“Estamos al borde de una guerra a gran escala en el Cáucaso sur que puede tener consecuencias impredecibles. La guerra puede ir más allá de las fronteras de la región y extenderse”. Con esas palabras reaccionó el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, a los enfrentamientos que actualmente libran Armenia y Azerbaiyán.
La declaración de Pashinián, que se dio una hora después de que estallaran los violentos enfrentamientos hace una semana entre ambos países, resume los temores de la comunidad internacional, que está en vilo por la escalada que eventualmente podría tener este conflicto.
Los balances oficiales hablaban de al menos 242 muertos por los combates: 209 soldados separatistas, 14 civiles armenios y 19 azerbaiyanos, aunque las autoridades de Bakú aún no han reportado pérdidas militares.
Y tras siete días de intensos combates, surgen varios interrogantes alrededor de las consecuencias que puede tener este nuevo enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán, cómo encajan Rusia y Turquía y, en especial, el costo humano que se pone en juego en estos conflictos.
Un viejo conflicto
La clave para entender estos nuevos enfrentamientos (y sus consecuencias) es la raíz de las disputas entre armenios y azerbaiyanos.
Mauricio Jaramillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, explicó, en conversación con EL TIEMPO, que Josef Stalin en la década del 20 cercenó una parte del territorio de Azerbaiyán e instaló allí un enclave de armenios (Nagorno Karabaj).
“Aunque el conflicto nace en la década de los 20, realmente se intensificó a finales de los 80, cuando se desintegró la Unión Soviética (...). Lo que vemos es que ese enclave instalado por Stalin empieza a tener efecto en la estabilidad de Azerbaiyán: los armenios se van a quejar de una constante agresión por parte Bakú, quienes van a tratar de mantener el control en la zona”, dijo Jaramillo.
El 10 de diciembre de 1991, Nagorno Karabaj proclamó su independencia de Bakú, con el apoyo de Ereván, con la disolución de la Unión Soviética como telón de fondo. Desde entonces, el panorama entre ambos es de constantes tensiones.
Rick Fawn, profesor de la Universidad de St. Andrews, en el Reino Unido, y experto en asuntos de Eurasia, le dijo a este diario que “los armenios de Nagorno Karabaj en Azerbaiyán querían unirse a Armenia incluso a lo largo de la historia de la Unión Soviética. Esto se volvió serio y violento en 1988 y condujo a una guerra que solo se detuvo con un cese del fuego muy inestable en 1994 negociado por Rusia. No hay ningún acuerdo de paz, de nuevo solo un alto el fuego y uno que se rompe, como es el caso ahora”.
Aunque en plena pandemia y crisis económica nadie tenía en sus cuentas una nueva escalada de violencia entre ambos países, lo cierto es que en 2010, 2014 y 2016, por ejemplo, también hubo enfrentamientos.
Sin embargo, como recuerda Jaramillo, el que dejó el saldo más sangriento fue precisamente el de 1994, cuando se reportaron 30.000 muertos.
Además de esta disputa territorial, la región de Nagorno Karabaj se ubica en un punto sensible del Cáucaso, por el cual Turquía y Rusia tienen especial interés.
Janiel Melamed, doctor en Seguridad Internacional y profesor de la Universidad del Norte, mencionó que esta es un área en la que confluyen intereses turcos, rusos e iraníes, y que adicionalmente “se constituye en un paso estratégico en la comercialización y distribución de recursos energéticos”.
“Cada uno de ellos intenta ejercer motu proprio un importante nivel de injerencia e influencia en los Balcanes y Asia Central, de tal manera que puedan promover sus intereses estratégicos en regiones que resultan cruciales para su propia estabilidad y proyección de poder”, puntualizó Melamed.
Actores internacionales
No obstante los llamados del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) esta semana para que cesen las hostilidades, el futuro en Nagorno Karabaj aún es incierto.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y aliado de Azerbaiyán, ha mostrado un discurso de mano dura y dijo que la lucha en Karabaj continuará hasta la “liberación del territorio”.
Se sospecha, incluso, que Ankara envió a la región a mercenarios sirios, lo que provocó una dura crítica del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien alertó sobre una internacionalización del conflicto. De hecho, el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) dijo que al menos 28 sirios proturcos han muerto durante estos combates.
“El proyecto turco de liderar el mundo musulmán se aceleró con Erdogan, y ha experimentado una expansión que pasa por estrechar los lazos con repúblicas musulmanas que pelean por razones etnorreligiosas, como en el caso de azerbaiyanos y armenios”, comentó Jaramillo.
Por ahora, expertos conjeturan que el peor de los escenarios (una guerra abierta con intervenciones de potencias regionales) puede ser evitado.
“El terreno montañoso, el armamento letal, la proximidad de ciudades hace difícil para ambos bandos que se logre una clara victoria militar”, escribió en Facebook Tom de Waal, experto del Cáucaso en el Instituto Carnegie Endowment.
“Ello provocaría un baño de sangre”, agregó. En cuanto a Rusia, Alexander Golts, de la revista rusa Ejednevny Journal dijo: “Rusia ha intentado durante años mostrar su neutralidad entregando armas a los dos países y asegurando que mantenía un equilibrio de fuerzas. Pero pronto tendrá que elegir”.
El costo humano
Aunque en ambos lados de la línea del frente algunas personas estaban determinadas a seguir luchando, según declaraciones a las agencias internacionales, lo cierto es que la guerra se cobra vidas inocentes y de civiles que quedan bajo el fuego de los ejércitos.
Ambos bandos han denunciado bombardeos sobre zonas civiles. De hecho, el Comité Internacional de la Cruz Roja emitió un comunicado expresando su preocupación por los civiles que están “atrapados entre las dos líneas de fuego”.
La organización señaló que numerosas familias, “incluidos bebés y niños, pasan días y noches refugiándose en sótanos sin calefacción”. También se dio cuenta de “cientos de casas e infraestructuras civiles, como escuelas y hospitales, destruidas por la artillería pesada”.
“No debemos olvidar que cientos de miles de personas de ambos lados han sido desplazadas: más de una generación de cada lado ha crecido sabiendo solo del miedo y el conflicto. Tratar de superar cualquier animosidad es un desafío profundamente necesario. La tragedia humana es enorme y duradera”, acotó Fawn.
CARLOS JOSÉ REYES
Redacción internacional
* Con información de agencias