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Giorgia Meloni: ¿Cómo pasó de las filas del posfascismo al poder de Italia?
Esta es la primera vez en la historia de ese país que una mujer será primera ministra. Perfil.
Con apenas 15 años, Giorgia Meloni tocó las puertas del Frente de la Juventud, a quienes en ese entonces se les conocía como los cachorros del pos-fascismo italiano, un movimiento juvenil del antiguo Movimiento Social Italiano (MSI), un partido fundado en 1946 por los seguidores de Benito Mussolini.
Corrían los primeros años de la década de 1990 cuando aquella muchacha de mirada severa emprendió una carrera consagrada exclusivamente a la política. Tres décadas después, a los 45 años, logró imponerse en las votaciones de Italia para convertirse en la primera mujer en dirigir las riendas de ese país.
El prólogo de la vida de Meloni (Roma, 1977) está marcado por el indeleble sello del abandono. Su madre, Anna, tuvo que criarla sola junto a su hermana mayor, Arianna, después de que su padre se marchó a las Islas Canarias.
Un día, su madre le explicó que la había traído al mundo ignorando a quienes le recomendaron abortar: “Debo todo a mi madre, mujer de voluntad, culta, que tras la coraza que viste para afrontar la vida esconde un alma frágil”, reconoce en sus memorias, de 2021.
Las niñas mantuvieron un débil o con su padre, visitándolo cada verano en La Gomera, hasta que Giorgia, con solo 11 años, decidió no verlo más al escuchar de improviso su desinterés por ellas. Y lo cumplió hasta su muerte. La suya era “una familia herida”, una madre y dos niñas en Roma bajo el techo de un apartamento que un día se incendió por una vela que las hermanas dejaron encendida en su habitación. “Nos vimos en la calle”, recuerda. La señora Anna logró vender lo que quedaba de la vivienda y mudarse al barrio obrero de Garbatella, donde por azares del destino entró en o con la política, a la que dedicaría su existencia.
Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni. Foto:Bloomberg
Su ‘bautismo’ político
Todo cambió cuando, con 15 años, Giorgia llamó a la puerta ‘blindada’ del Frente de la Juventud. La muchacha, siempre contraria a celebrar el Día de la Liberación del nazismo por verlo “divisivo”, inauguró su militancia un verano de 1992, mientras la Primera República colapsaba bajo el peso de la corrupción y las bombas de la mafia.
Su vida consistía en fines de semana de activismo, con el nombre en clave de Calimera para despistar a las bandas callejeras de izquierda, y trabajos de niñera o mesera para llevar dinero a casa.
En 1996, cuatro años después, la joven, ya conocida por su dureza dialéctica, se alzó como líder nacional de Azione Studentesca, el movimiento juvenil de Alianza Nacional, nuevo rostro del MSI, con la que fue elegida consejera provincial en Roma.
Su ascenso fue meteórico, pasando por encima de todos los hombres, hasta que con 29 años llegó a la Cámara de Diputados, de la que fue vicepresidenta hasta 2008, cuando fue nombrada ministra de Juventud por Berlusconi.
El auge de esta mujer de voz honda, rubia y mirada severa coincide desde 2014 con su presidencia de Hermanos de Italia, nuevos herederos del MSI, con quienes preparó su ascenso político en el país.
En 2016 intentó ser alcaldesa de Roma, sin éxito, pero obtuvo gran popularidad haciendo campaña embarazada de su única hija, Ginevra, fruto de su relación con el periodista Andrea Giambruno. Desde entonces, su protagonismo no ha hecho más que aumentar.
Su éxito deriva de la explotación del descontento de la pandemia y su papel como única oposición a la difunta coalición de unidad nacional de Mario Draghi, el primer ministro saliente.
Giorgia Meloni, de 45 años, es una periodista y política que desde joven militó en partidos neofascistas. Foto:Giuseppe Lami. EFE
En este tiempo ha trascendido las fronteras como simpatizante del ultranacionalista húngaro Viktor Orban o presidiendo el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, el de la española Vox.
Para Ignacio Molina, analista del Real Instituto Elcano, el triunfo de la líder italiana se encuadra en la “oleada de auge” del apoyo a partidos de derecha radical nacionalista, aunque esto, aclara, no necesariamente indica que “los europeos están condenados a que el lado conservador de su espectro político se radicalice tanto”.
Molina incluso cree que la futura primera ministra no tendrá una enorme trascendencia para la Unión Europea, pues ella misma lleva los cinco últimos años suavizando sus posturas. Y aunque el analista reconoce que el cambio en Italia sí va a afectar a la UE, pues el nuevo gobierno “va a poner palos” a temas claves como el Estado de derecho y las políticas migratorias, apunta que este triunfo electoral es menos disruptivo de lo que hace seis años fueron los del brexit y Donald Trump en el Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente, entre otras cosas, porque Meloni no tiene el poder “para cambiar las reglas de juego”.
Su punto álgido llegó cuando, en octubre de 2019, se asomó ante miles de personas en la plaza de San Juan de Letrán, feudo sindical, para proclamar: “Soy Giorgia, soy mujer, madre, italiana y cristiana y no me lo quitarán”, en un ataque directo a la legislación homosexual.
Luego, dos muchachos tomaron su discurso, lo mezclaron con música electrónica y, sin quererlo, la elevaron a la categoría de ‘ícono pop’. Toda Italia bailaba y difundía aquel tema pegadizo.
Sus rivales, sostiene ella, son los “burócratas” de Bruselas, haciendo referencia a la Unión Europea, el colectivo LGBTI o la “izquierda de salón”, y dice irar a la Rusia de Vladimir Putin por compartir el “sistema de valores europeos, defender el cristianismo y combatir el fundamentalismo islámico”, aunque promete “lealtad” a Occidente.
Su ideario lo aclaró para siempre en un acto electoral de Vox (partido de extrema derecha español) en Marbella, en el sur de España: “No hay mediaciones posibles, se dice sí o no. Sí a la familia natural, no al lobby LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islámica; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva”. Giorgia se estaba presentando al mundo.
Su vertiginoso ascenso se debe en buena parte a que fue la única que se opuso por 18 meses al gobierno de Draghi, lo que la ha favorecido para recoger el descontento de los italianos ante la inflación, la guerra en Ucrania y las restricciones por la pandemia.
En diez años, ha logrado interpretar las esperanzas frustradas de los italianos contra las “órdenes” de la Unión Europea, así como las protestas por el alto costo de la vida y el futuro bloqueado de los jóvenes.
Meloni es representante del denominado posfascismo. No teme defender a una derecha dura; enarbola su bagaje ideológico conservador y católico, nacionalista y centralista, y se presenta con un lema: “Dios, patria y familia”.
La derecha italiana ha relegado el fascismo a la historia de hace décadas, condenando sin ambigüedades la privación de la democracia y las infames leyes antijudías
Sus prioridades son cerrar las fronteras para proteger a Italia de la “islamización” y renegociar los tratados europeos para que Roma recupere el control de su destino.
Otra de sus prioridades es luchar contra los grupos que ella llama “de presión gay” y contra el “invierno demográfico” en uno de los países con más ancianos del mundo.
En agosto de este año, en época de campaña, aclaró su controvertida relación con el fascismo. “La derecha italiana ha relegado el fascismo a la historia de hace décadas, condenando sin ambigüedades la privación de la democracia y las infames leyes antijudías”, dijo Meloni en un video enviado en varias lenguas a los medios de comunicación extranjeros acreditados en Italia.
Sin embargo, el emblema de Hermanos de Italia lleva la llama tricolor verde, blanco y roja, un símbolo inventado en 1946 por el grupo de veteranos fascistas que fundaron el MSI.
Varios medios han vuelto a transmitir el video cuando a los 19 años declaraba su iración por Mussolini: “Para mí fue un buen político. Todo lo que hizo, lo hizo por Italia”, explicaba entonces.
Giorgia Meloni, de 45 años, es una periodista y política que desde joven militó en partidos neofascistas. Hoy es la líder de Hermanos de Italia. Foto:AFP
Preocupación en Europa
La victoria de Meloni genera muchos interrogantes en Europa y cambia el rostro de Italia, ya que pondría en cuestión su posición sobre la Unión Europea, pues aboga por una revisión de sus tratados y hasta por su sustitución por una “confederación de Estados soberanos”. Se convierte así en figura clave para un eje radical de derechas en Europa que pasa por Suecia, Polonia y Hungría.
Sin embargo, para Henry Olsen, analista de The Washington Post y miembro principal del Centro de Ética y Políticas Públicas, aunque es probable que Meloni “sea un agente de cambio más fuerte de lo que muchos piensan”, lo cierto es que “Italia no es Hungría. Tiene unos medios de comunicación sólidamente libres y ha sido una democracia occidental durante casi 80 años”.
Mussolini fue un buen político. Todo lo que hizo, lo hizo por Italia
Olsen explica que “el partido de Meloni nunca se ha embarcado en una cruzada contra la democracia liberal como lo han hecho Mussolini o incluso Orban” y que “no quiere acabar con la democracia; quiere respetar las tradiciones nacionales de Italia y restaurar las libertades económicas del país”.
De todos modos, el gobierno que surja de las elecciones, y que tomará posesión a finales de octubre, tendrá un camino sembrado de escollos y sin mucho margen de maniobra.
Entre sus múltiples tareas estará gestionar la crisis provocada por una inflación galopante, mientras Italia ya se derrumba bajo una deuda que representa el 150 por ciento del PIB, la más alta de la zona euro detrás de Grecia y que hace que dependa del apoyo de la Unión Europea y el Banco Central Europeo.
Los analistas tampoco esperan grandes cambios de la posición italiana con respecto a la guerra en Ucrania. Sin embargo, lo cierto es que sí se espera un endurecimiento de la posición sobre políticas migratorias, además de una relación turbulenta entre Bruselas y Roma para los próximos años.