A mediados de enero todo se veía mejor. Tanto que cuando presentó sus proyecciones actualizadas para 2020 en la víspera del Foro de Davos,
el Fondo Monetario Internacional pronosticó que la economía global subiría en casi medio punto porcentual su ritmo de crecimiento, frente al 2,9 por ciento del año pasado. Podría decirse incluso que el optimismo estaba de regreso. La tregua en la guerra comercial de
Estados Unidos y
China, junto con la definición de una ruta respecto al ‘brexit’, despejaban las dos mayores incertidumbres que afectaban el clima de negocios en el planeta.
Es verdad que los reportes del otro lado del Pacífico sobre un nuevo tipo de enfermedad respiratoria empezaban a conocerse, pero los expertos creían por ese entonces que el desafío sería manejable. Las determinaciones adoptadas por Pekín daban la impresión de ser lo suficientemente vigorosas para contener el peligro de una propagación.
Seis semanas después, la lectura es muy diferente. Así lo reflejaron los mercados de valores en los cinco continentes. En
Wall Street, los principales índices cayeron en más de diez por ciento entre lunes y viernes, con lo cual la bolsa neoyorquina vivió su peor semana desde la crisis internacional de 2008.
El petróleo, que hace un mes largo se cotizaba en 65 dólares por barril en el caso de la variedad Brent, ahora está por debajo de 50 dólares.Las réplicas de semejante terremoto también se sintieron en Colombia. El dólar rompió su máximo histórico y llegó a negociarse en cercanías de los 3.550 pesos el viernes. Al igual que en el resto de América Latina, las acciones volvieron a descender, mientras los inversionistas buscaban refugios seguros en medio de la tormenta.
Entre la tenaza
¿Cuál es la causa de la oleada de pánico? La respuesta tiene que ver con el convencimiento de que la economía mundial puede entrar en recesión, pues es claro que el problema ya no está localizado en un solo lugar.
Los pronósticos de las entidades multilaterales son todavía prudentes. El Fondo Monetario habló de que el efecto sobre el crecimiento sería de una décima de punto porcentual, lo cual haría que el golpe sea leve.
No obstante, en un escenario de dispersión generalizada del coronavirus, el daño podría ascender a un par de puntos porcentuales o incluso a una caída en el producto interno bruto del planeta, como pasó en 2009.Desde el punto de vista de las actividades productivas, los trastornos tienen que ver tanto con la oferta de bienes y servicios como con la demanda. El reporte venido de China, según el cual la elaboración de manufacturas se desplomó, afecta no solo a la nación más populosa del mundo, sino a incontables plantas en los lugares más diversos.
Las pérdidas por la cancelación de congresos, eventos deportivos o musicales, se suman a las órdenes de las multinacionales: instruir a sus ejecutivos a no desplazarse a ningún lugar de riesgo
No hay que olvidar que se trata del mayor exportador de todos, tanto de productos terminados como intermedios. Automotores, electrodomésticos, medicamentos o confecciones –para mencionar unos pocos ramos– dependen de los insumos que llegan del gigante oriental.
Y es que al no contar con las partes necesarias, las líneas de fabricación se ven obligadas a parar, tanto en Asia, como América y Europa. Hoy por hoy, el temor de incontables gerentes es mantener su operación en marcha, a sabiendas de que los inventarios de componentes empiezan a reducirse, como resultado de un efecto dominó de proporciones universales.
Volver a la normalidad tomará meses, incluso si la emergencia termina pronto. Millones de trabajadores chinos deben retornar a sus lugares de trabajo y tras una detención tan larga, tomará un buen tiempo cumplir con el volumen de pedidos normales.
Por el otro lado, hay una disminución apreciable del consumo. Las pérdidas derivadas por la cancelación de congresos, eventos deportivos o musicales, se suman a las órdenes provenientes de las multinacionales, en el sentido de instruir a sus ejecutivos a no desplazarse a ningún lugar de riesgo. Esto golpea al empleo temporal y permanente.
De tal manera, hay una tenaza cuyas dos pinzas pueden cerrarse más, quitándole aire a la economía global. Todo dependerá de qué tan efectivas resulten las medidas de contención ensayadas en diferentes lugares. No obstante, el factor que más acabará pesando es el miedo, que tiende a magnificarse por culpa de las redes sociales.
Curiosamente, dentro del balance de costos, las sumas que demanda la atención de los enfermos del coronavirus es relativamente menor todavía.
Si el número de casos es relativamente pequeño, su manejo será posible sin grandes traumatismos. Sin embargo, lo sucedido en Corea del Sur e Irán, en donde se multiplicaron los afectados en cuestión de días, es motivo de preocupaciones serias.
El golpe más serio lo recibe por ahora el petróleo, cuyas cotizaciones reflejan un menor consumo global que habría descendido entre dos y tres millones de barriles diarios
El coletazo
Basta una mirada al mapa en donde se encuentran la mayoría de los aquejados por la epidemia para darse cuenta de que los problemas se concentran en el hemisferio norte.
Por ahora, los expertos tienen la esperanza de que cuando suban las temperaturas, primero con la llegada de la primavera y después con la entrada del verano, la propagación del virus se debilite, como sucedió en el caso del Sars.
Desde ese punto de vista, el riesgo para los países ubicados alrededor de la línea ecuatorial sería menor. Aunque los conocedores sostienen que es prácticamente imposible que Colombia salga indemne, el anhelo es que los episodios que se detecten no se conviertan en una calamidad pública.
Aun así, es indudable que aquí también hay nerviosismo. Las reacciones por cuenta de la llegada de los repatriados de Wuhan rayaron en la paranoia. Evitar el pánico colectivo será todo un desafío para las autoridades.
Suponiendo que el número de casos no sea elevado, las afectaciones se verán por otro lado. Aparte de lo ocurrido con la tasa de cambio, la gran preocupación es lo que pase con las exportaciones, que se concentran en bienes primarios.
El golpe más serio lo recibe por ahora el petróleo, cuyas cotizaciones reflejan un menor consumo global que habría descendido entre dos y tres millones de barriles diarios. Aquí el desafío no solo es de precios sino de cantidades despachadas, pero hasta ahora ningún comprador ha reducido sus pedidos.
En caso de que el valor de los hidrocarburos siga en descenso también aparece el peligro de que varios planes de inversión se pospongan. Eso incidiría en la dinámica de un sector que estaba experimentando un reverdecimiento.
La generación de empleo y la contratación de labores complementarias sufrirían, lo cual afectará los índices de ocupación que muestran tendencia al alza.
Por otra parte, aparece el interrogante de si la epidemia tendrá consecuencias negativas sobre la confianza del consumidor. Dado que la demanda de los hogares ha sido el gran motor de la economía colombiana en tiempos recientes, una actitud más cauta en las familias a la hora de gastar sería indeseable.
No obstante esos peligros, los ceños fruncidos que hoy se ven en la frente de los analistas son por cuenta del entorno mundial. Aparte de que la caída de las bolsas hizo desaparecer billones de dólares de un momento a otro, está el riesgo de la sostenibilidad de una burbuja crediticia que venía aumentando en tamaño.
A diferencia de hace doce años, hoy los bancos centrales tienen pocos instrumentos para responder si acreedores importantes se atrasan en sus obligaciones. Para decirlo, con claridad el mayor riesgo no es solo que el coronavirus llegue a la categoría de pandemia, sino que también enferme a la economía global. Semejante escenario no es seguro, pero su probabilidad aumenta con el paso de los días.
RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO