Su alteza real, el príncipe Manuel Filiberto de Saboya, duque de Saboya y príncipe de Venecia, es mucho más normal de lo que sus títulos nobiliarios (no reconocidos en Italia desde 1948) indican. Cuando uno le pregunta cómo prefiere ser llamado, no duda en contestar “Manuel”, a secas.
Heredero de una dinastía que desde hace más de 75 años no tiene trono ni reina, desde la muerte de su padre, el príncipe Víctor Manuel de Saboya, que falleció el 3 de febrero pasado, en Ginebra, a punto de cumplir 87 años, pasó a estar al frente de la familia. Y pasó a tener una enorme responsabilidad y misión: dar testimonio de la riqueza de una tradición y de una historia de más de mil años.
Siempre me sentí italiano, incluso cuando estaba en el exilio, siempre me sentí italiano.
Manuel Filiberto es nieto del último rey de Italia, Humberto II, que reinó apenas 26 días. El linaje de los Saboya se remonta al siglo X, y fue durante el siglo XIX, bajo su reinado, que se logró la unificación de Italia. El rey Víctor Manuel III, que reinó de 1900 a 1946, apoyó desde 1922 al régimen fascista, el gran estigma de la familia. Su hijo, Humberto II, reinó apenas 26 días y se fue de Italia con su familia sin abdicar, en junio de 1946, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
En esa fecha, los italianos se pronunciaron en un referéndum en favor de la república y en contra de la monarquía. Y la carta magna que se adoptó poco después, en 1948, prohibió el ingreso de los herederos varones de la casa Saboya, en una cláusula anacrónica que, después de años de idas y venidas, fue derogada en 2002, durante el gobierno de centroderecha del fallecido magnate y ex primer ministro Silvio Berlusconi.
Desde que se terminó el exilio y pudo volver a Italia, Manuel Filiberto —que vive en Montecarlo, pero también suele pasar tiempo en su casa de campo de Umbertide, cerca de Perugia— demostró ser un príncipe muy versátil. Se volvió una figura de la farándula y muy popular tras hacer spots televisivos y participar en diversos programas, incluso concursos como Bailando con las estrellas y La isla de los famosos.
Además, varias veces intentó, sin éxito, bajar a la arena política. Su primera aventura en este campo fue en 2006, cuando fue candidato a diputado por un movimiento suyo llamado Valor y Futuro con una lista que llegó última y sumó poco más de 4.000 votos. En 2009, después de haber ganado el Bailando con las estrellas, fue candidato para el Parlamento Europeo en una lista de centro y tampoco tuvo suerte, aunque cosechó 22.000 preferencias.
No es para nada un peso, es un honor y una gran responsabilidad. Estoy y estuve listo para retomar el magnífico trabajo que hizo mi padre.
En 2020 presentó una asociación sutilmente llamada Realtà Italia, que parecía tener finalidades políticas, y apuntaba a ser un centro de pensamiento para aportar soluciones, junto a pesos pesados de la industria italiana, como Brunello Cucinelli —el rey del cashmere—, que es vecino suyo en la campiña de Umbria, entre otros.
El príncipe, que siempre se aprovechó de su linaje para emprender actividades de marketing de productos y para ser protagonista de publicidades —de aceitunas, así como de cigarrillos electrónicos—, en los últimos años puso en los Estados Unidos una cadena de food trucks que venden pasta casera italiana, llamada nada menos que Prince of Venice, título que, al parecer, le habría asignado, antes de morir, el último rey de Italia.
Nacido en Ginebra el 22 de junio de 1972, está casado desde 2003 con la actriz sa Clotilde Courau, con quien tuvo dos hijas: Vittoria y Luisa. La primogénita, que estudia en París, fue apodada “princesa influencer” (porque usa, como él, Instagram), pero es algo que detesta, contó el príncipe en una entrevista telefónica con La Nación que concedió desde la casa de montaña familiar de Gstaad (Suiza), donde estaba acompañando a su madre, viuda desde hace un mes.
Durante la charla, el príncipe habló del vacío dejado por su padre y también confirmó que este hace dos años decidió abolir la ley sálica que durante siglos apartó a las mujeres de la línea de sucesión, por lo que su primogénita, Vittoria, que ahora tiene 20 años, cuando llegue el momento, tomará las riendas de los Saboya.
“Ella empieza a informarse, a venir conmigo a algunas citas, pero por el momento quiero que mi hija, que estudia Historia del Arte y Teatro, que tiene muchos amigos, pueda vivir como una chica de su edad, que pueda estar tranquilamente en París, que pueda tomar el metro, ir a los pubs con los amigos y, también, al mismo tiempo, pueda aprender lo que es la historia de su familia, lo que hacemos y demás. Hay un momento para todo”, explicó.
También habló de la disputa que mantiene con el príncipe Aimone de Saboya-Aosta, duque de Aosta, hijo de Amedeo, primo de Víctor Manuel, que durante décadas y hasta morir, en 2021, se proclamó el legítimo heredero de un trono inexistente. Al respecto, auspició una pronta pacificación: “Es totalmente ridículo hoy llegar a hacer una guerra sobre algo que no existe más”, dijo.
Al ser el nuevo jefe de los Saboya, Manuel Filiberto también es gran maestre de las Órdenes Dinásticas de la casa real de Saboya, que se ocupan históricamente de obras de beneficencia y solidaridad, en Italia y en el exterior, gracias también a muchas delegaciones que defienden y promueven actividades en todo el mundo.
Ahora es el nuevo jefe de la Casa Saboya: ¿qué significa para usted?
Mucho ha cambiado: hay un gran vacío porque mi padre, para mi madre y para mí, era todo. Para mí era un padre, un amigo, un confidente, una persona que estaba siempre a la escucha, me daba consejos. Desde el 3 de febrero pasé a ser el jefe de la Casa, lo cual significa mucho, pero tampoco demasiado porque es extraño decir jefe de la Casa cuando se habla de una familia no reinante, pero, de todos modos, soy yo el que se ocupa de nuestros órdenes dinásticos que tienen delegaciones en Italia y en todo el mundo, donde hacemos beneficencia y sí, soy yo quien represento y debe continuar estos mil años de historia. Mi padre en los últimos dos-tres años ya estaba más cansado y tenía más dificultades para moverse, ya me había dejado mucho las riendas de los órdenes dinásticos de Casa Saboya.
¿Es un peso tener esta responsabilidad?
No es para nada un peso, es un honor y una gran responsabilidad. Estoy y estuve listo para retomar el magnífico trabajo que hizo mi padre durante todos estos años, que continuará conmigo y después con mis hijas y poder llevar adelante este apellido.
¿Qué piensa de la monarquía hoy como una institución que está en minoría en el mundo?
Para mí siempre fue una institución muy interesante porque es una institución que reagrupa a las personas, es una institución que, por arriba de cualquier partido político, hace que esté una persona, una familia, que reagrupa a todas las personas que pueden ser de derecha, de izquierda, de religiones distintas y demás: lo vemos en Inglaterra, en los países nórdicos, en España con el rey Felipe. Hoy vemos muchas cosas que pasan en todos los países y para mí esto es lo que más falta. Y sin querer mezclar las dos cosas, vemos que los campos populistas en los que se habla de “patria”, de “bandera” son cada vez más fuertes. Lamentablemente, a menudo son campos de extremos y esto es algo que a mí no me gusta mucho. La monarquía es algo apolítico que logra aglutinar a los ciudadanos.
Hablando de política, usted intentó en varias oportunidades bajar a la arena política, como candidato, pero sin éxito. ¿Piensa volver a intentarlo?
Cuando lo hice era muy joven, no estaba preparado y aunque no fui electo, fue una experiencia importante. En las elecciones europeas de hace unos diez años, ser candidato me permitió ver, recorrer y conocer las diversas realidades de mi país y esa vez me fue bastante bien porque fui el primero de los no electos, con un buen resultado. Pero eso me permitió algo muy lindo, que fue descubrir, después de muchos años de exilio, mi país, la gente. Ahora, ¿si pienso hacerlo de nuevo? Por el momento, no, tengo otros objetivos en mi vida, ahora que tengo estas responsabilidades quiero seguir haciendo el bien a través de los órdenes dinásticos y mi política va a ser más bien esa de ayudar a la persona con proyectos concretos.
¿Qué le parece el gobierno de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni? ¿La conoce?
Al inicio tuve mis dudas, pero la verdad es que Meloni está haciendo un trabajo excelente, la respeto. No la conozco, nunca tuve el placer, conozco y soy amigo de muchas personas del Gobierno y nos tenemos que ver en breve. Creo que es una persona que hoy está haciendo un gran trabajo para Italia y cuenta con todo mi respaldo.
¿Usted cómo se definiría?, teniendo en cuenta que está en muchas cosas: está al frente de dos equipos de fútbol menores en Nápoles, un negocio de food trucks en Estados Unidos, produce vino y aceite en su campo de Umbertide en la Umbria...
Sí, también estoy creando un juego electrónico, un videojuego muy divertido que se llama Royaland… Bueno, siempre fui un empresario y como usted sabe bien, tenemos también que trabajar porque todo lo que estoy diciendo de mi trabajo como jefe de los Saboya no es remunerado… Por lo tanto, sí, me ocupo de mi familia, soy el jefe de la familia, pero al final del día tengo que darle de comer a mi familia. Yo empecé a trabajar muy temprano, a los 21-22 años, siempre me gustó emprender, encontrar nuevos proyectos, nuevas ideas y concretarlas. Es decir, tengo un doble trabajo, el de la familia y el del trabajo para vivir…
¿Cómo es una jornada diaria para usted?
Depende de si estoy de viaje o no, pero siempre empieza con deporte. Todas las mañanas corro, después voy a mi oficina, me ocupo de las cosas del día, que tienen que ver con las asociaciones monárquicas y de los órdenes dinásticos, después me ocupo de mis negocios y al final de la jornada vuelvo a casa cansado, como algo y me voy a dormir.
¿Usted se siente italiano? ¿Cómo es su relación con los italianos?
Tengo una relación óptima con los italianos. Y debo decir que esta relación tiene que ver con el hecho de que hice mucha televisión, que me volví también un rostro popular en Italia y, también, amado, que es algo que me alegra mucho. Hace treinta años al volver a Italia yo había decidido hacerme conocer por los italianos a través de la televisión y es algo que funcionó.
Es decir que usted se siente italiano, aunque nació en Ginebra (Suiza)…
Claro, siempre me sentí italiano, incluso cuando estaba en el exilio, siempre me sentí italiano.
Una de las últimas cosas de la que fue protagonista su padre fue una docie de Netflix, El príncipe que nunca reinó. ¿Es verdad que él nunca la vio?
No, no la vio porque esta docufiction para la que le dimos confianza a (Beatrice) Borromeo tenía que ser sobre su vida, pero no centrada en lo que pasó en la isla de Cavallo (en Córcega, cuando su padre protagonizó una pelea que terminó con la muerte de un joven alemán), pero después se volvió algo monotemático y aún peor: se consideraron como jueces y quisieron juzgar a alguien que ya había sido juzgado por tribunales populares ses y que había sido totalmente absuelto. Por eso para mí es más una ficción.
¿No les gustó?
No, no era lo que nos esperábamos, al final algunas personas quisieron volver a juzgar algo que ya estaba cerrado, juzgado y archivado y para mí armaron un cuento...
ELISABETTA PIQUÉ
Corresponsal de La Nación (Argentina) - GDA
Roma