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América Latina: ventajas y retos de su histórico ‘aislamiento’
Lejos de turbulencias globales, la región puede sacar provecho de las actuales crisis para crecer.
Al ser una región con luz solar y vientos la mayor parte del año, y en algunas zonas abundante en agua, América Latina podría convertirse en una potencia de energía limpia, competitiva en energía solar, eólica e hidráulica e, incluso, de hidrógeno. En la foto, una planta solar en el desierto de Atacama, en Chile. Foto: FOTO: GETTY
Los latinoamericanos se quejan a menudo de estar lejos del resto del mundo, pero a veces la distancia puede ser una ventaja. Como señaló el gran historiador económico Carlos Díaz-Alejandro, en “las décadas de 1930 y 1940, la mayoría de los latinoamericanos podían sentirse afortunados”.
Después de todo, “las guerras civiles española y china, la Segunda Guerra Mundial, la profundidad de la depresión en Estados Unidos, las purgas estalinistas, la dependencia política de Asia y África y los dolores de la descolonización en India y otros lugares podían ser vistos por brasileños y mexicanos como acontecimientos remotos”.
Hoy en día, los latinoamericanos pueden volver a sentirse afortunados. Si el presidente ruso, Vladimir Putin, o el líder norcoreano, Kim Jong-un, lanzan un arma nuclear táctica, al menos no caerá cerca de São Paulo o Santiago.
También hay similitudes económicas con el periodo de entreguerras. La década de 1930 trajo consigo el fin del laissez-faire y el libre comercio, y finalmente la división de la humanidad en bloques beligerantes. Las similitudes con la incipiente desglobalización actual, y el riesgo de que los países tengan que elegir entre China y Estados Unidos son más que pasajeras.
En el mismo ensayo, Díaz-Alejandro argumentaba que la sucesión de crisis mundiales también trajo oportunidades para América Latina. Las dificultades de abastecimiento causadas por la Segunda Guerra Mundial estimularon la producción de sustitutos nacionales, y la ausencia de capital extranjero (en los años 30 y 40, los prestamistas británicos y estadounidenses tenían peces más gordos que freír) obligó a los países a adoptar políticas económicas más audaces e innovadoras. El resultado fue que el crecimiento superó al del resto del mundo, lo que le permitió a América Latina recuperarse rápidamente del dolor de la Gran Depresión.
En América Latina, el 60 % de los esquemas de fraude identificados tienen una duración máxima de un año mientras el 40 % correspondió a esquemas de desarrollo a largo plazo. Foto:ISTOCK
Las crisis actuales también brindan oportunidades. La región se ha beneficiado de los altos precios de las materias primas que exporta, y la transición ecológica podría hacer que esas mismas materias primas sean cada vez más valiosas. Brian Winter defendió recientemente el sentimiento de “cautelosa esperanza, las cosas van mejor pero no nos dejemos llevar” que está surgiendo en algunos sectores de la región. El primer argumento de Winter es el mismo que el de Díaz-Alejandro: América Latina está lejos y, por tanto, relativamente aislada de las turbulencias de otros lugares.
Cercanía favorable
Pero América Latina también está cerca, al menos de Estados Unidos y del enorme mercado norteamericano. El near-shoring y el friend-shoring son potencialmente grandes noticias para la región. México ya se está beneficiando de la llegada de empresas que ya no quieren producir en China. ¿Podrían beneficiarse también países más al sur?
La tercera ventaja es potencialmente la mayor: América Latina podría convertirse en una potencia de energía limpia. Es una región soleada, ventosa y (en algunas partes) dotada de abundante agua, por lo que es muy competitiva en energía solar, eólica e hidráulica. Y si la tecnología del hidrógeno está a la altura de las expectativas, América Latina pronto podría vender energía verde en todo el mundo.
La mezcla de la gasolina con Bioetanol y el AM con Biodiésel genera beneficios económicos, al medio ambiente y la salud de las personas. Foto:Istock
Por otra parte, si el hidrógeno resulta demasiado voluminoso, caro o peligroso para el transporte a larga distancia, a las industrias que consumen mucha energía podría resultarles rentable trasladarse a la región, como ha argumentado Ricardo Hausmann, de Harvard. Esto podría cambiar las reglas del juego del crecimiento y el empleo.
Y, por supuesto, América Latina tiene los minerales y las tierras raras que cualquiera que piense en verde necesita desesperadamente. ¿Necesitas litio para la batería de tu coche eléctrico? Las salinas de Argentina, Bolivia y Chile son los mejores lugares para encontrarlo. Brasil, Cuba y Chile también poseen el escaso cobalto que necesitan las baterías de los vehículos eléctricos.
Hay una oportunidad adicional que Winter no menciona. En el último cuarto de siglo, los países latinoamericanos han aumentado masivamente el número de matriculados en las universidades, pero los nuevos profesionales no siempre encuentran empleos acordes con sus conocimientos.
La revolución Zoom podría estar a punto de cambiar todo esto, ya que los ingenieros peruanos consiguen trabajo en línea desde Chicago y los contadores colombianos prestan servicios a empresas con sede en Texas. Esto es lo que Richard Baldwin ha descrito como la próxima “desagregación”: personas que prestan servicios en el extranjero sin tener que salir de casa.
Pero hay una trampa. Hace ochenta años, América Latina perdió la oportunidad de remodelar sus economías y sociedades. El crecimiento de los años cuarenta dio paso a las crisis de inflación y balanza de pagos de los cincuenta y sesenta, y luego a la década perdida de los ochenta.
La democratización gradual del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, celebrada con entusiasmo por Díaz-Alejandro, se vio ahogada, dos décadas después, por una ola tóxica de regímenes militares.
Lo que puede salir mal
¿Podría repetirse? Al menos cuatro cosas podrían salir mal. A pesar de las oportunidades, las inversiones podrían no materializarse, al menos no en el volumen necesario para marcar una diferencia duradera.
Por ejemplo, aunque Brasil es mucho más estable y mucho menos peligroso que la República Democrática del Congo (que produce el 70 % del cobalto mundial), dista mucho de ser un paraíso para la inversión. Las infraestructuras de transporte son mediocres, la burocracia suele ser intratable y los riesgos macroeconómicos y políticos siguen disuadiendo a los posibles inversores.
Y las conversaciones entre los burócratas internacionales sobre el uso de la ingeniería financiera para “reducir el riesgo” de las inversiones en los países emergentes y en desarrollo aún no han dado resultados concretos.
Geólogos Foto:Istock.com
Otro riesgo es que las inversiones lleguen pero permanezcan aisladas, con un impacto limitado en toda la economía. Chile es actualmente el segundo productor mundial de litio (después de Australia), y sus exportaciones se han convertido en una fuente de divisas muy apreciada. Pero la industria emplea a relativamente pocas personas, y los efectos positivos en el resto de la economía son limitados.
Los políticos suelen pronunciar discursos sobre el potencial de Chile para producir y exportar baterías de litio, pero aún no he conocido a nadie que piense que eso vaya a ocurrir en un futuro próximo.
Los intentos de crear vínculos locales merecen la pena, pero pueden llevar tiempo. El presidente chileno, Gabriel Boric, ha anunciado planes para crear una empresa nacional de litio de propiedad estatal que buscaría socios extranjeros para ayudar a Chile a ascender en la cadena de valor del litio.
Sin embargo, esto llevará años, y para entonces el boom del litio podría haber terminado: China y otros países están a punto de lograr un avance tecnológico que sustituiría el escaso litio por el abundante sodio en la producción de baterías.
Los Airpods están programados para funcionar entre 18 a 24 meses, después de ese tiempo empiezan a perder su vida útil. Foto:iStock
El último y mayor riesgo es puramente político: ¿querrá el mundo invertir en una región que se gobierna tan mal? Las elecciones presidenciales de Argentina ejemplifican el problema: la segunda vuelta se disputará entre un ministro de Economía que ha permitido que la inflación alcance el 12,7 % mensual y un economista libertario, Javier Milei, que se deja aconsejar por sus perros clonados y recientemente llamó al Papa “hijo de puta de izquierdas”.
A principios de los años 50, según Díaz-Alejandro, los latinoamericanos “miraban con satisfacción” los cambios de las dos décadas anteriores. ¿Sucederá lo mismo en la década de 2030? Quizá los perros clonados de Milei sepan la respuesta.
(*) Exministro de Hacienda de Chile, es director de Proyectos del Grupo de Trabajo del G30 sobre América Latina y decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science.