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Un caso criminal
En su última novela, Jorge Volpi recrea un secuestro con consecuencias diplomáticas.
Son muchos los escritores y periodistas que suelen transitar con impunidad la porosa frontera entre la literatura y el periodismo. Incluso hay quienes han teorizado sobre esa relación y en 2015 la Academia Sueca le dio la bendición cuando le otorgó el Premio Nobel de Literatura a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich. Tal vez, apoyándose en la misma doctrina, el jurado de la edición más reciente del Premio Alfaguara le otorgó el premio al escritor mexicano Jorge Volpi, por su libro Una novela criminal, una recreación minuciosa de un caso de secuestro que puso en crisis las relaciones diplomáticas entre México y Francia.
En la introducción de su texto, Volpi define su trabajo como “una novela documental o novela sin ficción” en la que se esfuerza por contrastar los testimonios contradictorios. Al decir “novela”, toma distancia de alguna manera con el periodismo; pudo decir “crónica”, por ejemplo. Sin embargo, en este caso las diferencias son rias, al final lo que se busca es establecer con exactitud lo que ocurrió. Volpi, que es abogado de profesión, deja que el relato, por momentos, se parezca más un expediente legal que a una novela tradicional. En este caso, el talentoso autor de En busca de Klingsor prácticamente se desvanece y le deja el protagonismo al lenguaje de las leyes, los códigos y los juzgados.
El escritor mexicano Jorge Volpi ganó la última edición del Premio Alfaguara de Novela por este libro. Foto:Daniel Mordzinski.
En ese sentido la novela paga su precio y a veces se vuelve un poco pesada, como los enormes fólderes en los que se consignan los procesos en los juzgados. Volpi lo sabe y le participa al lector sus dudas y las discusiones internas que sostiene como autor. Es evidente que en ocasiones quisiera darle patente de corso al novelista para que llene los espacios en blanco con sus especulaciones, prejuicios o licencias narrativas, para, como dicen con mordacidad en algunas redacciones, “no permitir que la verdad arruine una buena historia”. Pero lo que en realidad quiere el autor mexicano al reprimir su imaginación y ponerle cortapisas a su talento es poner el dedo en la llaga y demostrar una vez más que la “realidad supera la imaginación”, por lo menos en Latinoamérica.
Para hacerlo se sirve de un célebre caso de secuestro ocurrido en México a mediados de la primera década del milenio. La historia comienza con la captura de Israel Vallarta y la ciudadana sa Florence Cassez, acusados de ser los líderes de la banda de secuestradores Los Zodiaco. Lo que parecía un duro golpe contra la delincuencia organizada, filmado en vivo por los principales canales de televisión de México, Televisa y TV Azteca, terminó siendo un cuestionado operativo que puso en juego las relaciones de dos países y evidenció un entramado de corrupción de la justicia y la policía mexicanas.
Esta novela habla de la verdad, de las múltiples verdades, de la verdad de la justicia, de la verdad de los medios de comunicación, de la verdad de las víctimas, de la verdad de los testigos falsos, de la verdad de los abogados, de la verdad de los presidentes de dos Repúblicas, de la verdad de las altas cortes y de la falta de memoria de todos ellos. Es una novela que, al final, después de contar todas esas verdades, solo deja dudas.