Llegar a la universidad era un sueño, pero no una opción. Tan pronto se graduó del colegio, Faner Domínguez se enlistó en el Ejército Nacional de Colombia pensando que era su única alternativa para prosperar. No tenía dinero para estudiar, pero “por amor a la patria”, como él dice, estaba dispuesto a empezar una carrera militar, aunque esto pudiera costarle la vida.
Que la Sergio me brindara esa oportunidad de ver un nuevo horizonte, de luchar por algo, de trazarme una nueva meta, de ser profesional en una universidad y tener otro sueño fue un nuevo comienzo.
"Debido a mi buen desempeño durante el servicio militar, me ofrecieron continuar la carrera. Entré a la Escuela de Soldados Profesionales en Nilo, Cundinamarca. Después de graduarme de allí, fundé la brigada móvil 21. Tras un año, aproximadamente, como soldado profesional, estábamos en una operación en una zona entre Tolima, Meta y Cundinamarca, una zona bastante roja. Allí caí en un campo minado que me destruyó la pierna", relata Domínguez, de 35 años.
Si bien no necesita apoyarse en dos muletas para caminar, a veces se contonea al andar. Si son largos desplazamientos siente mucho dolor en la pierna derecha, donde lleva la marca de las consecuencias de más de 60 años de conflicto armado en Colombia. Hace exactamente catorce años, en ese campo minado, le cambió la vida.
Con la pierna, también se destruyeron sus sueños, su esperanza de ser un orgullo para su familia, conformada por cuatro hermanos.
Aunque no es una universidad, el Ejército era lo más cerca que podría estar a una carrera profesional, dadas las condiciones económicas en su familia. Inicialmente, los médicos aseguraron que tendrían que cortar la pierna, pero tras varias valoraciones intentaron rescatarla con cirugías y tratamientos. Faner requirió de varios meses de cirugías para lograr reconstruir la pierna, que ahora está unida con carne, huesos y metal.
"Tan pronto sucedió este accidente, me trasladaron al Hospital Militar en Bogotá, donde estuve por muchos meses en el proceso de recuperación y reconstrucción de la pierna. A la altura del tobillo, perdí tejido óseo y articulaciones, por lo que no tengo mucho movimiento en el tobillo; caminar mucho me produce un gran dolor. Fue muy duro, pero es algo con lo que me tengo que acostumbrar a vivir", dice Domínguez.
Faner, con 21 años en ese entonces, tuvo que volver a aprender a caminar y sortear su vida con una pierna con poca movilidad. Ya no era apto para prestar servicios en terreno, situación que lo llevó a Bogotá a un batallón dentro del Cantón Norte, donde permaneció hasta recuperarse. “Luego de una junta médica, los doctores determinaron que no era apto para prestar ningún servicio militar, pues había perdido mi capacidad física: me dieron un grado de discapacidad del 75,15 por ciento”, afirma.
Tras ser retirado del Ejército recibió una llamada de la fundación ‘Tejido Humano’ para brindarle apoyo como soldado herido en combate. Asimismo, le ofrecieron empezar un proceso de reincorporación a la vida civil, a través de convenios con la Universidad Sergio Arboleda, con los cuales los soldados heridos en combate podían acceder a educación superior: la Sergio otorga el 70 por ciento de la carrera, la fundación reconoce el 20 por ciento y el beneficiado se financia el 10 por ciento restante.
Ante esta oportunidad, Faner no dudó en lanzarse al ruedo e ir tras su gusto por la comunicación social y el periodismo. Un gusto que encontró antes de su paso por el Ejército, cuando participó en un proyecto para la creación de un canal de televisión en Turbo, Antioquia.
“Así llegué a la Sergio Arboleda. Yo llevaba mucho tiempo sin estudiar, sentía muchas inseguridades. Primero tuve una entrevista en la universidad y conocí el programa. También escuché las referencias de otros compañeros que estaban estudiando ahí y me decían que les había ido bien. Luego, la universidad nos brindó inicialmente un preuniversitario para adaptarnos nuevamente a un aula, entré a compartir con personas muy jóvenes y yo me sentía un poco viejo. No obstante, logré adaptarme. En la Sergio siempre han hecho un acompañamiento maravilloso, estaban pendientes de nuestro rendimiento, nunca me dejaron solo”, resalta.
En su carrera, además, comparte con desmovilizados de la guerrilla y con otros exmilitares y policías que también han resultado heridos en combate. “Encontrarnos en el aula otro mundo totalmente diferente. Compartir en un taller con ellos (los exguerrilleros) fue ver que son seres humanos iguales a uno. Pude dialogar con ellos, entablar una amistad. En la Sergio no eres guerrillero ni militar ni policía, todos somos civiles. Hemos tenido charlas interesantes y gratificantes porque uno ve que todos somos iguales, tras un mismo objetivo: salir adelante”, cuenta.
Llegar a la Sergio y convertirse en un periodista es hoy el gran orgullo de su familia y un ejemplo para su hija de 13 años, Mariana, quien lo convirtió en padre durante su carrera en el Ejército.
A sus 35 años está en último semestre y espera graduarse en noviembre de este año. Su abuelo, de 83 años, ya cuenta los días en el calendario para estar en primera fila el día en que a su nieto lo llamen a recibir el diploma en tarima.
“Gracias a la Sergio Arboleda volví a la vida porque yo me veía era como un militar. Jamás me imaginé lo de la mina. Cuando me retiraron del Ejército no sabía que sería de mí. Que la Sergio me brindara esa oportunidad de ver un nuevo horizonte, de luchar por algo, de trazarme una nueva meta, de ser profesional en una universidad y tener otro sueño fue un nuevo comienzo. Cuando terminé el colegio mi mamá me dijo: ‘No tengo cómo pagarte una universidad’. Yo no pensé que algún día estaría en una, pero hoy voy a ser el primero en mi familia que logra tener una carrera universitaria”, concluye.
*Este es un proyecto de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO, con el auspicio de la Universidad Sergio Arboleda.