El colombiano Jorge Ignacio Palma se enfrenta a 120 años de prisión que pide la Fiscalía española en un juicio en Valencia, y que terminaría este viernes, por el asesinato de tres mujeres y por producirles lesiones a otras siete en encuentros sexuales.
En la mayoría de casos, las víctimas que lograron sobrevivir aseguraron que Palma les introdujo droga en sus genitales en contra de su voluntad.
La historia se remonta al 4 de diciembre de 2019, cuando Palma se presentó ante la Guardia Civil y declaró que Marta Calvo, a quien las autoridades buscaban desde hace poco más de un mes luego de que su madre denunció su desaparición, había muerto accidentalmente en su casa y que, ante la escena, decidió descuartizarla y tirar sus restos en contenedores de basura.
Además de la muerte de Calvo, española desaparecida el 7 de noviembre de 2019, a Palma se le acusa del asesinato de Arliene Ramos, brasileña muerta el 25 de marzo de 2019, y Lady Marcela Vargas, colombiana fallecida el 15 de junio de 2019.
Crímenes que habría cometido “en el transcurso de unas prácticas sexuales con cocaína y probablemente otras sustancias psicoactivas”, según detalló la Fiscalía.
En la sesión del miércoles pasado, Palma se volvió a declarar inocente. Aseguró que nunca tuvo la intención de hacerle daño a Calvo, pero volvió a confesar que desmembró su cuerpo y lo tiró en bolsas que dejó en dos localidades de la provincia de Valencia.
Cuando le preguntaron si había matado a las otras dos mujeres, respondió con claridad: “Absolutamente no”.
Palma aseguró que no las conocía por esos nombres, y agregó: “¿Por qué motivo yo voy a hacerle eso a una mujer, o a un ser humano?”, afirmando que matar va en contra de sus principios y que aunque lo pinten “como un monstruo”, no lo es.
Este lunes, la Fiscalía reveló su informe final en donde aseguró que se trata de un “relato de perversión, maldad y sadismo” con víctimas “especialmente vulnerables”, en el que Palma “no solo quería tener relaciones íntimas, sino que quería someterlas”.
Aunque el ente reconoce que los actos sexuales fueron consentidos (Palma buscaba trabajadoras sexuales) y que contrataba el servicio por el que había un precio, lo que no estaba establecido era que las obligara a “meterse rocas de cocaína en la vagina y en el ano”.
Los mortales encuentros
Marta Calvo, que entonces tenía 25 años, conoció a Palma, que tenía 38 y nació en Ibagué, mediante una página de os en internet.
Ya habían mantenido un encuentro previo cuando la mujer nuevamente acudió a su domicilio, en el municipio de Manuel, Valencia, en la madrugada del 7 de noviembre de 2019. Desde allí le mandó su ubicación por WhatsApp a su madre.
Según dijo Palma, mantuvieron relaciones sexuales y consumieron unos seis gramos de cocaína antes de quedarse dormidos. Cuando se despertó, se dio cuenta de que ella estaba muerta y, entonces, se le vino “el mundo encima”. Sin embargo, no le pareció oportuno llamar a emergencias.
Si yo hubiese sabido que después no iba a ser capaz de quitarme la vida, no hubiese movido a Marta de la cama (...) Pero yo no puedo cambiar el tiempo
Del por qué decidió descuartizar el cuerpo, Palma aseguró que, dado que su madre tenía previsto visitarlo pocas horas después del suceso, no tuvo más remedio que sacar el cuerpo de la casa sin que lo notaran los vecinos.
El hombre dijo que pensaba suicidarse luego, pero que no lo hizo por sus principios cristianos y su inocencia.
“Si yo hubiese sabido que después no iba a ser capaz de quitarme la vida, no hubiese movido a Marta de la cama, hubiese llamado a la Guardia Civil y no estaríamos sentados aquí”, aseguró aguantando el llanto en el juicio. “Pero yo no puedo cambiar el tiempo, no puedo cambiar lo que hice”, agregó.
Al ver que Calvo no respondía sus llamadas, su madre, Marisol Burón, acudió a la ubicación que le había mandado y llegó a la casa de Palma, a quien le preguntó por ella. Él le aseguró que no la conocía y desapareció durante 21 días.
Burón dio la voz de alarma y las autoridades empezaron a buscar a Calvo. El 4 de diciembre de 2019 Palma se entregó en el cuartel de la Guardia Civil de Carcaixent, donde contó lo sucedido. “Hice algo terrible y lo ito”, dijo en el juicio en relación con el descuartizamiento del cadáver.
La Guardia Civil sospecha que durante esas tres semanas, Palma estuvo en o con narcotraficantes que le ayudaron a deshacerse de los restos y a esconderse.
La versión que aportó en el juicio es distinta. Afirmó que se refugió en diferentes lugares de la comarca La Safor, que se desplazaba en transporte público y que se afeitó en los baños de los supermercados donde compraba la comida.
Finalmente, decidió entregarse cuando descartó el suicidio. “Yo también soy un ser humano. He sufrido mucho”, agregó al pedirle perdón a la familia de Calvo. Tras entregarse, ingresó a la cárcel de Picassent, en Valencia.
La Guardia Civil buscó exhaustivamente los restos en el vertedero Dos Aguas, que recibe los deshechos de los contenedores donde Palma aseguró haber repartido los restos.
Los agentes que declararon el miércoles pasado aseguraron que removieron toneladas de basura en una operación donde participaron decenas de personas y que estudiaron 25 restos que descartaron por tratarse de fauna, por lo que sin cadáver, la defensa del acusado puede luchar por un castigo menor para su cliente.
La alarma que causó la desaparición de Calvo aceleró las investigaciones por las muertes de Lady Marcela Vargas y Arliene Ramos, producidas en circunstancias similares, pero que hasta ese momento no se habían asociado.
Vargas era una colombiana de 26 años que sostenía a su madre y a sus dos hijos y trabajaba en un burdel de Valencia. Acordó por teléfono una cita con Palma, quien acudió al prostíbulo. Juntos entraron a un cuarto y en la madrugada él salió de prisa.
Sus compañeras encontraron el cuerpo desnudo y sin vida de la joven en la cama.
Los servicios de atención sanitaria descubrieron que la causa de la muerte había sido una roca de cocaína en sus genitales, donde la absorción y los efectos se multiplican.
Según el Instituto Nacional de Toxicología, la cantidad de droga era 26 veces superior a la que se considera letal. Encontraron ADN de Palma en el cuerpo, así como marcas de asfixia.
La testigo cuenta que, posteriormente, le sorprendió que el cliente se marchó apresuradamente, por lo que entró al cuarto y encontró a su amiga en la cama con el clítoris “muy inflamado”.
Convulsionaba y nunca pudo contestarles a las preguntas sobre qué le había hecho. Encima de la mesa había una copa y cocaína. Arliene murió un par de días después en el hospital. Uno de los médicos que la atendió contó en el juicio que, durante su turno, la víctima había sufrido una crisis de epilepsia.
También explicó que le sacaron sangre mientras estaba en coma y decidieron guardar las muestras porque ella nunca pudo contar lo que había pasado y porque sospechaban que algo “violento o anormal” había sucedido.
De hecho, su abogada aseguró que es “consumidor de estupefacientes y sustancias tóxicas”, lo que tiene cabida en la circunstancia modificativa de la responsabilidad de toxicomanía, por lo que pidió su absolución.
Otras víctimas
Algunas de las víctimas sobrevivientes contaron sus casos en el juicio. Una de ellas narró el encuentro en una casa de citas de Valencia en 2018.
“Palma me propuso hacerme un masaje con aceite, le vi que llevaba la mano cerrada… A medida que iban pasando los minutos me sentía el corazón rápido, sudores fríos… Después me pidió hacer el 69 y ahí fue cuando me introdujo droga en las partes íntimas, en la vagina y el ano”, dijo.
Allí me desmayé y luego me dijeron que cinco minutos más y me hubiese muerto
Otra víctima relató cómo accedió a consumir droga con el sindicado “para ver si se callaba” y que perdió el conocimiento. “Me desperté y él estaba encima de mí dándome bofetadas en la cama”. Ella no podía levantarse y Palma la llevó al baño y la duchó.
Esos efectos, precisamente, les han parecido extraños a los peritos del Instituto de Medicina Legal de Valencia porque la cocaína suele producir una “fase inicial de estimulación o exaltación”, en lugar de pérdida de la consciencia.
Tampoco el hecho de que la droga esté apelmazada o en forma de piedras. Por ello no descartan que estuviera adulterada o fuera mezclada con otros tóxicos.
Palma niega dicha práctica. “Si se le pone droga a una chica en el pecho es para consumirla; si no, ¿qué sentido tiene?”, dijo.
El juicio entró en su último tramo y al final el jurado determinará si el acusado es un asesino en serie o es inocente, como él asegura.
JUANITA SAMPER OSPINA
Corresponsal El Tiempo
Madrid, España
Más noticias del mundo