se encuentra en Viena en un proyecto de investigación sobre migraciones austriacas en Colombia, cuenta que su abuela no es que estuviera muy de acuerdo en que sus nietos se dedicaran a las artes. “Le parecía que con eso uno no iba a vivir bien económicamente y tenían razón (Risas)”.
Antonio, por su parte, primero se formó como arquitecto, y cuenta que su abuela se sentía muy orgullosa de que hubiera seguido una carrera de este estilo, más que la de escritor.
“Mi abuela que era muy práctica y echada para adelante, con una inmensa fuerza vital, estaba feliz de que fuera arquitecto. Luego se dio cuenta de que durante la carrera yo me la pasé escribiendo. Y cuando publiqué mi primer libro tuvo una mezcla de sentimientos muy rara. Porque se sentía orgullosa y ponía mi libro en la mesa de la librería”, comenta su nieto.
“En realidad ella solo habría sido feliz si todos hubiéramos estudiado Relaciones Internacionales, porque yo que estudié biología le parecía un desastre también”, complementa Paula con una gran carcajada.
Sede actual de la Librería Central.

Sede actual de la Librería Central. Foto:Nestor Gómez/EL TIEMPO

Elisabeth comenta, por ejemplo, que otra de esas decisiones pragmáticas de su madre, alejadas un poco del romanticismo, fue la de mudar la librería al norte de la Capital, cuando comenzó toda la migración de oficinas desde el centro.
“Debido al crecimiento comercial de la ciudad hacia el norte, la librería se trasladó a la calle 82, frente a lo que entonces era el Colegio Andino y hoy es el centro comercial del mismo nombre, y luego a la calle 94 con carrera 13, donde se encuentra hoy”, comenta.
Su nieta Luisa recuerda que la minuciosidad de su abuela era tal que, cuando ella era joven, la ponía en las temporadas navideñas a cuidar que no se robaran los libros, pues todos estaban muy ocupados atendiendo clientes en el mayor pico de ventas del año. A todos los nietos los ponía en la labor de recomendar libros o como empacadores.
Incluso hasta hace relativamente poco, ella también empacaba los libros. “Y otra cosa linda que me gustaría comentar es que mi abuela también prestaba libros a estudiantes varados, por ejemplo, o visitantes interesados”, anota Luisa.
Jursich también destaca esa pasión de Lilly por ir a teatro o cine. Al menos una vez a la semana se escapaba a a ver alguna película. “Le encantaba ir a Cinemanía, pero ante todo no le gustaba estar sola en la casa. Entonces, cualquier actividad por fuera de la casa le parecía maravillosa y creo que eso es lo que le ha dado más duro de la pandemia. Prácticamente todos los días invitaba gente a almorzar a su casa”, comenta su hija.
“Siempre fue muy crítica y abierta a lo nuevo. Nunca jugó el rol que le correspondía a su edad. Le parecía ridículo y tiene chistes buenísimos sobre eso”, dice Luisa.
Cuando se inauguró TransMilenio, Lilly le pidió a su nieta que la llevara a montarse en uno de los buses. “Y me insistió mucho en que quería hacer toda la ruta para dimensionar la Bogotá de ahora".
Lilly y su esposo Hans Ungar llegaron al país a finales de 1930, huyendo de los nazis.

Lilly y su esposo Hans Ungar llegaron al país a finales de 1930, huyendo de los nazis. Foto:archivo familiar Elizabeth Ungar

Pareja ejemplar

A lo largo de 70 años de casados, la pareja Ungar- Bleier se convirtió en un referente de la cultura del país, como pasó con otras recordadas como la de Álvaro Castaño y Gloria Valencia, fundadores de la emisora cultural HJCK.
Elisabeth Ungar recuerda que sus padres solían tener unas onces algunos domingos a la que llegaban amigos queridos de la talla de Alfonso Palacio Rudas, Gabriel García Márquez, Pilar Moreno de Ángel o Bernardo Hoyos, entre otros muchos. “Ellos hacían unas onces maravillosas donde invitaban a unas quince personas, que además eran unas mezclas que no parecían funcionar. Y tenían una vida social muy activa y diversa”.
Y claro, siempre había tiempo para la lectura, en la que, por supuesto, Hans le ganaba a Lilly, que siempre andaba inmersa en fórmulas exactas para que la librería fuera viable. “Mi papá tenía un riguroso ritual de lectura. Durante muchos años leía principalmente en las noches y los domingos sentado en un sillón en su hermosa biblioteca, acompañado de su perro. Alternaba la lectura con escuchar ópera. Luego este ritual se amplió a los sábados en la tarde. Y siempre tenía varios libros que estaba leyendo al tiempo a la mano”.
Hans era bastante retraído, pero había temas que lo apasionaban: la política, la cultura, los viajes y, por supuesto, sus libros. “No hablábamos mucho con mi abuelo porque él era muy silencioso, pero era una compañía muy cálida. Era como estar juntos observando el mundo con él al lado”, dice Paula.
“Lo que produjo tanto la biblioteca como la librería fue una familiaridad muy grande con los libros. Crecer sintiendo que los libros son parte importante de la cotidianidad y hacen parte de las conversaciones, la emociones, el paisaje y la realidad permanente”, anota Antonio.
“Lilly ha sido una mujer fuerte, que además del exilio, soportó la muerte de su padre y hermanos, de su único hijo, y de Hans, su compañero de vida por más de 70 años. Pero nunca se dejó derrotar. Y la librería, además de sus aportes a la cultura del país, siempre ha sido un sitio de encuentros, de tertulias y de debates entre personas muy diversas y con ideas diferentes, en el que confluyen políticos, escritores, artistas, estudiantes, niños y transeúntes”, concluye su hija.
¡Feliz cumpleaños, Lilly!
CARLOS RESTREPO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@Restrebooks

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