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Ortografía/ 'No me inviten a dictar conferencias sobre lenguaje asertivo'

'El lenguaje en el tiempo': Fernando Ávila habla sobre los peligros del lenguaje asertivo.

El mágico mundo de las palabras.

El mágico mundo de las palabras. Foto: Archivo particular

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Nada más insípido que el lenguaje asertivo, el que le dice al gol gol y al vino vino. Y nada más sabroso que el lenguaje figurado, con más sugerencias que mandatos, con palabras biensonantes y cadenciosas, con creatividad y buen gusto.
Si Isabel Allende dice “El viento conoce mi nombre”, novela más leída en Colombia en el 2023, el hablador asertivo le dirá que viento no conoce nada porque no tiene mente ni cuerpo que se lo permitan. Si Armando Manzanero canta “contigo aprendí que la semana tiene más de siete días”, o Luis Miguel, “reloj no marques las horas”, el asertivo les dejará claro que las semanas son inevitablemente de siete días y que los relojes están hechos para marcar las horas y no para no marcarlas. Con lenguaje asertivo no se pueden tener corazonadas, ni seducir, ni conquistar, ni atacar con sarcasmos e ironías, que son algunos de los más deliciosos placeres del lenguaje.

Fútbol

Con el lenguaje asertivo no se puede transmitir fútbol. Los narradores deportivos de la radio y la televisión son maestros de la poesía repentista. Un gol para ellos es una diana en el centro del blanco, el portero es un mitológico cancerbero griego y los colores no son simples verde, rojo y azul, sino verdolaga, cardenal y azulgrana.
El balón no va más allá de la línea blanca, sino que “se pierde en lo profundo del estadio”, como decía el inolvidable Carlos Arturo Rueda C. Una anotación en el minuto 90 puede ser en las ondas hercianas un “pedazo de gol”, pero no simplemente de gol, sino de goool, con todas las oes posibles, con mucho tatatá, como lo hacen el Tato Sanín y Javier Fernández, justamente llamado el Cantante del Gol, porque eso son los narradores de fútbol, cantantes. Cuidan sus voces con el mismo esmero que Pavarotti y logran notas tan altas como Caruso. Basta recordar al Paché Andrade que no canta solo “tantos con la esférica”, sino también salsa, boleros y baladas.
Todo esto lo digo como ignorante craso de la actividad deportiva en general y del fútbol en particular, pues desde tiempos de la Cabalgata Deportiva Gillette, con Gabriel Muñoz López, y de la Vuelta a Colombia, con Pastor Londoño, me gusta oír y ver estos eventos por el solo placer de la transmisión en sí. Después de una tarde de domingo no doy razón de quién ganó o quién perdió, pero sí de quién cantó mejor el gol número uno de la jornada. Hoy, a la hora de la siesta, me debato entre oír a Javier Hernández Bonnet en los 89.9, o a Hernán Peláez, en los 99.9, así no entienda que Mina sea a la vez defensa y goleador o no tenga ni idea de por qué Gustavo Puerta no está en la lista de Néstor Lorenzo. Los oigo porque sus voces son la gran compañía.
Y por favor, de verdad, no me inviten más a dar conferencias sobre el lenguaje asertivo, que de eso no sé nada.

El niño

Con el fenómeno de El Niño el agua ha estado tan escasa que ahora le dicen “el preciado líquido” y los ríos ya no son ríos, sino “afluentes”, aunque por la sequía ni fluyan ni afluyan.
FERNANDO ÁVILA
PARA EL TIEMPO
Experto en lenguaje y ortografía

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